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Alí Chumacero, poeta de la añoranza, la soledad, el amor y el tiempo

MÉXICO, D.F., julio 9.- Alí Chumacero tenía una sonrisa inmensa y contagiosa. Era un hombre amante del wiskey, sensible, inteligente, perfeccionista a ultranza, modesto y generoso que daba más importancia a los demás que a sí mismo. Un escritor divertido, dueño de una ironía acerada y burbujeante, y un apasionado de la vida que disfrutada intensamente cada día y al que le interesaba cumplir al menos 150 años.

Estas cualidades definen al escritor que encontró en los poemas el medio ideal para reflejar la belleza del mundo que su mirada captaba al observar paisajes de la vida cotidiana, pero también para hacer palpables los vicios, emociones y sentimientos que residían en su alma: la añoranza, la soledad, el amor, el desamor, el sufrimiento, el deseo y la pasión, entre otros.

Alí Chumacero nació en Acaponeta, Nayarit, el 9 de julio de 1918 y allí pasó los primeros 11 años de su vida, para luego, en 1929, marcharse a Guadalajara, Jalisco, junto con sus padres. En esa ciudad cursó primaria, secundaria y preparatoria.

Estudió siete años piano e incluso mostró su anheló por ser pintor. A los 11 años mostró interés por la lectura y escritura de poemas, por lo que empezó a leer obra de poetas mexicanos y españoles, entre otros, Enrique González Martínez, Federico García Lorca y Rafael Alberti.

Escribió en 1936 sus primeros poemas en Guadalajara. Llegó a la Ciudad de México en junio de 1937 e ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Junto con sus hermanos habitaba un cuarto pequeño de vecindad en la calle de Costa Rica, cercana a Tepito, con lo que su padre le enviaba de Guadalajara.

Los poetas que lo marcaron fueron Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Luis Cernuda, Vicente Huidobro, Vicente Aleixandre, Paul Valéry, Saint-John Perse, Paul Claudel, Rilke y T.S Eliot; además de los libros La destrucción y el amor de Vicente Aleixandre, la Antología de la poesía española contemporánea de Gerardo Diego y la Biblia.

Silencioso en la vida pública, festivo en la conversación

Describe la poeta, ensayista, traductora y crítica literaria Mónica Mansour en la presentación del libro Poesía Reunida. Alí Chumacero, editado por la Dirección General de Publicaciones del Conaculta, que Alí Chumacero fue un hombre que se caracterizó por ser “elegante, modesto y silencioso en la vida pública; inteligente y divertido en la conversación, y límpido y penetrante en la poesía”.

Para Juan Gelman Burichson, poeta, traductor, periodista argentino y amigo entrañable del poeta, Alí Chumacero fue un hombre con enorme generosidad y nobleza que acuñó dichos memorables: “Bebo porque no puedo comer con el estómago vacío”; “No conozco un abstemio longevo”; “Soy pobre, pero tacaño”; “Soy un genio, pero no se me nota”, y “El señor …(x) es de una incultura envidiable”.

Pero también un hombre que destacó por su enorme humor, “esto lo demuestro narrando dos anécdotas: una noche cenábamos en casa y surgió en las conversaciones el tema del movimiento lesbian-gay. Alí escuchaba en silencio y yo esperaba su segura reacción, dijo ‘Bueno, es mejor ser homosexual que ser imparcial’.

“También recuerdo que hizo una promesa en una comida para celebrar su aniversario, comentó: voy a vivir 200 años y no moriré de la picadura de un mosquito, sino a puñaladas de un joven marido celoso. Le creí. Le creo todavía”.

Para el narrador, poeta, traductor, editor, crítico literario y otro amigo entrañable del poeta, Bernardo Ruiz, Alí Chumacero fue un hombre en extremo generoso, cabal, profundamente crítico, con una ironía acerada y burbujeante, y un apasionado de la vida al que le interesaba cumplir al menos 150 años y vivir intensamente cada día.

