Los modos de ser, de hacer y vivir de la sociedad general y quizá la oaxaqueña en particular se explican a partir de las razones y motivos que activan el comportamiento de la colectividad, esencialmente a través de dos fuerzas sociales: la racionalidad encarnada en acciones consecuencialistas, el egoísmo y la maximización por un lado; por otro, guiadas por creencias normativas o principios según el contexto axiológico-cognitivo, es decir, que se haya centrada en valores y creencias colectivas.
Esto último, se encuentra en un serio desgaste y está ganando terreno el individualismo, donde el individuo actúa según el efecto que va tener su acción –un juego de estrategias-, es cada vez más egoísta con la población que interactúa y, siempre busca maximizar su beneficio, calculando siempre el coste-beneficio de su comportamiento y ocurre en todos los ámbitos de la vida social, familiar, económica, política y cultural.
En la vida social, aún existe un capital social fuerte en las comunidades, se refleja en la organización social para los tequios, guetzas, fiestas comunitarias, los comités, los consejos de mayores, el respeto mútuo y la vida comunitaria misma. Sin embargo, ha ido permeando fuertemente la racionalidad e instrumentalidad, del niño o niña cuando le pide su papá, su abuelo o hermano mayor que le ayude, y estos responden: “¿Qué me das a cambio?”, los medios masivos han ido construyendo en la psique de los individuos el éxito individual, el sentido de la ganancia, el esfuerzo individual y no colectivo.
Una de nuestras características como sociedad son los lazos familiares, el cuidado y la relación entre los miembros de la familia, sobre todo extensa. Pero las fuerzas económicas (pérdida del poder adquisitivo de compra), las políticas de planificación familiar y el fenómeno push and pull migratorio y otros factores, han deteriorado esa condición familiar y dado paso a familias nucleares, familias ausentes, desinteresadas en la madre, padre o abuelos.
En la economía, existe una mezcla interesante que van desde la producción para autoconsumo, producción y comercialización a muy baja escala, hasta las grandes cadenas productivas, del sistema de mercados o plazas a los grandes centros comerciales y franquicias, del trueque en muchos lugares a transacciones financieras, de intercambios interlocales o intermunicipales a las exportaciones de productos certificados o importación de productos altamente industrializados. Mucha migración rural y urbana en las últimas décadas. En buena medida porque los gigantes económicos se van literamente comiendo a las pequeños, la racionalidad de ganar-ganar, o del coste-beneficio, y a la falta de transición de nuestra sociedad “primitiva” a una altamente capitalista, nos está dejando en la rueda de la desigualdad.
En el aspecto político, 417 municipios siguen rigiéndose por usos y costumbres, mientras que 153 lo hacen por el régimen de partidos, en las agencias de policía, municipal, núcleos y colonias, prevalecen los usos y costumbres. La asamblea sufre hoy día una fuerte metamorfosis. Desde que se instauro las dietas y los salarios, hay una competencia encarnizada por el poder, centrada en el individualismo o intereses de grupo, pero guiado por el poder y el dinero en su mayoría.
Por último, se dice que Oaxaca es rico culturalmente, pero pobre económicamente. Sin duda hay una fuerza de la costumbre y de las normas consuetudinarias, así como un proceso de deterioro e hibridación de nuestras culturas. Hay una reproducción social y cultural que rompen con la armonía, el funcionamiento de las estructuras sociales, en buena medida porque la cultura se ha convertido quizá en un guardarropa, donde el individuo elige racionalmente y ya no de manera axiológica.
El individualismo está cobrando mucha fuerza en detrimento del actuar normativo, esto como sociedad erosiona la convivencia y rompe el tejido social.
