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En defensa de la Universidad pública

En este contexto histórico se encuentra nuestra máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma ”Benito Juárez” de Oaxaca, una institución de servicio que forma parte de la superestructura del sistema social mexicano que en repetidas ocasiones he abordado con respeto y cariño.

Hoy vuelvo a hacerlo para que no se olvide y siga siempre en la memoria de los oaxaqueños que la amamos.

Los que hemos pasado por algún tiempo a servirla con honestidad sabemos que para su funcionamiento ha contratado personal administrativo y académico, estableciéndose una relación social entre quienes prestan sus servicios y quienes la emplean.

Son relaciones que bajo ningún concepto generan plusvalía, dado que esas relaciones son de servicios y no relaciones sociales de producción.

Sin embargo, los trabajadores administrativos participan en forma directa en la producción de utilidades para la clase social dominante, al laborar en una institución donde se forman profesionales que de alguna manera se convierten en asalariados intelectuales al servicio una burguesía, generando ganancias para esta.

Desde hace tiempo y más en las últimas décadas el país viene sufriendo una crisis económica que ha repercutido en los salarios de los trabajadores administrativos y académicos, propiciando una pérdida de su poder adquisitivo y minimizando mucho más el nivel de vida del trabajador en el nivel estatal y nacional.

En el Gobierno federal que se encuentra a mitad de sexenio y el estatal que finaliza, la crisis no sólo económica sino general, se ha agudizado en forma alarmante por su profundidad que los ha obligado a adoptar malas medidas económicas, tales como:

Congelación de aumentos de salarios y una exagerada restricción en la generación de empleos como parte de una mala política económica.

Crisis que los oaxaqueños en general sufrimos en carne propia, más antecedentes de represión política masiva y selectiva que unida a la inseguridad que nacionalmente se vive son motivo para que los trabajadores se organicen, protesten y demanden mejores condiciones de vida.

Asimismo, para que denuncien la corrupción desmedida y violaciones a los derechos humanos.

En el seno de nuestra Universidad, la lucha e inconformidades adquieren estos matices que habrán de resolverse tanto por los sindicatos administrativos como los académicos y funcionarios, con una clara visión política de servicio y de avance en la conquista de la democracia y la paz con justicia social.

Esto nos lleva a pensar como en otras ocasiones ya lo hemos asentado en que todos los involucrados en la vida universitaria deben pensar siempre en un real espíritu de servicio; es decir, vivir para la Universidad y no vivir de ella, como algunos trabajadores administrativos, académicos y funcionarios lo hacen al fomentar el ausentismo y la corrupción en muchas de sus formas.

El sindicalismo universitario surgió como el instrumento natural de los trabajadores, propugnando mejores condiciones de vida, demandas que les son propias. Y que engloban además, como demanda fundamental, la lucha por la democratización de la Universidad.

Es decir, lucha en sí transformadora, coadyuvando en darle un contenido científico a la autonomía universitaria como es: libertad de cátedra, libertad de cuestionamiento y libertad de enfrentamiento crítico en la sociedad y en sus instituciones.

Sean pues estas repeticiones formas para que las relaciones laborales se planteen de ser posible como reconocimiento a los propios trabajadores, sin descuidar la función primordial de una institución de educación superior, exigiendo al gobierno federal el financiamiento adecuado y que atienda a la academia, el proceso de enseñanza aprendizaje y, desde luego, a los trabajadores.

(*) Médico pediatra, rector de la UABJO durante el Movimiento Democrático Universitario.

 

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