Periodismo libre y comprometido

Search
Search
O A X A C A Clima de Hoy

No me da miedo la muerte, no debe ser tan mala, incluso puede ser bellísima: Chavela Vargas

Chavela Vargas le cantó y vivió para México; también fue alcohólica, rebelde y pionera de los arrancones

El indiscutible talento y la singular vida de Chavela Vargas (1919-2012) hicieron posible que la mexicana nacida en Costa Rica pasara de ser una “vieja borracha” a una “divina briaga”, tal como se lo dijo cariñosamente Patricia Reyes Spíndola cuando la actriz condujo un homenaje a la cantante en el Teatro de la Ciudad, en abril de 2009.

En aquella noche, cuando se festejaban 90 años de edad de Vargas, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, la declaró oficialmente Ciudadana Distinguida de la capital del país. Joaquín Sabina, sabedor de tal distinción, le dijo a Chavela por medio de un video: “¡Quién iba a imaginar que algún día íbamos a ser declarados ciudadanos distinguidos!”

En efecto, difícil imaginar a Chavela Vargas como Ciudadana Distinguida de la misma urbe donde, medio siglo atrás, la gente le gritaba insultos en la calle relacionados con su lesbianismo (“¡Marimacha!”). Rebelde por naturaleza, Vargas le cantó las rancheras a las mujeres y fue famosa por conquistar a bellezas de cualquier clase social. “Ponme la mano aquí, Macorina”.

También fue pionera de los arrancones en pleno Paseo de la Reforma, a bordo de un auto Alfa Romeo que le regaló el entonces presidente Adolfo López Mateos, otro bohemio irredento. Y durante años Chavela también se trepó al Caballo Blanco, así llamado el auto de ese color que manejaba José Alfredo Jiménez y que les sirvió a ambos para desplazarse a donde les diera la gana, en borracheras que duraban días, semanas y hasta meses.

Cuando el compositor guanajuatense falleció, ella se tomó dos botellas de tequila en su honor y cantó ante el féretro. Vargas calcula haber bebido 45 mil copas en tres décadas de dipsomanía; en broma, decía que quería donar su hígado a quien lo solicitara.

Según Carlos Monsiváis, Vargas era el hemiciclo a José Alfredo.

Nació como Isabel Vargas Lizano, el 17 de abril de 1919, en el poblado San Joaquín de Flores, provincia de Heredia, Costa Rica. Desdeñada por sus padres, creció en el campo entre maltratos de unos tíos y estuvo a punto de quedar paralítica a causa de poliomielitis. Desde niña absorbió la sabiduría indígena (de adulta fue nombrada chamana por líderes huicholes) y siempre supo que su destino era el mundo.

Aún adolescente, vendió unas gallinas y viajó a la ciudad de México, donde se hospedó en pensiones miserables. Cuenta la leyenda que José Alfredo Jiménez la oyó cantar en una esquina de la avenida Insurgentes y la adoptó artística y afectivamente.

Chavela también vivió en la Casa Azul, al lado de Diego Rivera y Frida Kahlo, con quien supuestamente tuvo un amorío (en el libro autobiográfico Las verdades de Chavela se publica una carta en la que Frida le dice a Carlos Pellicer que deseó a la cantante desde el día en que la conoció). En esa casa conoció a personajes como Trotsky, Tina Modotti, Paul Weston y Manuel Álvarez Bravo.

Heredera de Lucha Reyes, cantó en antros de mala muerte y en cabarets de renombre como El Quid, El Patio y La Taberna del Greco. Durante 15 años se perdió totalmente en el alcoholismo y dejó de trabajar.

Apoyada por Jesusa Rodríguez, en 1991 regresó al mundo del espectáculo con presentaciones en El Hábito, de Coyoacán. Ahí la observó un empresario que la llevó a España, donde enamoró al público y a personajes como Pedro Almodóvar y Joaquín Sabina.

En 1993 Almodóvar la utilizó en el soundtrack de Kika (“Luz de luna”); en 1995 en La flor de mi secreto (“En el último trago”), y en 1997 en Carne trémula (“Somos”). Él mismo la presentó en el Olympia de París y dijo que, aparte de Jesucristo, nadie ha abierto los brazos como Chavela. Sabina compuso para ella “Por el boulevard de los sueños rotos”.

En 2000 recibió en Madrid la Gran Cruz de la Orden Isabela Católica y ofreció un concierto telúrico en el Zócalo de la ciudad de México (esa noche se enteró que uno de sus hermanos se había suicidado).

Invitada por Salma Hayek, en 2002 apareció en la cinta Frida, de Julie Taymor, donde cantó “Paloma negra” y “La Llorona”.

Los últimos años de su vida los pasó en una casa de Tepoztlán, platicando con el Cerro del Tesoro (Chalchi). En 2007 obtuvo un Grammy Latino a la Excelencia Musical, pero no asistió a Las Vegas para recibirlo (se lo enviaron por mensajería).

En 2010 grabó el álbum Por mi culpa, en el que hizo duetos con Joaquín Sabina, Eugenia León, La Negra Chagra y Lila Downs (a quien nombró como su sucesora). Ahí, Vargas afirmó que no recibía “ni un centavo” de más de 40 discos grabados previamente.

En abril de 2012 celebró 93 años de edad en Bellas Artes y al mismo tiempo presentó el álbum La luna grande, en homenaje a Federico García Lorca. La voz de Chavela no se escuchó con la potencia de antes, pero el público la ovacionó a rabiar.

En junio cumplió su último deseo: presentar La luna grande en España y volver a alojarse en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde antes platicó con el espíritu de García Lorca. El esfuerzo de este viaje la mandó a un hospital madrileño varios días; regresó a México con apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores y viajó del DF a Tepoztlán en ambulancia.

Los últimos días de su vida los pasó en un hospital de Cuernavaca, aquejada de insuficiencia cardiaca, neumopatía y falla renal crónica, entre otros males. Dos años antes de morir, le dijo a este reportero: “No me da miedo la muerte, no debe ser tan mala, incluso puede ser bellísima”.

 

Scroll al inicio