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¿Quién inventó la Sandunga?

Primera parte

SIN DERECHO A FIANZA.- La cuestión de la identidad aparece en los albores de la civilización. Se cree que al poco tiempo de unificarse en tribus, el hombre se aplicaba pigmentos sobre la piel para afirmar su identidad, como señal de reconocimiento para su clan, para sentirse perteneciente a un grupo y también, más adelante, para designar una posición social.

En este tema ontológico no hay cultura exenta; supongo que es por esta razón hace más de medio siglo, en Oaxaca, en la nación del Istmo, se inventó una raíz etimológica para la palabra “sandunga”, tal vez para darle mayor autenticidad, para “hacerla más suya”.

Por supuesto, para esto colaboró mucho el que, después de la Revolución, el gobierno hizo casi obligatorio exaltar nuestro glorioso pasado precortesiano, negando las costumbres retrógradas, hasta salvajes, como los crímenes masivos (el sacrificio de cinco mil tlaxcaltecas al año por los mexicas) o bestiales, como el canibalismo azteca, por ejemplo.

Todo ello nos ha dejado una “cultura de identidad” por lo que, aún hoy, sentimos y decimos que los españoles “nos invadieron”, violaron a “nuestras” mujeres y se llevaron “nuestro” oro; cuando realmente ya no hay raza pura en México, y somos una mezcla española e indígena (con 20 ó 30 por ciento de sangre negra que ya venía con los de la península) más las que se han le han incorporado.

Confieso que no me había preocupado La Sandunga, ya que considero superior el Fandango Tehuano; sin embargo, he notado que con esto del internet ha proliferado una fauna de plagiarios que, con tintes eruditos, pretende dar a conocer una historia falsa sobre el famoso son istmeño.

Lo de menos es la piratería (que se defiendan los autores), lo peor es que repiten, cual merolicos, lo que algún ingenioso inventó hace mucho tiempo y que ha pervivido porque casi nadie ha investigado de verdad.

Algunos, para darle un toque de credibilidad, agregan a sus plagios: “según algunos etnomusicólogos…”, pero no citan a uno.

Sin rubor dictaminan: “La correcta traducción de la palabra sandunga, de su lengua madre zapoteca, significa mujer alegre, salerosa y bailadora”.

O esta. “La etimología zapoteca nos indica que su significado es “Saa” (Música) y “Ndu” (Profundo). Sandunga es una música o canto profundo”. Pero sin aportar los datos de dónde salió tal definición. Ni el nombre de alguna obra seria de estudiosos reconocidos… ninguna cita de cualquier otra publicación respetable…

Todos los ilustrados que insertan sus escritos en la red saben que: “La sandunga fue estrenada el 3 de diciembre de 1850, en el Teatro Principal en una función en honor de la actriz María Gañate…”.

Los neófitos ni siquiera copian correctamente, ya que el nombre de la española era María Cañete de Laymon, simplemente porque no lo investigaron. Y esto cunde. El error transcrito se repite por docenas en la red.

Esteban Maqueo, de los primeros

Ignoro cuándo es la fecha exacta en que comenzó ese invento de la palabra sandunga relacionada con el zapoteco; lo más lejano que he hallado es la referencia de que Esteban Maqueo Castellanos escribió una historia del origen de la Sandunga.

Citado por César Rojas Petriz, quien afirma que fue: “publicada en El Universal durante la década [¡diez años estuvo publicándose!] de los años 30 del siglo pasado […]”.

Por supuesto, como muchos otros, sin fundamento, sin conocimiento del idioma de los binni zaes, pero sí con ignorancia sobre el español, Maqueo Castellanos afirma rotundamente:

“La sandunga es istmeña, juchiteca. Si no lo probara su propio nombre [¿?] que en español no tiene significado, sí puede tenerlo en idioma zapoteca o mexica [a él le da igual], formándose del prefijo “tza” (como en tzapotl, Tzanatepec, etc), y de la palabra “ndunga”, por lo que escribo zandunga con zeta y no con ese; lo probaría su tonalidad, su ritmo, propios de la música istmeña y hasta sus propios compases ‘estridentistas’ de coda o final, más propios todavía de aquella música”. (Rojas Petriz. Sandunga. Música sublime. Símbolo de unión. Pág. 114).

