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La Sandunga tiene origen zapoteco

Segunda parte

SIN DERECHO A FIANZA.- El nunca bien ponderado Wilfrido C. Cruz afirmó en su famoso libro: “Corren los años y la investigación histórica nacional, tardía, inerte, perezosa, quizás anhelante de provindenciales hallazgos, nada ha hecho por descubrir la génesis o el secreto de la evolución de muchas manifestaciones del arte popular mexicano […]”.

Más de medio siglo después parece que no hemos avanzado mucho. Quien no investiga, para salir del brete y darle un barniz de seriedad a su trabajo, acude a lo fácil: “Según algunos estudiosos…”; “Los expertos han señalado…”; o en el tema musical de La Sandunga: “Algunos etnomusicólogos afirman…”; o cita a un verdadero investigador pero citado por otro, sin consultar la fuente directa; es decir, hacen citas de citas.

Decíamos en la entrega pasada que otra personalidad que aporta su esfuerzo para sostener la tesis de que sandunga tiene origen zapoteco, fue la destacada escritora María Elena Sodi de Pallares, quien escribió:

“Desde luego la palabra sandunga quiere decir jota [¡!], baile alegre y popular. En zapoteco la palabra se escribe ‘Sa ndu ngá’”.

Aunque la Sodi escribió sobre el son jarocho, el jalisciense y otras manifestaciones del folclor mexicano, la sospecha de que doña Elena no tiene idea de lo que habla comienza desde su primera línea, cuando explica que el significado de sandunga: “quiere decir jota, baile alegre…”.

La escritora está confundida en la “geografía” musical de España. En primer lugar, ningún español confundiría la brincadora jota con el flamenco, ya que la primera pertenece a la zona norte, la que colinda con Francia y “arriba” de Portugal (por eso se dice: la jota de Aragón, la de Castilla, la de Navarra y La Rioja, la «montañesa» de Cantabria, la de Asturias, la de Galicia…).

Mientras que la región de donde, indudablemente, proviene el antiguo ritmo de La Sandunga es la parte contraria: Andalucía, de frente a África (zona donde primero se asentaran los moros y la última de donde fueron expulsados) y ahí no hay jotas (aunque un fandango tenga el nombre de “jotilla”).

Con esta información, creemos que, también como a Esteban Maqueo (quien seguro confunde la flor de coco con la de coyol) a la escritora alguien le dio datos equivocados sobre el zapoteco como para afirmar que sandunga “se escribe ‘Sa ndu ngá’”.

Sobre el error de Esteban Maqueo, el médico Marco Antonio Toledo —a quien solicitamos acceso a los archivos de su padre, el doctor Gustavo Toledo Morales, estudioso de la lengua y cultura zapoteca del istmo, y a quien se debió el impulso del primer diccionario en esa lengua en Tehuantepec—, nos dice:

“En el istmo, en Semana Santa, la flor de coyol es la mayor ofrenda para Jesucristo. Esteban Maqueo comete el error de confundir la flor de coco con la del coyol, considero que es por el parecido de esta (aunque la de coco es más pequeña); además que la de coyol la produce una palmera muy parecida al coco. Mucha gente que intenta escribir cuestiones culturales, no conoce el contexto, hace malas interpretaciones, y si a esto le agregas que no investiga…”.

No hay para dónde hacerse

Los defensores de la invención de zandunga en zapoteco, esgrimen que su raíz es zaá (algunos saá) que significa fiesta, festividad, música; Ndu: honda, profunda y Ngaa: esa. Y que unidas se traduce como “esa música honda, profunda”.

Aducir como cierta esta coincidencia fonética sería como aceptar que el náhuatl tiene raíces griegas porque theos, significa dios, como teotl en la lengua de los azteca.

Primero. Si es zandunga, entonces, ¿por qué nunca investigaron quién era el compositor zapoteca que andaba regando su talento por Cádiz, Jérez y Sevilla a mediados del siglo XIX? Porque se supone que de allá vino esa pieza.

Ya que, de ser zapoteco el asunto, uno de nuestra raza tuvo que vivir en España para componer allá el “jaleo” que era La Sandunga, porque de ahí salen esos ritmos y melodías hacia América.

Segundo. Para esa época ya se registraban la obras (en el istmo zapoteca seguro que no); entonces, La Zandunga que llegó a México debió tener un autor (cuyo nombre no iba a aparecer en el programa del que todos echan mano). Nadie investigó.

Tercero. Si la palabra tuvo origen zapoteco el creador de la misma (una persona de cultura superior a la media de ese entonces), debió explicarla en algún lado. Porque a fuerzas es una palabra compuesta (como hojalata, agridulce, correveidile).

