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La “guerra sucia” en las campañas

“Las nuevas tecnologías provocaron una multiplicación de los medios. ¿Cuáles son las consecuencias? La principal es el descubrimiento de que la información es una mercancía, cuya venta y difusión puede traer importantes ganancias. Tiempo atrás, el valor de la información estaba asociado a diversos parámetros, particularmente al de la verdad. Se la concebía también como un arma a favor del combate político. Hoy todo ha cambiado. El precio de una información depende de la demanda, del interés que suscita. Lo primordial es la venta. Una información se considera sin valor si no llega a interesar al gran público”. Ryszard Kapuscinski

——-Segunda parte de “Las campañas y la ética en los medios”.

SIN DERECHO A FIANZA.- Comunicar e informar con libertad son derechos fundamentales protegidos por la Constitución. Sin embargo, a veces, sus límites son rebasados por los medios, como cuando trasgreden el derecho que tiene un ciudadano de no ser acusado sin pruebas; no publicar su derecho de réplica o inmiscuirse en su vida privada.

Desde hace doce años la forma de hacer campañas comenzó a cambiar en México. Vicente Fox fue pionero en los insultos a sus contrincantes, como los que lanzó contra Francisco Labastida (“mariquita sin calzones”). Seis años después tendría respuesta en boca de Andrés Manuel López obrador: “Cállate chachalaca”, insulto al presidente de la República que, por cierto, se originó en nuestro estado, en Tehuantepec, el 16 de marzo de 2006.

Esa pobre cultura política y pérdida de valores éticos se mostró con desmesura en las campañas de ese año: las diatribas y calumnias se incrementaron, así como la compra ilegal de tiempo en los medios para la propaganda electoral. No fue diferente en este 2012. La expectación ciudadana dejó de ser inerte y los reclamos son conocidos con los jóvenes de “Yo soy 132”, a la cabeza.

Los escándalos en lo que se inmiscuía (o se pretendía hacerlo), a los candidatos eran tantos que y en tantos medios que un lector normal no tenía tiempo para conocerlos todos. Los principales eran sobre Peña Nieto y Andrés Manuel. Sería ocioso enumerarlos. Mientras en otros países se privilegian las propuestas de los candidatos, aquí vimos exhibido lo negativo de cada uno y la postura ética de los medios, inmersos en la “guerra sucia” con la publicación de chismes, calumnias, grabaciones ilegales, rumores…

Las encuestas fueron instrumento primordial que los candidatos enarbolaban con la plena participación de periodistas. El panista Rafael Jiménez denunció que Milenio Diario “publicó un mismo estudio hasta 70 veces en un día”. Es que muchos medios replicaban esa información. En Oaxaca pudimos notar que en algún medio sólo se publicaba la encuesta que favorecía a quien tenía espacio comprado en el mismo. Hoy las empresas encuestadoras tendrán que trabajar mucho para recuperar la credibilidad.

No obstante, todo este panorama debería dar apertura a los procesos reflexivos sobre el proceder de los mass-media en cuanto a la ética y la observancia de la ley para pensar en las reformas legales que normen su función.

Porque, aunque el artículo 342 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe), prohíbe la difusión de propaganda política o electoral “que contenga expresiones que denigren a las instituciones y a los propios partidos, o que calumnien a las personas”, esto se hace porque en la reforma electoral de 2007-2008 (que prohibió la injuria en spots de radio y televisión) hay vacíos sobre el tema, que hoy aprovechan los candidatos para descalificar al adversario, por lo tanto, se puede seguir denigrando, porque, como explicó el famoso Leonardo Valdés, presidente del IFE en una entrevista con CNN: “Sólo en la propaganda de los partidos políticos está restringido, todo lo demás es libertad de expresión (…) en cualquier otro tipo de manifestación distinta a la propaganda de los partidos políticos, el IFE no tiene facultades ni para ejercer censura ni para sancionar”.

También los medios en Oaxaca

La forma de reportear campañas ha cambiado. Hace unos veinte años, este negador de fianzas era reportero en la zona del Istmo, y cubría su primera campaña a gobernador del estado. Sin excepción, buscábamos la nota; entrevistábamos a los candidatos, a sus coordinadores, a la gente que asistía, a los personajes relevantes… claro, asistíamos a los mítines o actos políticos (y no les llamábamos equivocadamente “eventos”).

Hoy, son muy pocos los reporteros que escriben sobre un acto de esos. La mayoría espera el boletín que emite la correspondiente oficina de prensa. Ni siquiera hay que esperar, porque el comunicado es enviado al correo electrónico del periódico. Si eso es lo que desean los candidatos, está bien, lo negativo es cuando se engaña al lector al intentar pasar como nota ese mensaje al firmar un reportero el boletín. Es una falta de ética. En la mayoría de los medios esas informaciones aparecen sin firma.