“Era un estudioso de la psicología, amaba la literatura francesa y la filosofía. Fue un hombre al que le interesaban la política y los toros, muy curioso y que escuchaba con paciencia nuestros juicios y trataba de centrarnos cuando desbarrábamos más de la cuenta. Me consta que con todos los jóvenes de diversas generaciones mantuvo ese interés por conocer qué opinaban, qué pensaban.

“Me gustaban sus frases, que además eran muy particulares, como ‘Nunca dejes a la mujeres, son hermosísimas’. Gracias a él sé todo acerca de Acaponeta, mejor que lo que dice Wikipedia ya que siempre recordó con cariño su tierra natal. Fue amigo y maestro de aquellos con quienes tuvo contacto y padre amantísimo. En suma, un hombre que dejó una impronta en su sociedad y una obra para apreciar”.

Para el poeta, escritor, actor, catedrático, académico y otro amigo entrañable del poeta, Hugo Gutiérrez Vega, Alí Chumacero fue un hombre erudito impresionante y un gran lector que se caracterizó por su alegría de vivir y su goce de todos los alimentos terrenales. Pero también un poeta “que escribió lo que tenía que escribir” y uno de los ejemplos de oportuna, discreta e inteligente brevedad poética que tiene la literatura mexicana de todos los tiempos.

“Era una maravilla verlo cuando miraba pasar a una muchacha bonita, gozar un pase en la fiesta de los toros, dar un buen trago a su vaso de wiskey o comerse una quesadilla. Alguna vez dijo que no tenía tiempo para morirse y que por lo tanto iba a vivir eternamente pero no lo cumplió. Lo que me gustaba es que decía que el estado ideal del hombre es la viudez, aunque uno sea el muerto”.

Para el poeta y escritor Vicente Quirarte se trata de un hombre que fue capaz de devolverle a la poesía su carácter de oficio y convertirlo en uno tan respetable como el de un notario o un médico.

“Esa fue la gran aportación de Alí: dio a todos una lección de exigencia verbal, de sensibilidad extraordinaria y de un castigo tremendo a las palabras para que dieran todo de sí. Enseñó que el poeta es alguien que tiene la obligación de escribir dominando el género y el idioma”.

El escritor añadió que algo que definió la esencia de Alí Chumacero es que no era un hombre de consejos sino de una conversación lúdica.

“Era muy rara la ocasión en la que podíamos pedirle un consejo porque siempre que nos reuníamos en su casa hablábamos de literatura, además de que eran momentos en que permitía que nos acercáramos a sus libros y biblioteca. Fue un enemigo de dar consejos ya que cuando nos juntábamos era para contar chistes, reír, beber y celebrar la vida.

“Siempre repito una lección suya que me gusta mucho: cuando alguien nos pregunta a los poetas que estamos en la Academia Mexicana cosas como si tuviéramos la obligación teóricamente de conocer todo sobre el lenguaje, él decía, más vale decir que el poeta es como el piloto del auto de carreras, no sabe de mecánica, pero sabe manejar el coche”.

Un toque personal

La obra poética de Alí Chumacero es breve: un conjunto de 75 poemas reunidos en tres libros: el primero publicado en 1944, Páramo de sueños que dio paso a Imágenes desterradas (1948) y Palabras en reposo (1956).

De acuerdo con el propio Alí Chumacero fueron poemas escritos de noche, “que redactaba, corregía, pasaba en limpio y lo volvía a corregir. Por eso no es raro que me tardara hasta un año en cerrar un poema”.

En Páramo de sueños el poeta recrea la prevalencia del sueño y el amor como fundamentos de la existencia humana. Destacan, entre otros poemas: Realidad y sueño, Vencidos, Muerte del hombre, Jardín de ceniza, Debate del cuerpo, De tiempo a espacio, Desvelado amor, Amor es mar, Diálogo con un retrato, Mi amante, El sueño de Adán, Mujer deshabitada y La forma del vacío.

