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Cultura política en la izquierda electoral

“Una gran civilización no es conquistada desde fuera hasta que se destruye ella misma desde dentro” Apocalypto de Mel Gibson.

Las fuerzas de izquierda en nuestro país nacieron de grandes movimientos sociales: vienen desde las primeras civilizaciones, pasando por los de resistencia en la colonia, los sacrificios por sostener la riqueza cultural, la orfebrería y demás bienes suntuarios que se querían llevar los españoles, pasando a la defensa de la soberanía y la independencia de nuestro país, su contribución a la construcción del Estado – Nación con un corte más liberal y de centro.

Ya en el siglo XX, con los hermanos Flores Magón y un ala de la revolución mexicana –la campesina-, encabezado por Emiliano Zapata, luego la revolución educativa impulsada por Vasconcelos que venía con Justo Sierra, con Lázaro Cárdenas por la defensa de la riqueza nacional y el reparto agrario, así como el nacimiento del INI y otras instancias.

En el último tercio del XX, movimientos estudiantiles como el del 68, movimientos campesinos en defensa de la Tierra y el territorio, movimientos feministas y ecologistas, movimientos anti sistémicos o anticapitalistas como el EZLN, antes el desprendimiento del sistema, personajes como Cuauhtémoc Cárdenas, Muñoz Ledo y el mismo Andrés Manuel en 1988 formaron el Frente Democrático Nacional, movimiento que dio lugar un año después del fraude al nacimiento de lo que es el PRD. Desde antaño la izquierda en nuestro país ha sido un mosaico de expresiones, de prácticas diversas.

En nuestro Oaxaca, esa izquierda fue aglutinando, lo mismo movimientos estudiantiles como la COCEI en Juchitán, indígenas como el MULTI en la zona triqui, religiosos y ecologistas; sobre todo de aquellos que han forjado e inculcado la Teología de la Liberación y han sumado sus esfuerzos en defender los recursos naturales como en Santa Cruz Itundujia y en los Loxicha, Sierra Sur; también han sumado a la mayoría de los sindicatos.

Pero también a medida que este fue creciendo como una masa crítica que pregona justicia, se fue diversificando y forjando una cultura política, entendida esta como un conjunto de prácticas, hábitos y ejercicios que se han ido reproduciendo socialmente, movimientos que nacieron de oponerse al gran elector o cacique, a la gran empresa que saqueaba los recursos como la madera o más recientemente los productos minerales, paso a convertirse en mera estructura como lo son los partidos políticos para acceder al poder público.

Lejos se fue quedando lo que les dio vida, las demandas sociales más sentidas de grupos sociales sin voz, de campesinos, de mujeres, indígenas, obreros y asalariados, jóvenes, ancianos, discapacitados, indigentes y de los grupos más vulnerables. Por un lado porque se han agregado quienes utilizan a estos sectores para acceder al poder político y económico, así beneficiarse y satisfacer aquella racionalidad humana de manera llana.

Por otro, la misma base social ha entrado en dicha dinámica de reproducir esos vicios: una cultura de la competencia desleal, golpes bajos, madruguetes, y peor aún, reproduciendo los usos y las costumbres que se dijeron y aún se dicen erradicar, como la corrupción, la ostentación, manipulación, negociación entre cúpulas, engaños y el de ´quítate porque ahí te voy’, el dedazo, la simulación democrática en donde el fin justifica los medios, si bien es cierto que es parte constitutiva de la naturaleza humana, no permiten la construcción de grandes bloques o escuelas de bien común a largo plazo, sino pequeñas agrupaciones fragmentadas centradas en el individualismo metodológico, donde todo cuenta, menos los intereses colectivos.

La izquierda electoral oaxaqueña en lugar de aprender lo positivo de la democracia participativa, esta se mueve hacia las prácticas comunes de sus similares del PRI y el PAN. Cuando no tienen líderes de talla, sino pequeñas fuerzas, sean estos caudillos, precursores de movimientos, redentores, o simplemente grupos de interés, sin fuerzas sociales que regulen, ni mecanismos sociales como la asamblea, consejos ciudadanos, de caracterizados o consultivos u otros que establezcan reglas, condiciones, se alcanza la fragmentación y en lugar de poner al centro el bien común, suceden las consecuencias colaterales, la división y pérdida electoral. No se alcanzan acuerdos sociales previos, diálogos de altura, donde todos ganen, sobre todo la ciudadanía, sino donde todos pierden, una autodestrucción.

La asamblea es un mecanismo y un órgano –el máximo-, de decisión en las comunidades con sistemas normativos internos o con democracia participativa, pero este también se ha ido erosionando dando lugar a una tipología del mismo, están aquellos donde en la práctica hay mecanismos sociales comunitarias como el consejo de ancianos, el plebiscito, la revocación de mandato, donde la asamblea es la que decide abiertamente y de cara a la ciudadanía, se dan asambleas permanentes, juicios comunitarios, hay participación equitativa entre hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, adultos y no tan adultos.

Pero también están aquellos, en donde se dicen regir por usos y costumbres y llaman a votar por un partido concreto, “aquí nos regimos por usos y costumbres, y votamos por el PRI”, donde deciden los caciques manipulando a sus vecinos, desde realizar promoción del voto, legitimarse forzando acuerdos, no hay condiciones para decidir y elegir libremente, sino fuerzas de presión que inciden en levantar la mano y la voz.

Estos procesos de transición o metamorfosis también abonan la hibridación cultural de la izquierda. Por otra parte, si se preparan los escenarios previos a una asamblea mediante la manipulación, el resultado global resulta desastroso. Para ello hay quienes pensamos que un ejercicio democrático interno de cara a la ciudadanía puede salvar ello, pero cuando la población aún no está preparada para ello, se vuelven celosos y ostracistas ante los precandidatos, una opción más es la constitución de consejos comunitarios y municipales, quienes deliberan los mecanismos y procedimientos, reglas claras, para que quien queda segundo, tercero o al final, tenga la capacidad de levantar la mano y apoyar al primero, esto no sucede, mas bien se da el efecto chapulín, saltan a otro partido o pintan sus bardas el color de otro partido, también sucede que en las comunidades, hay una estigmatización por el partido o religión al que pertenecen y lo toman tan en serio que no se le habla al vecino porque apoya a otro candidato.

Pienso que hay vacíos, debilidad de liderazgos y de las instituciones, tampoco hay procesos educativos para una cultura de madurez política, sí hay individualismos y racionalidad, intereses individuales y de grupo, nunca se acepta perder, las comunidades y los individuos apuestan al todo o nada, no entienden que la política se invento para construir acuerdos que beneficien a las mayorías.

Es bueno la competencia, cuando hay reglas claras, autoridad capaz de hacer respetar dichas reglas, líderes con una cultura política de avanzada, que si aplicado uno de los mecanismos de selección no le favorece sabe levantar la mano al compañero o compañera, igual que se suma y dice: ¡venga! Vamos pa delante como movimiento, como organización, pero no existe la cultura de asimilación, al contrario los actores se repliegan. Hay una izquierda que no se pone de acuerdo, que se hace daño así mismo, que eleva demasiado el coste para alcanzar la unidad, quizá por su diversidad, su incapacidad, cultura política o su naturaleza humana.

 

febrero 2013
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