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Sindicatos: ¿defienden o conculcan derechos?

Mucho ha cambiado desde aquellas marchas apoteósicas en que la clase obrera desfilaba en apoyo del mandatario en turno (presidente de la república y gobernadores) cada 1 de mayo para, más que recordar la lucha por sus derechos, mostrar la pleitesía corporativa y la entusiasta sumisión de sus líderes con los dueños sexenales del poder.

Pero poco o nada ha cambiado esta relación corporativa, clientelar, que limita los derechos de los trabajadores, en que se han convertido una mayoría de los organismos sindicales; desde las rémoras del corporativismo oficial, hasta los que se dicen de avanzada.

Han cambiado los caciques sempiternos que se mantenían al frente de los sindicatos y del “movimiento obrero” durante años, décadas, en que Fidel Velásquez fuera su más pura expresión. Pero han cambiado poco.

Al frente de la CTM se mantienen vetustos personajes: A Fidel Velásquez lo sucedió Leonardo Rodríguez Alcaine y a éste, el octogenario Joaquín Gamboa Pascoe.

En el sindicato magisterial, Elba Esther Gordillo Morales lleva un par de décadas como lideresa y ha asegurado continuar al frente otro par, al menos.

En el antes combativo dirigente del Sindicato de Telefonistas, Francisco Hernández Juárez, desde 1976 es su líder único.

Cierto, hace rato que ya no se hacen los grandes desfiles para agradecer al presidente o al gobernador los “favores recibidos”; en que las porras y loas han derivado en mensajes críticos, en la exigencia de atención a demandas, en la denuncias de excesos.

Si bien la forma y el contenido de los mensajes ha cambiado, no ha sido así con el fondo en las relacionarse internas sindicales, en que una cúpula decide el destino, las vías de lucha y las exigencias reales (más allá de las largas listas de pliegos petitorios) que hay que negociar.

La pasividad de los trabajadores que se convierten en la masa que se esgrime para negociar, en el capital político de los líderes, en la carne de cañón que se moviliza, pero al que se toma poco en cuenta y las más de las veces es utilizado por sus dirigentes.

Por un lado, algunos sindicatos poderosos: Pemex, SUTERM, SNTE, se han convertido en los privilegiados del sistema; su peso político, su control corporativo, sus millonarios recursos, les permiten un amplio margen de maniobra que va más allá de la defensa de los derechos laborales, para ofertar sus servicios a grupos políticos.

El caso de Elba Esther Gordillo y el SNTE que, según la coyuntura y el escenario, apoya a algún partido político en procesos electorales, es el más claro ejemplo, si bien no el único.

En Oaxaca, con poca organización de la clase trabajadora, paradójicamente los sindicatos actúan en la lógica señalada: como grupos políticos en la competencia por el poder o al servicio de otros.

Y, como señalan la sicología al ejemplificar la terapia espejo: a quien más se critica es al que más se parece. Por ello, el ejemplo más claro de ese actuar corporativo, clientelar, antidemocrático, es en sindicato magisterial; un clon del SNTE de Elba Esther, de quien se declaran acérrimos enemigos y critican su actuar.

Basta ver cualquiera de sus resolutivos de sus asambleas; o el larguísimo pliego petitorio entregado previo a sus movilizaciones de mayo, o a su principio “táctico” movilización-negociación-movilización.

Una revisión de unos y otros muestran que lejos están de la defensa de los derechos de sus agremiados; más lejos de la defensa del derecho a la educación de niños y jóvenes, que demagógicamente enarbolan como discurso para sus movilizaciones; que es mero pretexto discursivo su lucha progresista, de izquierda, contra el neoliberalismo, las trasnacionales.

El corporativismo, el clientelismo, la antidemocracia han sentado ahí sus reales.

No es el único caso. En la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, los cinco sindicatos son instrumentos de los grupos de poder para mantener el control del campus universitario.

Que sólo dos: STAUO (ahora confrontado internamente) y SUMA (también con fuertes escisiones por las pretensiones hegemónicas del grupo en su dirección) por ser de académicos sean los que pueden poner candidatos a rector, no es obstáculo para que los otros —STEUABJO, SITUABJO y SECUABJO— sean arietes que también buscan sus parcelas de poder. Los derechos de sus agremiados, también ahí pasan a segundo término.

Estas características van en contra de los derechos de los trabajadores y, más aún, atentan contra los derechos de terceros: niños y jóvenes que pierden la oportunidad de una educación de calidad; personas que se ven atrapadas en las continuas movilizaciones; la economía que se va a pique; de esta visión equivocada de la lucha social que destruye opciones antes que construir alternativas.

Y la relación con la parte patronal no es más civilizada. En 2006 trabajadores de una empresa materialista, exhibieron los malos tratos, abusos, violación permanente de garantías mínimas y dignas para su trabajo: la esclavitud en el siglo XXI.

En la relación gobierno con su sindicato de burócratas, en el pasado régimen, cuando había una creciente inquietud para revisar la ley de pensiones y las condiciones laborales, el sometido sindicato de burócratas acordó con el gobierno estatal que en Semana Santa no se laboraría.

Esto, una aparente conquista gremial, se usó para desmovilizar a los trabajadores y evitar protestas ante la conculcación de otros derechos más importantes.

Demandas inmediatistas que bien emplean en casi todos los sindicatos para acallar críticas internas y domesticar disidencias: días más de salario; algunas prestaciones que aumentan. Pero no se toca la base clientelar y corporativa que le da sustento.

Ante los embates, éstos sí reales de las trasnacionales, del gran capital, de los monopolios privados, de los malos políticos, el sindicalismo lejos de responder con la resistencia de los trabajadores y la defensa de sus derechos, se ha convertido en el cómplice de unos y otros.

Justo es pues, no sólo que el sindicalismo retome su esencia, sino que las nuevas generaciones de trabajadores vean en la defensa colectiva de sus derechos una oportunidad para aportar y construir una sociedad más justa.

Que las movilizaciones de mayo no sean pues una reedición corregida y aumentada de las viejas muestras de un sindicalismo subordinado a los poderes políticos y económicos, sino inicio de un proceso de autocrítica y revaloración interna.

Sólo ello podrá abonar en la defensa de los trabajadores, un verdadero homenaje a los Mártires de Chicago, en cuyo honor se instituyó el Día del Trabajo; y a los de Cananea y Río Blanco, precursores de la Revolución Mexicana y verdaderos defensores de las mejores causas y derechos.

vicleonjm@hotmail.com 

Twitter: @victorleonelj

 

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