En este libro destaca Poema de amorosa raíz su primer poema reconocido y publicado, del cual el poeta refirió con asombrosa precisión haberlo escrito un 15 de abril de 1938, en la Biblioteca Nacional, y que tiempo después aparecería publicado en el primer número de la revista Tierra Nueva.

Este poema dice: [Antes que el viento fuera mar volcado, que la noche se unciera su vestido de luto y que las estrellas y luna fincaran sobre el cielo la albura de sus cuerpos… Antes que luz, que sombra y que montaña miraran levantarse las almas de sus cúspides; primero que algo fuera flotando bajo el aire; tiempo antes que el principio.

[Cuando aún no nacía la esperanza ni vagaban los ángeles en su firme blancura; cuando el agua no estaba ni en la ciencia de Dios; antes, antes, muy antes… Cuando aún no había flores en las sendas porque las sendas no eran ni las flores estaban; cuando azul no era el cielo ni rojas las hormigas, ya éramos tú y yo.]

En su segundo libro Imágenes desterradas Alí Chumacero crea una concepción nihilista del mundo que conduce a imágenes hacia la nada. Aquí se encuentran los poemas; A solas, Narciso herido, Pureza en el tiempo, Recuerda, Amor entre ruinas, Poema donde amor dice, El secreto, Ojos que te vieron, Elegía del regreso, Inolvidable, Sombría imagen, Palabras que nacen del vacío y Laurel caído.

Este último dice: [Habría de saber, por ti, que nada había. De tu recuerdo dura sólo inquietud, lamento sostenido en un infinito eco interminable, y soy la soledad del náufrago jazmín que en el viento prolonga su propia destrucción, conciencia amarga o duelo por quien herido yace sobre una arena inútil muerta sobre sí misma.]

En su último libro Palabras en reposo, el poeta toma personajes marginados de la realidad cotidiana en lugar del “yo” solitario para construir sus poemas. Sobresalen: Los ojos verdes, Palabras del amante, Prosa del solitario, Monólogo del viudo, Paráfrasis de la viuda, Epitafio a una virgen, Mujer ante el espejo, La noche del suicida, Consejos del perezoso, Salón de baile, El viaje de la tribu, y Responso del peregrino, considerado por Alí Chumacero como su mejor poema.

El poema dice: [Yo, pecador, a orillas de tus ojos miro nacer la tempestad… En ti mis ojos dejarán su mundo, a tu llorar confiados: llamas, ceniza, música y un mar embravecido al fin recobrarán su aureola, y con tu mano arrojarás la tierra, polvo eres triunfal sobre el despojo ciego, júbilo ni penumbra, mudo frente al amor… Fiesta de Pascua, en el desierto inmenso añorarás la tempestad.]

Para Juan Gelman si se habla de la obra general de Alí Chumacero este es el poema que más sacudirá al lector y el que toca hasta los huesos es Poema de amorosa raíz, ya que ambos “son hermosísimos y tienen una belleza tranquila que lo sostiene. Además de que muestran que Alí era un gran hombre”.

El poeta argentino agregó que la obra de Alí Chumacero está integrada por poemas con un notable rigor y una enorme variedad de la métrica, elementos que dotan a cada uno de un aura muy especial: es el asombro que causa asombro.

“Son poemas que consiguen una música que es como otra palabra, silenciosa. Sus poemas dicen lo que dicen y dicen lo que callan. Es una obra que está dotada de una gran fuerza espiritual que purifica a la pasión.

“Su difícil sencillez es engañosa: hay que leerla con atención para descubrir sus riquezas. Cuando la leo en voz alta, a veces sólo escucho y me pierdo en la melodía del poema. Es una melodía que acaricia el corazón, se adentra en la realidad y la despierta”.

Mientras que para Vicente Quirarte se trata de tres libros que se caracterizan por un tono muy personal y tremendamente solitario de un joven que se estaba enfrentando a la vida, pero que al mismo tiempo, la estaba gozando. Poemas que tienen la capacidad de recoger el sufrimiento colectivo de la humanidad, elemento que convierte a un hombre en poeta.

