Periodismo libre y comprometido

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Las campañas y la ética en los medios

“Es en los propios periódicos donde verdaderamente se protege y

acrecienta la libertad de prensa o donde se le falsifica,

se le disminuye o se le niega. Depende más de los empresarios

y directores que del gobierno”. Manuel Buendía

————-Primera parte

SIN DERECHO A FIANZA.- Es indudable el importante papel que juegan los medios de información en la vida política del mundo. En México, hoy, La televisión, la radio, los diarios y la red de Internet son prácticamente indispensables en las campañas electorales

No hay duda también, que el papel de los medios ha contribuido a la democracia, como freno a la corrupción y para movilizar a la población en la exigencia de rendición de cuentas o en mayor eficiencia a su gobierno.

Sin embargo, la credibilidad de los medios ha venido decayendo. Algunos analistas lo atribuyen a una especie de periodismo “emergente” en Internet con páginas, portales, blogs… que no toman encuentra la ética periodística, ni siguen los criterios de responsabilidad y los patrones editoriales que antaño regían a los medios, principalmente impresos y que los diarios digitales formales respetaron.

Esta situación ha estado “contaminando” a los medios establecidos. Se plagia alegremente y se injuria. No es inusual que se usen palabras antes consideradas groseras. En Oaxaca se puede leer que un columnista llame “imbécil” a un presidente municipal.

Es cierto que los medios son empresas privadas y que su interés es obtener ganancias por su labor. Pero desde hace muchísimo tiempo, el periodismo se ha considerado una profesión aparte; la sociedad le ha otorgado un sitial de adalid, por ello tenemos un compromiso con esa sociedad para informar con veracidad e imparcialidad; por lo tanto, un medio no puede comportarse como una empresa comercial cualquiera, debe tener deberes que se autoimpone como la base de su legitimidad.

Por eso se han creado los códigos de ética. Como afirma el famoso periodista Charles Green: “Para los periodistas no hay nada más importante que la ética. Un periodista tiene una sola cosa verdaderamente valiosa: su credibilidad. Un periodista que pone en peligro esa credibilidad, a la larga no le es útil ni a la sociedad ni a su profesión”.

Por otro lado, existe esa pequeña circunstancia: que los periodistas no son dueños de los medios. Lo explica Edmund B. Lambeth en su libro Periodismo comprometido: “La independencia de los medios es un mito, en el sentido estricto que quieren otorgarle muchos periodistas. El sistema social y político de los Estados Unidos —como en cualquier país— limita las acciones de los medios. Existen grados de independencia pero el alcance de la libertad de acción de los reporteros y los editores se restringe ante presiones de los propietarios, los editores y los compañeros, los valores sociales y costumbres, y los procedimientos legales normativos”. Un poco más amplio que el epígrafe de Buendía citado arriba.

Pero todo tiene un precio. Lambeth indica que, según una encuesta de 1984, realizada por la Universidad de Chicago, sólo un 16.7 por ciento de los lectores “confiaban mucho” en su prensa.

En México, según, Francisco Abundis, director asociado de Parametría, opina sobre una encuesta del 2006, que señala que un 48 por ciento señaló que “los medios de comunicación siguen siendo confiables”; un 29 dijo que no, y un 19 que “más o menos”.

Para el 67 por ciento, el más confiable era la televisión: “Siete de cada diez personas —67%— mencionaron que les genera ‘mucho’ o ‘algo’ de confianza. Cinco de cada diez dicen que los periódicos —53%— y la radio —51%— son confiables. En contraste, los que gozan de menor credibilidad son las revistas —27%— e internet —21%”.

No hallé estadísticas recientes, excepto una global que, en el 2010, la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales ( FLACSO), con sede en Costa Rica, publicó en un estudio sobre la percepción que tienen los latinoamericanos sobre sus instituciones y sobre temas como la seguridad, la política y la convivencia: “Los medios de comunicación son los que tienen la mejor reputación, mientras que los políticos son los menos confiables […] Casi un 60 por ciento de los latinoamericanos tienen mucha o algo de confianza en los medios de comunicación, y entre éstos, los noticieros de televisión son los mejor valorados […] esta excesiva confianza de los latinoamericanos en sus medios de comunicación se debe en gran medida a que los consideran el mejor vehículo, junto con la protesta en la calle, para hacerse escuchar por el gobierno”.

Como sabemos, la actitud de algunos medios, específicamente Televisa, por su preferencia hacia el candidato del PRI a la presidencia de la República, generó un movimiento que todavía se ignora en que terminará. Esto es sintomático y debería poner a pensar a los dueños y responsables de los medios. El lector, escucha o televidente ya no es un espectador con nula o poca capacidad de interacción con los medios como se definía antes.

