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Infancia excluida

Andrés, es un niño que nació y está creciendo en una localidad de emigrantes. Yucusiama (yucusama, lugar de la comida en mixteco), se ubica en la localidad de Guerrero, Santa Cruz Itundujia, municipio de la Sierra Sur de Oaxaca.

El pasado fin de año regresaron sus hermanos mayores que han estado residiendo por trabajo y otros por estudio en la ciudad de México, también retornaron sus vecinos que han estado trabajando en California, Estados Unidos. Andrés de sólo 7 años de edad no comprende aún que la navidad, año nuevo y día de reyes los generó la sociedad para reunir a los familiares y amigos o para motivar a los niños dotándoles de regalos, compartiendo la rosca de reyes.

Para este infante fluyen los días de manera normal, no se fija así mismo y juega con sus hermanitas Pilar, Rocío y América hasta que regresan sus vecinos con sus niños, sus hermanos mayores con los suyos, es entonces que Andrés ve en los hijos de sus vecinos y en sus sobrinos tenis, botas, gorras y ropa nueva, Andrés se mira así mismo, ve sus huaraches hechos con correas de llanta usada, playera deshilachada, pantalón remendado y percudido, sus pies ásperos y partidos porque en su corta vida nunca ha usado un par de calcetines.

En nochebuena, Andrés se desvela para quedarse en el centro de la comunidad hasta pasado media noche para participar en las piñatas, beber una taza de café y comer un tamal, esto porque en su hogar no se hará nada. La noche del 31 de diciembre, aunque le dicen que a media noche cambiará el año él se queda dormido.

Previo al día de reyes, porque no hay una cultura de comprar regalos, pasan los días y Andrés se entretiene jugando en las ramas de los árboles jóvenes, pateando alguna lata de la costeña o botella de gugar, porque no tiene un balón, por momentos su mirada se queda fija en las montañas, pero vuelve cuando uno de sus tíos le dice que le hará un trompo de madera para bailarlo en el terraplén que su mamá mando hacer para construir una casa, pero que no ha sucedido porque su papá – no sabe que ocurrió con él-.

En esos días observa que en una camioneta que sus vecinos trajeron, traen empacados balones, bicicletas, cuerdas para columpios, una patineta, cascos, guantes y ropa deportiva y, que lucirán pronto Xochiquetzal y Owen de 9 y 7 años respectivamente, son hijos de sus vecinos.

Andrés se conforma que los otros niños compartan sus juguetes con él, al principio no se comparten pues los están estrenando, más aún que están habituados ya no compartir mesabancos en la escuela como Andrés, sino butacas individuales, cuando platican estos hablan de lo que ocurre en la televisión y lo relacionan con sus juguetes, de sus mensajes por celular que enviaron a Santa y a los reyes, cosa que para Andrés, aunque su profesor Refugio Lazo sí lo ayudo a elaborar una carta, constituye una utopía que construye conformismo o tensión en él, pues no llegó ni llegará nada de lo que allí escribió.

Xochiquetzal y Owen en un descanso de estrenar sus regalos, sacan de sus mochilas una bolsa de sabritas, gatorade, un huevo kínder y demás dulces, cuando terminan de consumirlos arrojan los residuos al monte cerca donde vive Andrés. Pasa el momento de estreno, entonces lo invitan a jugar, pero Andrés no se siente cómodo, porque no trae tenis, guantes, ropa deportiva, ni cascos, pero les propone sacar su ropa escolar que en septiembre pasado le habrían dado el “Programa Bienestar”, eso hace.

Entonces buscaran iniciar un juego con Andrés, pero este no comprende, porque hasta el lenguaje es distinto, los roles que le dan es recoger la pelota que rueda por la ladera del terraplén, cuando regresa con el balón, les propone cambiar de juego, los niños Xochiquetzal y Owen aceptan jugar a las ardillas que consiste en correr entre las ramas de chamizos y pino oaxacana, estos momentos serán inolvidables para el infante Andrés, a pesar que en breve sus compañeritos volverán a su lugar de residencia, el juego se convertiría como la planta que en esta tierra florea una tarde y se marchita –amor de un rato-.

En el hogar de Andrés no conocen la rosca de reyes, tampoco festejan cumpleaños de alguno de ellos, a 7 años de edad, este niño no ha probado un bocado de pastel, no ha vivido la oportunidad de estrenar juguetes, para este niño mixteco de la sierra sur, llanamente no existe día de reyes, aunque lo ilusionen en la escuela, la televisión o el mercado. Como Andrés, hay millones que padecen pobreza y desigualdad; se hallan excluidos de la dinámica social, se encuentran fuera de las oportunidades que deberían gozar como infantes, una infancia excluida.

 

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