“Alí es autor de una poesía esencial, decantada y que no atiende al ingenio sino siempre apuesta al género del idioma. Es una obra muy breve, en donde no hay lugar para la improvisación ya que cada una de sus palabras está calculada para ser una pieza musical perfecta, oscura y áspera que da origen a un poema de una perfección y oscuridad luminosa y extraordinaria.

“Son tres libros de un poeta que está en permanente pugna con el mundo y que refleja este conflicto en su obra. Poesía de un hombre que habla de la soledad, esa soledad cósmica a la que se enfrenta constantemente, por eso la figura del viudo, del solitario y el desamparo del hombre ante la creación. Es una poesía que se inscribe en la búsqueda del mendigo cósmico, como decía Ramón López Velarde”.

Para Hugo Gutiérrez Vega se trata de tres libros breves que muestran los tres elementos que caracterizaron la obra de Alí Chumacero: la precisión, la corrección y la capacidad de pulir un poema “hasta dejarlo dueño de toda su fuerza expresiva”.

Para el también poeta el libro que destaca es Palabras en reposo, “que es el más logrado y con mayor unidad. Un relámpago impresionante en donde el poeta mantiene una intensidad desde el principio y hasta el fin, además de que llega a la perfección en materia espiritual.

“Alguna vez le dije Alí, ¿no vas a escribir más? Y me dijo: ya escribí lo que tenía que escribir. Entonces aprendí de él esta gran lección: si uno escribe lo que tiene que escribir ya cumplió su obligación con la literatura”.

Para el director general de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, Joaquín Díez-Canedo, se trata de una obra muy corta pero importante y ejemplar para la poesía mexicana del siglo XX.

“Alí es uno de los poetas que enseña a escribir en el momento en que uno lo está leyendo. Es poesía que hizo muy joven ya que después de los 30 años no volvió a escribir o por lo menos a publicar.

“Son tres libros que nos muestran una obra muy acabada y original, con un interés metafísico y un lenguaje muy trascendente aunque sus temas sean, por ejemplo, acerca del amor, ya que lo que él hace es abordarlo desde una reflexión un poco metafísica. Para mí su libro Palabras en reposo es el mejor, incluso uno de los 25 más importantes de la poesía mexicana”.

El poeta y editor que también fue crítico literario

Alí Chumacero destacó que la poesía contenida en estos tres libros no es plástica sino sugerente e impresionista. Una copia de trasfondos en donde hay algo detrás, es decir, “escribir cosas que dicen otras cosas que en realidad dicen otras cosas”.

Se trata, agregó, de poesía que dice algo y que no sólo emite una emoción, el gusto por la vida y por la muerte, sino de algo que tenga sentido. En ella, de acuerdo con el poeta, se halla la añoranza, el recuerdo, la huella que dejó un paisaje, una calle, una noche, una mirada y su gusto por lo sensorial y lo sensual.

Poemas en donde el escritor retrató los temas que siempre le inquietaron: la soledad, el sueño, el amor, la destrucción, la muerte y todo lo que acaba en humo, en ceniza. De ahí que sus poemas comiencen con alguno de estos temas, por ejemplo, Viaje en el tiempo.

[Más crueles que el amor, el tiempo y el olvido: inmóviles viajeros, dueños de los espacios y amantes de los rostros muertos en la ceniza, cubren de ausencia el mundo y sus continuas lágrimas… Larga fue la esperanza, la tarde y el deshielo de cristales ardidos detrás de la ventana; perduraba la vieja fotografía, siempre eufórica de sombra y de grises recuerdos, cuando el amor sabía a oliente eternidad… Sobre el tiempo navegan el mundo y el olvido.]

Para Bernardo Ruiz, la poesía de Alí Chumacero se caracteriza por su profunda sensibilidad y la aguda inteligencia que maneja en todo poema, elemento que vuelve imagen todo aquello que menciona.