No sólo las televisoras deben ser motivo de crítica. En estas campañas es cuando más visible son las relaciones de los mass-media con los políticos. Es notable la “simpatía” de un medio por un candidato. Es muy común que el reportero use una sola fuente; es decir, alguien puede señalar lo que quiera de otro sin que el denostado tenga voz al mismo tiempo en la nota.

Es frecuente asociar al candidato, con el que no se simpatiza, con una relación pasada de malos antecedentes, como cuando se le restriega a López Obrador lo del “Señor de las ligas”. O después de que un candidato de Chiapas asesinó a un militante panista, su foto abrazando a Peña Nieto apareció en algunos medios, implicándolo sin palabras.

Medios de políticos

En Oaxaca es común que un periodista abandone un medio al inicio de una campaña política para luego convertirse en burócrata: “jefe de prensa” de un gobierno, secretaría o institución. Pasada la administración, regresa sin rubor a criticar aquello de lo que un día antes era parte. Aunque hay algo peor.

El periodista se enfrenta a otros problemas, ya que nuevos medios han sido creados por políticos, obviamente para obtener poder en la consecución de sus fines. Y no son pocos los que se lanzan como candidatos y hasta ganan.

Sobre ello Charles Green señala: “¿Es ético que un individuo o una familia que posea un medio de prensa participe activamente como candidato en una campaña presidencial? ¿Es ético que un periodista se postule para un cargo en el gobierno? Mi respuesta es usualmente la misma en ambos casos: No. Pero esa es solo mi opinión personal. Hay quienes argumentan que, si esa persona o esa familia saben apartar una cosa de otra, no incurre entonces en ningún tipo de violación ética.

“Pero esto último casi nunca ocurre. Por lo general, a las organizaciones de prensa se les ordena o se les manipula para que favorezcan la candidatura de su propietario. Por otra parte, no pienso que ningún periodista en funciones debe postularse para un cargo político. Si un periodista siente con tanta fuerza el deseo de entrar en la política, debe renunciar. El solo hecho de postularse va a afectar su credibilidad como periodista”.

No obstante, quien fuera 25 años corresponsal de The Associated Press, menciona a quien estableció el más prestigioso premio en su tipo: Joseph Pulitzer, quien se postuló a un escaño en la legislatura estatal y ganó, “Pulitzer consideró que podía tener más influencia en los temas políticos desde afuera y, como dueño de un periódico en la ciudad de Nueva York, organizó muchas cruzadas periodísticas. Una de las más famosas fue recaudar dinero de los lectores para construir el pedestal de la Estatua de la Libertad. Pulitzer, y muchos otros editores de todo el mundo, han respaldado a candidatos durante distintas campañas por la presidencia. No hay nada incorrecto en eso. Es algo que forma parte de la historia y de la tradición de la prensa libre”.

Sí, afirma Green, no es incorrecto pero, “los periódicos buenos respaldan a los candidatos en sus editoriales, nunca en sus historias noticiosas”.

Sobre el asunto de las campañas y el papel de los medios, Paul F. Lazarsfeld, Bernard B. Berelson y William N. McPhee en la antología Sociología de la comunicación de masas, describen el caso de la ciudad de Elmira (Nueva York) en 1948 a propósito de las campañas presidenciales del republicano Thomas Dewey y del demócrata Harry S. Truman.

Dicen los autores que en Elmira, los tres diarios, publicados todos por Frank Gannett, eran republicanos y lo demostraban. “En un año en el que (a juzgar por las pautas acostumbradas acerca de lo que constituye ‘noticia’) Truman producía como mínimo tanta noticia como su adversario, los lectores de Elmira tenían una probabilidad casi el doble de encontrar material favorable a Dewey.

“En realidad, sin embargo, las columnas de noticias no sufrían una especial desviación, e, incluso, un 40 por ciento eran favorables a Truman. El partidismo de los periódicos se verificaba especialmente ahí donde una mayoría de periodistas juzgaban que su lugar adecuado, es decir, en la página editorial y en la columnas firmadas. Además, había en el periódico numerosos informes y comentarios de tipo no partidista. Alrededor de un 40 por ciento del número total de temas no prestaba apoyo a ninguno de los dos bandos y hacía referencia a actividades de la campaña, artículos generales de los servicios de prensa, etc.”. (p.416).

Ya dijo Gabriel García Márquez: “La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón”.

 

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