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¡Bienvenido el 2013!

Al leer estas líneas, estimado lector; seguramente ya estará contando los minutos y las horas que faltan para que concluya el año 2012. Es algo natural en el ser humano. Creer que todo cambio será para bien, para mejorar, para hacer las cosas de manera distinta.

Más cuando se trata de un año nuevo: se tiene la expectativa de cómo será, qué nos deparará, qué oportunidades nos traerá. Olvidamos en ello, que el simple hecho de estar en el umbral de un nuevo tiempo es motivo de reflexión y de gratitud.

Las empresas suelen hacer un balance con fecha 31 de diciembre para saber cómo se encuentran, si tuvieron utilidad o pérdida, para valorar sus inventarios, para saber si sus metas se cumplieron o no. ¿Y nosotros?

Es por ello que deseo aprovechar estas líneas para que juntos contemos nuestros aciertos y nuestros errores; los primeros para que ubiquemos a qué se debieron y los segundos para que nos dejen su enseñanza. Decía un conocido filósofo, que sólo aquél que no hace nada no se equivoca, por lo que el haber tenido errores es algo común de quien actúa.

El problema radica en no aprender de ellos, así que si erramos en algún momento, ubiquemos cuál fue el motivo y saquemos del costal que cargamos dicha falta y guardemos en nuestra mente y en nuestro corazón su lección, para eso sí, tener el firme propósito de no volverlo a repetir. Pensemos que las esculturas más valiosas se han hecho a base de golpes muy fuertes.

Ahora vayamos con los aciertos; los que deseo se le multipliquen en el año venidero. Siempre he supuesto, que si fuéramos de esas máquinas que la ingeniería ha creado, seguramente haríamos la función que nos corresponde sin ninguna falla, en nuestro mundo todo sería perfecto.

Pero afortunadamente en nuestro cuerpo no tenemos chips, ni redes conductoras que nos indiquen qué es lo que debemos hacer; por el contrario, hemos sido dotados de un corazón y de un cerebro que nos permite discernir y tomar las decisiones que a nuestro libre albedrío consideramos pertinentes.

Eso es lo que nos hace diferentes a las máquinas que todo lo hacen bien. Por eso cuando acertamos en algo, nos causa satisfacción y alegría, pues aunque no lo reconozcamos ha sido nuestro corazón y nuestra mente la que nos permitió alcanzar tal logro, pero ¿damos gracias? A veces la soberbia y el orgullo opacan nuestros logros, la vanidad nos cubre con su envoltura de falso oropel y así andamos por el mundo.

Olvidamos que estamos de paso en este planeta y que nuestra responsabilidad es hacer cosas buenas. Qué bueno que tengamos logros y que mejor que sea la humildad quienes los presenten.

Si sumamos o mejor aún, si multiplicamos nuestros aciertos con nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra comunidad y especialmente en nosotros mismos, seguramente ese próspero año habrá de llegar. Porque el que así sea depende de nosotros, no de las profecías mayas o de un horóscopo.

Hace apenas unos días, fuimos testigos de cómo muchas personas creyeron que el fin del mundo estaba cerca, mientras otro tanto creímos que era el inicio de una nueva era llena de luz, de solidaridad y de optimismo. Eso nos confirma que cada quien cree en lo que espera.

Se construye lo que se planea y se trabaja en lo que se sueña. El mundo será lo que nosotros queramos que sea, así de sencillo. Es por ello que debemos estar alegres por la llegada del año 2013, decía mi Madre en paz descanse, que años nones, son años de dones; ¿y si nos la creemos?

Hay tantas cosas por las cuales dar gracias, sólo que en nuestro ajetreo ordinario no nos damos el tiempo necesario para enlistarlas y proceder a ello, pero que tal que en el 2013 comencemos a hacerlo.

Como decía Mahatma Gandhi: “He decidido llevar sobre mis espaldas el monopolio de mejorar sólo a una persona, esa persona soy yo mismo y sé, cuan difícil es conseguirlo”.

Démosle con alegría, con optimismo, con Fe la bienvenida al año 2013, que nuestros propósitos vayan más allá de la cena de fin de año y que suelen perderse con la misma rapidez con los que algunos degustan de las 12 uvas.

Reconozcamos que tenemos ante nosotros la posibilidad de tener 365 días para trabajar en lo que anhelamos y en lo que queremos, cambiemos nuestras actitudes y nuestros pensamientos que nos han impedido ir al encuentro de lo que añoramos.

Echémonos un clavado a nuestro interior y veamos que esa mente y ese corazón al que he hecho referencia son capaces de llevarnos a alcanzar nuestras metas, pero sobre todo, trabajemos en ello; ayudemos a que las cosas sucedan. Comencemos a borrar los viejos recuerdos, para darle oportunidad a nuevas experiencias.

Gracias a usted, estimado lector, por obsequiarme unos minutos semana tras semana para leer estas líneas. Al sentarme enfrente del monitor y al comenzar a escribir, lo hago con el firme propósito de aportar algo nuevo, siempre con la determinación de expresar lo que pienso y lo que siento.

Es por eso que hoy quiero mandatar lo mejor para usted y para sus seres queridos. Que el año 2013 que está por llegar, sea la oportunidad para reconstruirse y ser una persona nueva.

Que juntos contribuyamos a transformar nuestro entorno, lo que nos indigna, lo que nos duele, lo que nos irrita. Seamos parte de la solución y no del problema. Aprovechemos al máximo la oportunidad que se nos da de seguir respirando.

Reconozco que hoy mi corazón le gano a mi mente: ¡Bienvenido el 2013!

Twiter: @Mario_Mendoza_F

 

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