“En ella hay una mística admirable de las cosas del universo que percibe y una sonoridad que llena al poema de una dimensión admirable, que aguanta cualquier número de relecturas. Y como toda gran poesía, uno como lector sabe, siente, que hay más aún en cada poema.

“Chumacero era ateo, ciertamente, pero siempre hay un eco de profeta bíblico (fue un lector acucioso de la Biblia) en la tensión poética que logra única. Por ello me gustaba escucharlo decir en referencia a sus libros: Ahí se los dejo… A ver quién los mejora”.

Describe el poeta, narrador y ensayista Marco Antonio Campos, en el texto El responso del peregrino. Ensayos y entrevistas con Alí Chumacero (1979-2009) coeditado por Ediciones Sin Nombre y la Dirección General de Publicaciones del Conaculta, que se trata de una obra en donde se muestra cómo el amor es parte esencial de la vida y un sentimiento a través del cual Alí Chumacero descubre el dolor, la tristeza, la máscara de la muerte, los instantes refulgentes y la salvación.

“Son poemas en donde se muestra cómo Alí amó el sabor del vino, la tersura el cuerpo de las mujeres, el orbe de la danza, las noches alegres que entran en la madrugada, la amistad compartida y el epigrama continuo en la conversación que entra como un estilete de luz sombría en el corazón y el alma”.

Narra Mónica Mansour en la presentación del libro Poesía Reunida. Alí Chumacero, que se trata de tres libros en donde hay poesía llena de metáforas y símiles formados con elementos sencillos de la realidad, enumerados o combinados para interpretar su percepción mediante palabras capaces de transmitir y crear nuevas relaciones.

“Metáforas que el poeta utiliza para expresar el mundo y su sensación del amor y la mujer, de la soledad y el abandono, de la impotencia ante el dolor, la muerte o el renacimiento, de la frágil lámina del tiempo en que se graba la vida, de la violencia, la oscuridad, el movimiento y lo incontrolable.”

En 1942 Octavio G. Barreda invitó a Alí Chumacero a colaborar como reseñista en la revista Letras de México y en la revista El Hijo Pródigo y Siempre! También escribió crítica de 1940 a 1970 en la revista literaria Tierra Nueva y en los suplementos culturales de El Nacional, Novedades y El Universal.

En una entrevista que Alí Chumacero dio a Marco Antonio Campos, publicada en El responso del peregrino. Ensayos y entrevistas con Alí Chumacero (1979-2009), el poeta reveló que cuando empezó a escribir creía, a pesar de haber publicado ya algunos poemas, que su destino en las letras sería la crítica literaria.

“Nunca fui más allá de la reseña, pero solía poner en cada una de mis colaboraciones un poco más que la simple elucidación de influencias en el texto criticado. Dicho más claramente: si para escribir poesía se emplea principalmente la imaginación y para redactar crítica se hace uso principalmente de la razón y el conocimiento, no hay contradicción entre el poeta y el crítico”.

Alí Chumacero dedicó también gran parte de su vida a la edición, redacción de textos y corrección de libros a tal grado que fue pieza clave para el desarrollo del Fondo de Cultura Económica, casa editorial para la cual trabajo por más de 50 años.

En esta faceta fue famoso por haber corregido cientos de obras, entre ellas Pedro Páramo de Juan Rulfo y a diversos autores: Alfonso Reyes, Mariano Azuela, Gilberto Owen, Juan Rulfo, Julio Torri, Efrén Hernández y Xavier Villaurrutia. Además de que participó en las colecciones Breviarios, Lengua y Estudios Literarios, y Letras Mexicanas.

“El arte de corregir –destaca Hugo Gutiérrez Vega– era algo que él dominaba porque era un gran corrector de estilo. Él me dio un consejo fundamental para corregir el poema: decía que era importantísimo escribirlo, pero igualmente corregirlo.

