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La otra Venezuela

Hace algunos años, tuve la oportunidad de asistir a Venezuela invitado por un organismo internacional impulsor de la Social Democracia. El propósito de dicha invitación fue conocer más de cerca lo que sucedía en el nuevo gobierno “demócrata” que presidía desde casi 4 años atrás el Comandante Hugo Chávez.

Tal y como lo narré en su momento, la experiencia comienza cuando el avión aterriza en el aeropuerto internacional “Simón Bolívar”; de inmediato el aparato es rodeado por un grupo de militares fuertemente armados que se distinguen por su boina roja, quienes aparentemente buscan custodiar la aeronave y de paso la integridad de sus viajeros, aunque su sola presencia resulte intimidante para quienes no estamos acostumbrados a tal procedimiento.

Al descender del avión, otro grupo de militares, sólo que en su mayoría mujeres, vigilan el ingreso ordenado a la sala. A diferencia de otros aeropuertos la revisión del equipaje la realizan los propios militares con sus perros adiestrados en detección de sustancias prohibidas delante del viajero.

Esto causa molestia en el turista pues observa cómo los caninos se montan sobre el equipaje. Desconozco si esta práctica ya haya cambiado al día de hoy. Enseguida pasa uno al área de migración, donde personal de la dependencia realiza una serie de interrogantes que en otros países no suelen hacer: a qué va uno, qué tiempo estará, a dónde llegará, cuánto dinero se porta y el motivo del viaje entre otros.

Al final la pose para la foto que queda registrada en sus archivos. Al bajar uno es informado por la propia vigilancia del aeropuerto, de que el estado es quien regula y opera el control de la moneda y que el tipo de cambio es sumamente inferior al que se encuentra en el mercado negro. De inmediato aparecen “promotores” de “Bolívares” –moneda oficial– a un tipo de cambio más favorable para quien compra.

La sugerencia de la persona que nos recibe es cambiar sólo lo indispensable para salir del aeropuerto. Ya en el trayecto manifiesta que el riego de ser asaltado es alto y se nos sugiere que al transitar por las calles evitemos llevar cosas de valor.

Mi primera impresión fue la de un país en desarrollo, con amplias avenidas, quizá no muy limpias, pero sí con áreas verdes y espaciosas. Al registrarse en el hotel, uno descubre que la vida en Venezuela (Caracas) es cara, al preguntar la razón de ello la respuesta es que generalmente el extranjero va a tratar asuntos relacionados con el petróleo y que eso hace suponer que su poder adquisitivo es alto, lo cual desmentí de inmediato.

La segunda sugerencia que se nos hace es no hablar ni bien, ni mal del Presidente Hugo Chávez, pues uno nunca sabe con quién se enfrentará y que es mejor llevar la fiesta en paz. El sólo nombre del Comandante Chávez es capaz de generar las más diversas pasiones, así que mejor evitarlas.

Se afirma que en el país hay una polarización total: Chavista o anti Chavista, así que mejor no indagar. Otro fenómeno curioso es ver una cantidad de motociclistas circulando en forma desordenada, la respuesta: ellos llevan preferencia sobre los automovilistas, pues son de la clase popular, incluso si uno de ellos se siente agredido por un automovilista, una patada a la puerta suele ser la respuesta y ni qué decir si uno de ellos es atropellado, pues de inmediato decenas de motociclistas se unen para agredir al conductor del auto y castigarlo por tal motivo.

Uno escucha en el metro, en el autobús y hasta en el taxi, que gracias a Hugo Chávez la gente pobre tiene ahora qué comer y la promesa de una vivienda digna les motiva a respetar más allá de lo que uno considera “normal” a su Comandante. Quizá por ello todos se sienten orgullosos de pertenecer a la reserva del ejército libertador Bolivariano del Comandante Chávez, su playera roja así los distingue.

En contraparte, los que son pequeños propietarios de una casa habitación o de un departamento bajan la voz y en corto manifiestan sus temores pues de escuchan que sus casas serán expropiadas. Les comienzan a restringir la compra de alimentos y de productos higiénicos.

Mientras un amplio sector de la población agradece el envío de su despensa, aseguran que con botella de ron incluida. Los profesionales, los comerciantes, los empresarios y algunos estudiantes manifiestan su preocupación por el evidente desabasto en las pocas tiendas departamentales.

Hoy, esa es la realidad que casi nadie comenta. En Venezuela hay incertidumbre, miedo, desabasto y un gran vacío de autoridad que se suple con declaraciones poco sustentadas de Maduro y de Diosdado, ambos enfrentados por la lucha por el poder. Hay manipulación de la información y una estrategia de exacerbar lo que ha pasado a ser una idolatría por parte de los “Chavistas” hacia su Comandante; del que todos hablan, pero del que pocos saben de su estado real de salud.

Los Presidentes de los países que se ven beneficiados con la entrega del petróleo venezolano se desviven en desear el pronto regreso de Hugo Chávez, pero nadie lo ha visto y la verdad lo que más les preocupa es que no dejen de abastecerlos de tal combustible.

Hoy como siempre lo ha sido en ese hermoso país del cono sur, lo que está de por medio es la disputa por el petróleo, por saber quiénes serán su beneficiarios. Poco importa que sus ciudadanos entren a una etapa de velada confrontación, pues hay quienes como resultado de una propaganda bien elaborada, creen que su Comandante vive en cada uno de ellos y por lo tanto ellos son Chávez, en consecuencia están dispuestos a defender con todo el gobierno que les pertenece.

Pero también hay quienes exigen que la ley se imponga, que la democracia retorne a su país, sólo que al sentirse minoría el miedo les invade, por eso piden que se dé a conocer la otra Venezuela de la que casi nadie habla.

Twiter: Mario_Mendoza_F

 

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