Cuarto. No pudo ser una palabra prehispánica porque a nadie de esa época se le ocurriría decir sobre alguna pieza “música, honda, profunda” (ni pensar en referirse a una mujer sensual); eso es un concepto occidental.

La música, para los pueblos precolombinos, tenía un sentido religioso y, si entendían la música como el supuesto significado de zandunga (música profunda), entonces toda su música sería considerada así, por lo que no distinguirían a una sola pieza con ese nombre. Por lo tanto, esa palabra sería común entre los zapotecas del virreinato. Pero no aparece por ninguna parte.

Quinto. Si fue creación posterior, tuvo un autor específico. Decimos esto porque a la llegada del español, los pueblos de lo que sería América no habían alcanzado tal grado de cultura lingüística como para crear o traducir a su lengua los nuevos vocablos, utensilios o conceptos traídos de Europa, por lo que dieron nombres a muy poco de lo nuevo. De no ser así, hoy tendríamos una lengua formidable.

Por ello, sólo “zapotequizaban”; es decir, al igual que los españoles, como no podían pronunciar correctamente, alteraban la fonética: Cuauhnáhuac= Cuernavaca; Huitzilopochtli= Huichilobos; Oaxyacac= Guajaca.

Así también entre los zapotecas: Por eso hoy se dice, bladu en lugar de plato, beshu es peso, aguyaá es aguja y Xha Vizende es San Vicente (y no como alguno traduce: “Lugar de San Vicente”).

Otros grupos intentaban atrapar en su idioma lo nuevo. Como los indígenas de lo que hoy es USA, por ejemplo, que usaban su legua para designar lo que recién conocían: es fácil entender, por los western, qué es “palo de trueno” (en la realidad: “palo de trueno sin humo”); “agua de fuego” o “caballo de hierro”. Ya no pudimos observar su avance porque casi los exterminaron.

Los actuales zapotecas, principalmente de Juchitán, quieren rescatar su lengua e intentan traducir lo contemporáneo: bichuuga li es teléfono y biaani’ zaahui es televisor.

Se hace la digresión anterior para señalar que si la palabra zandunga fue creada, debió ser especial su momento y no pudo pasar inadvertida esa invención, por lo menos no más de 80 años, que es cuando “aparece” su etimología.

Ahora, quienes defienden esa grafía y esas raíces deben explicar cómo aparece esa palabra zapoteca en España y viene a México o cómo se va de acá y luego regresa sin que nadie se dé cuenta.

Aclaro que no soy un profundo conocedor de la lengua zapoteca, ni siquiera tengo el orgullo de saber hablarla, aunque mis padres y abuelos, por las dos líneas, lo hablaron. Por ello, démosle voz a un verdadero conocedor de la cultura no sólo istmeña, sino de casi todas las etnias oaxaqueñas.

Wilfrido C. Cruz desmiente

Si los investigadores actuales, que defienden la tesis de que sandunga es zapoteco, leyeran a Wilfrido C. Cruz, nos ahorraríamos mucho tiempo (de pasada: la Secretaría de Cultura debería editarlo por capítulos; tal vez así, el Magisterio podría enseñarlo a los niños).

En su famoso libro Oaxaca Recóndita (1946. Reeditado en 2002 por el IEEPO), en el capítulo dedicado a La Sandunga, el espinaleño se refiere al inefable don Esteban Maqueo (los subrayados son míos, las negritas de don Wilfrido):

“Lamentable error el del señor Castellanos al asegurar que la palabra ‘sandunga’, en la lengua de Cervantes no tiene significado alguno […]. …quiere decir gracia, donaire, salero, ya se ha repetido hasta el cansancio. Ahora bien, si la primera sílaba de la voz ‘Sandunga” corresponde etimológicamente al prefijo ‘za’, que designa todo lo que caracteriza y distingue a los zapotecas, ¿qué significa ‘ndungáa’ en zapoteco o mixteco, según el autor de esta peregrina versión?

“El escritor no lo dice, sencillamente porque no conocía dichos idiomas nativos, pero nosotros, que creemos conocer uno de ellos, el zapoteco, con el testimonio de todas las personas enteradas de su estructura y de su alcance ideológico, podemos afirmar categóricamente que ndungá en dicha lengua no corresponde a ninguna idea y, por otra parte, de existir el vocablo en mixteco, ninguna relación tendría con el Son Sandunga típico del Istmo de Tehuantepec y no de la Mixteca.

“[…] Está bien que los poetas inventen cuentos y leyendas más o menos interpretativos del alma de nuestras razas, pero cuando se trata de averiguar el origen de un hecho, de responder ante la interrogación […] de nuestra realidad, precisa refrenar el Pegaso de la imaginación para no inventar explicaciones que no hacen sino estorbar más la búsqueda de la verdad.” (Pág. 309).

 

abril 2011
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