Don Esteban andaba perdido… totalmente, de tal manera que hace a Máximo Ramón, oriundo de Juchitán y devoto de San Vicente, si no vean:

“En el valle también se asienta ‘Xochitlán’ (lugar de flores, según el bautismo de los méxica (sic) […] bajo el techo de la humilde tejabana (sic), agoniza tal vez en aquel momento la madre amada que en vano aguarda a su hijo para darle la última bendición y entregar su alma a ¡DIOS! (sic)”.

Con lágrimas seguimos el terrible relato, mientras pensamos si de aquí habrá comenzado eso de llamar a Juchitán así en la actualidad:

“Ya se perciben, diluidos, los toques de las últimas campanas […]: ‘Señor San Vicente, Santo Patrono, que yo alcance con vida a mi madrecita y te llevaré muchas ceras y blancos racimos de flores de coco”. (Pag. 115, de la obra citada)

Lo dejamos hasta ahí. El lector respirará aliviado de que el pobre Máximo ya no tuvo que subir a quién sabe cuántas docenas de cocoteros para llevar al templo de Xha Vizende las mentadas flores que sólo a don Esteban Maqueo se le ocurre ofrecer.

Como el señor Maqueo no era filólogo, no sabe de qué habla en su escrito; se le ocurre que esa presunta raíz puede ser de una u otra lengua. En náhuatl no es de lo más común ese prefijo tza, como el más importante azt, por ejemplo.

En el libro “Las partículas del náhuatl”, de Víctor Manuel Castillo Farreras, Karen Dakin y Roberto Moreno de los Arcos, los autores señalan que:

“TZA”, es forma intensiva, iterativa, frecuentativa, con sentido causativo, por ejemplo:

Cueponi, abrir la flor; cuepotza, hacer que estén abriendo las flores y “Tzalan”: entre, en medio de.

Y en Wikipedia encontré:

(1a) Tzahtzi in cihuātl

‘La mujer grita’

(1b) Ca cihuātl in tzahtzi

‘Es una mujer la que grita’

Y sin la “T” hallé en la obra citada antes:

Za, Zan: sólo, solamente; sin versión exacta.

El escritor que buscaba raíces a Zandunga ignoraba que no es lo mismo dar un nombre (como su equivocado ejemplo: Tzanatepec (Zanatepec), para un topónimo, como es el caso del cerro de los zanates o de la fruta zapote, que para una expresión coloquial; por lo tanto no sirve su símil, como se demuestra con estos ejemplos tomados del libro mencionado:

Zammochipa: siempre.

Zampani: disimuladamente.

Zan, za: sólo, solamente; empero, mas.

Zan achiton: por poco.

Zan achica: a menudo, frecuentemente

Es decir, nada que ver que con eso “lo probaría su tonalidad su ritmo…”. De la tan famosa “ndungaá”, don Esteban ya ni dijo nada, porque nada sabía.

Una del Ateneo, otra inventora

Otra participante Más adelante, en el libro México: leyendas y costumbres, trajes y danzas (México, edit Layac 1945), compilado por Luis Álvarez y Álvarez de la Cadena, en el apartado “La Sandunga”, María Elena Sodi de Pallares, afirma:

“Desde luego la palabra sandunga quiere decir jota [¡!], baile alegre y popular. En zapoteco la palabra se escribe ‘Sa ndu ngá’”.

La autora de Los cristeros y José de León Toral, de distinguidos apellidos, se sabe nació en la Ciudad de México, pero no encontré dónde aprendió zapoteco. Esta destacada mujer, quien comenzó su carrera literaria a los 14 años, miembro del Ateneo Mexicano de Mujeres, para sostener su tesis consigna unos versos:

“Saa ndu ngá

Paa ñáándá pa guieeh lu neza…”. (Pag. 365)

Este ensayo de María Elena Sodi, también apareció en Ideas. Revista de las mujeres de América. Fecha: Julio, 1946. No.24. Tomo 11.

 

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