“Me dijo que debía escribirlo, meterlo en el buró, esperar que pasará una semana, sacarlo, corregirlo otra vez, volverlo a meter en el buró y volverlo a sacarlo al mes para corregirlo, pero no demasiado, porque eso de alguna manera le hace daño al impulso inicial del poema”.

“Como editor –añade Bernardo Ruiz– don Alí fue siempre un perfeccionista a ultranza. Recuerdo varias conversaciones entre él y Rubén Bonifaz Nuño donde discutían con fraternal pasión sus capacidades como tipógrafos y la limpieza de las páginas que trabajaron respectivamente en el Fondo de Cultura Económica y en la Imprenta Universitaria”.

Para Joaquín Díez-Canedo, quien fue director del Fondo de Cultura Económica y muy próximo a Alí Chumacero, esta faceta como editor es la que más lo identificó “porque fue un hombre muy sabio que tenía toda la experiencia y conocimiento del mundo, no sólo en lo relacionado a las artes propiamente editoriales, sino en todo el uso del lenguaje, de las palabras.

“Sabía de todo, desde el tamaño de las letras, la ubicación de la caja, si eran negritas o versalitas, si el espacio era grande o pequeño, si los folios estaba bien o mal puestos. Para nosotros fue una fuente de consulta personal, porque más que ir a los libros, estando ahí Chumacero, uno acudía directamente a él a preguntarle cosas tanto de la escritura y del lenguaje como del oficio editorial”.

El legado

El poeta falleció el 22 de octubre de 2010. El 19 de octubre de 2011, a unos días de conmemorarse el primer aniversario luctuoso de Alí Chumacero, el Conaculta anunció la adquisición de la biblioteca personal del escritor, editor y poeta.

Esta biblioteca se encuentra en la Biblioteca de México “José Vasconcelos” de La Ciudadela. Está integrada por 50 mil ejemplares y conformada por libros, folletos, publicaciones periódicas y obras publicadas en ediciones numeradas y con dedicatorias de los autores.

Entre los temas que destacan dentro esta amplia colección se pueden mencionar: culturas de la antigüedad, literatura, historia, antropología, filosofía, psicoanálisis, arte y ciencias sociales; así como facsímiles de códices, obras sobre arte y escuelas artísticas de diversos países del mundo.

Además de escritos significativos por su antigüedad, como las Obras espirituales, de San Juan de la Cruz, publicada en 1703; el célebre Diccionario de Gramática, del humanista español Antonio de Nebrija en edición de 1792; la obra clásica de derecho testamentario De primogeniorum hispanorum origine, ac natura de Luis de Molina, editada en 1727.

Del siglo XIX se encuentra el Manifiesto de la nación española a la Europa editada en 1809; La armonía del universo de Juan Nepomuceno Adorno (1862-1882); la novela de costumbres El hijo pródigo: Páginas del libro de la vida de Ramón Ortega y Frías, en edición de 1889; y la obra teatral Una escena estudiantil: Juguete cómico en un acto de Narciso Bassols, editada en 1894.

Esta biblioteca Alí Chumacero la comenzó a formar a los 10 años de edad con dos textos que le obsequió su padre: una edición infantil de El Quijote y unos volúmenes de la colección Lecturas Clásicas para Niño seditada por la Secretaría de Educación Pública.

Alí Chumacero la continuó en Guadalajara a tal grado que al llegar a la Ciudad de México, en 1937, ya tenía cerca de 300 libros que recargaba en los muros del viejo cuarto de vecindad que rentaba a unas calles de Tepito.

De acuerdo con Marco Antonio Campos, cerca del 90 por ciento de los volúmenes de la biblioteca de Alí Chumacero fueron adquiridos en librerías de La Lagunilla y Avenida Hidalgo, “pero su amor por ellos fue tanto que ni en las peores épocas se le ocurrió vender o empeñar uno. Esta es la gran lección de Alí para quienes lo hemos querido y admirado: nos ha enseñado a amar más los libros y la vida”.

 

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