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La impostura como arma política

Ocurrió lo que ya se veía venir desde antes de las elecciones constitucionales en Michoacán.

No bien se conocieron los resultados, que favorecen ampliamente al PRI, se desencadenó la guerra mediática con toda su furia en busca de anular el proceso y sus resultados. 

El eje de tal campaña, que se pretende prueba plena de graves irregularidades que justifican y exigen la ansiada anulación, estriba en la grabación “clandestina” del diálogo entre un supuesto narcotraficante y un interlocutor desconocido en la que el primero ordena al segundo votar por el candidato priista a alcalde de Tuzantla, en la tierra caliente michoacana, so pena de graves castigos y represalias.

Estoy convencido de que, en casos como éste, salir a sumarse con bombo y platillo a la “enérgica condena” del delito, de sus autores directos y de quienes los protegen, cuando ya todo mundo lo ha hecho y hay un consenso nacional en tal sentido, es más una prueba del protagonismo y de las ambiciones ocultas del autor de tal pronunciamiento que de verdadera convicción y de verdadero repudio a la descomposición de nuestra vida pública.

Quienes incurren en este tipo de impostura caen, irremediablemente, entre aquellos a quienes se dirige y ridiculiza el viejo refrán que dice: a moro muerto, gran lanzada.

Evito, pues, el inútil alarde de mi “enérgica condena” al crimen y a sus autores y paso directamente a mi asunto.

En primer lugar, me parece que, salvo que la grabación que yo escuché esté incompleta o no sea la única, la famosa prueba “gravísima e irrefutable” en contra del triunfo priísta no resiste el mínimo acercamiento de la lupa:

1).- No identifica a los interlocutores y, por lo mismo, tampoco demuestra que son lo que dicen ser, es decir, un narcotraficante y un potencial votante coaccionado en su libertad de elección. Esto vuelve legítima la duda de si no estamos ante un montaje, ante una “prueba” prefabricada, práctica que no es rara en nuestro medio.

2).- Pero aun aceptando su autenticidad (atendiendo al clima de violencia que priva en todo el país), la grabación que yo oí sólo demostraría que el hecho tuvo lugar, que hubo presiones ilegales para inducir el voto en favor del candidato priista a la alcaldía de Tuzantla, pero no que eso mismo haya ocurrido en todo el estado.

3).- Tampoco prueba, si se juzga rectamente y sin segundas intenciones, responsabilidad alguna, directa o indirecta, del PRI o de su candidato a gobernador, como quieren los acusadores.

En efecto, si los criminales andan sueltos y haciendo lo suyo donde pueden, ello es competencia de los órganos encargados de su combate y de la seguridad pública, y no de los partidos políticos; si hay “narcos” con credencial de elector y, por tanto, con derecho a votar, eso es omisión de los IFE, pero no del PRI ni de su candidato.

Para anular las elecciones no basta con demostrar que los hechos ocurrieron, ni que los acusados son los beneficiarios de los mismos; es indispensable, además, probar su responsabilidad en la autoría, material o intelectual.

Quiero, en segundo lugar, comentar mi sorpresa al ver y escuchar, en conocido noticiario de televisión, al licenciado Silvano Aureoles Conejo, candidato perredista perdedor, convertido en la viva imagen de la indignación y de la preocupación por los “gravísimos” acontecimientos de Michoacán, advirtiéndonos del riesgo de que llegue al poder un “padrino” del narcotráfico.

Mi malestar creció con su conferencia de prensa del día siguiente. Acompañado y secundado por dirigentes nacionales de su partido, reiteró sus acusaciones contra el candidato ganador y su partido, dejó más clara su “exigencia” de que se anule el proceso electoral y amenazó con irse “a fondo”, “con todo”, para lograrlo, sin que haya “plan B”, es decir, o todo o nada, o la anulación o Troya.

El tercer hecho ya no me sorprendió: la unión con la candidata perdedora del PAN para “luchar” juntos por el perfeccionamiento de nuestra democracia.

Creo que el pasaje bíblico que narra cómo Jesús salvó a la mujer adúltera de sus perseguidores, honra por igual al Rabí de Galilea y a su pueblo, el pueblo judío.

En efecto, Cristo desafió a los lapidarios diciendo: aquél de entre vosotros que se halle sin pecado, que arroje la primera piedra.

Nadie se atrevió; y uno a uno fueron disolviéndose, lo que prueba la gran honradez y capacidad autocrítica del pueblo de Cristo.

Si esto hubiera ocurrido en México, el resultado habría sido muy otro: aquí habrían sobrado los cínicos e impostores que, a pesar de saberse peores que la adúltera, no habrían vacilado en arrojar la primera piedra.

Y ahí está para probarlo el caso de Aureoles Conejo y sus seguidores. ¿No le constó a todo México el “michoacanazo” que casi alcanza al mismo gobernador perredista?

¿No fuimos testigos todos del caso del “narcodiputado”, introducido de contrabando por sus compañeros al salón de sesiones del Congreso de la Unión? ¿Ya se olvidó que la famosa “Tuta” cobraba en la nómina del gobierno de Godoy Rangel?

Y ¿por qué entonces no vimos al licenciado Aureoles salir con dedo flamígero a señalar culpables y a pedir la cabeza del gobernador? ¿Por qué entonces no vio el peligro y se lanzó “a fondo”, y ahora sí?

El PRD dijo que el “michoacanazo” fue una maniobra orquestada por el PAN desde la Presidencia de la República para dañar su imagen, y parece que el tiempo le dio la razón.

Si fue así, ¿sobre qué base moral, sobre qué principios, sobre qué superiores ideales se funda la alianza de hoy para arrebatar su triunfo al PRI?

La respuesta es una verdad de Perogrullo: no hay tales principios ni tales ideales superiores; todo es una vulgar y pragmática maniobra para hacerse con el poder a cualquier precio.

La impostura y el histrionismo mediático son aquí inocultables. Y me anticipo por si acaso.

A mí no me pidió nadie, ni me paga nadie por decir lo que aquí digo; lo hago por mi elemental incapacidad de quedarme callado ante estos intentos de engañar al pueblo para conseguir su apoyo y simpatía con malas artes; porque quiero ayudar con mi grano de arena a que ese pueblo despierte y aprenda a distinguir la paja del grano y, de ese modo, limpie su camino hacia una vida mejor, libre de falsos profetas y redentores interesados.

Vale.

(*) Dirigente del Movimiento Antorchista Nacional.

 

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