En algunos medios fue notorio observar que las notas desfavorables eran para el candidato cuya propaganda no aparecía en ellos. No en pocos casos, la información usada era la que aparecía en las redes sociales, que se han destacado por proporcionar chismes, encuestas falsas, fotomontajes, falsas convocatorias o la ridiculización del aspirante al que se detesta.

Es en esta época cuando más atención se le ha puesto al rumor que propalan estas redes, y la escasa preocupación por aclarar cuando hay falsedad. Esto también ha sido usado por columnistas a lo que se le suma una “herramienta” más: la información que, presuntamente, llega a “su correo”.

Cualquiera puede hacer un correo con identidad falsa. Prácticamente un usuario normal no puede saber si el que envía el e-mail es la persona que dice ser. Por lo tanto un mensaje de este tipo no debería ser usado por un columnista, ya que es anónimo y no se está seguro de su veracidad (también puede ser una argucia para denostar y echarle la culpa a un lector).

Marco Levario Turcott, en su libro La borrachera democrática de los diarios, dice que Carlos Castillo Peraza “ponía el ejemplo de que si un periodista injuriaba o cometía cualquier exceso o dislate, siempre se tenía como defensa la estratagema de la libertad de expresión. Pero luego decía que esto no funcionaba en cualquier otro oficio, digamos de un arquitecto o un ingeniero, porque si estos fallaban en cualquier construcción podrían dejar de tener licencia para ejercer su oficio”.

Otro caso pasa con las cuentas falsas de Twitter. En Oaxaca, hubo un candidato que hasta cuentas de “chicas porno” incluyó entre sus seguidores (por error de su equipo, se supone).

Sobre el asunto de la desinformación en las redes, el Observatorio y Monitoreo Ciudadano de Medios (Omcim) publicó que “Los equipos de campañas de los candidatos y la candidata recurrieron a voceros no oficiales que agredían y transmitían contenidos que no hubieran podido ser admitidos en los canales tradicionales de comunicación.

“Se detectaron cuentas automatizadas o bots, se captaron disputas por la colocación de hashtags y producción de trending topics; fue evidente la creación de redes de personas, pagadas o espontáneas para desestabilizar; estuvo presente la violencia verbal, las descalificaciones, hasta amenazas de muerte y discursos triunfalistas.”

Las pruebas sobre lo que se publica en las redes, nos indica que debemos dudar sobre la verdad de su contenido. Un editor, columnista o articulista deberá ser muy cuidadoso al usar esa información. La mayoría de lectores no investiga, por ello las mentiras son repetidas sin cuento y acaso lleguen a ser “verdad” para muchos.

El enfoque, esencial para el propósito

La tendencia a sesgar la información en algunos medios también se pudo ver en estas campañas. Cito lo publicado en el diario Noticias por Gubidxa Guerrero el 25 de junio sobre la llegada de Peña Nieto al Istmo.

“Mientras tanto, a las afueras de la concentración multitudinaria se manifestaban jóvenes del movimiento #Yosoy132 gritando consignas en contra del abanderado del tricolor. El asunto no pasó de empellones y una riña verbal entre éstos y los simpatizantes del PRI. Sin embargo, antes de que anocheciera, ‘La Jornada’ ya reseñaba en su página de internet el hecho, de forma, tal vez, un poco tendenciosa.

“Según la referida nota, ‘militantes del Partido Revolucionario Institucional agredieron verbalmente y a empujones a un grupo de jóvenes estudiantes del movimiento #Yosoy132’”.

Agrega Gubidxa: “Creo que si el mitin fuera de Andrés Manuel López Obrador y la manifestación en contra suya, ‘La Jornada’ publicaría algo como ‘provocadores intentaron frustrar concentración pacífica de AMLO’. La objetividad de la información no sólo debe exigirse a Televisa y Tv Azteca sino a todos los medios informativos”.

Esto me recuerda aquella imaginaria carrera entre un atleta ruso y un norteamericano en el marco de la “Guerra fría”. Aunque el cuento se inventó de este lado, ganó el soviético.

Los corresponsales de la URSS y USA enviaron los respectivos cables a su país. El que recibió Moscú decía. “Ganó el soviético, el norteamericano en último lugar”.

Y en Nueva York recibieron un texto muy meditado por el corresponsal gringo: “Corredor americano en segundo lugar; el ruso llegó penúltimo”.

Estrictamente hablando, los dos decían la verdad. Pero el periodismo objetivo es otra cosa.

 

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