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“Tehuano traidor”, insulto de ignorantes

“El nacionalismo es la extraña creencia
de que un país es mejor que otro
por virtud del hecho de que naciste ahí.”
George Bernard Shaw

SIN DERECHO A FIANZA.- Uno pensaría que, a estas alturas de la evolución humana, los insultos étnicos estarían sepultados en el pasado. Sin embargo, en la Internet uno puede observar cómo aún existen involucionados que siguen discutiendo cuál es el mejor pueblo: si Tehuantepec o Juchitán, y ahí riñen interminablemente lanzándose insultos.

Por diferentes problemas, esos dos pueblos mantuvieron diferencias desde un poco antes de la primera mitad del siglo XIX. Esas discrepancias se incrementaron con Porfirio Díaz como jefe político en la región y marcaron una gran división al final del segundo Imperio, principalmente porque los de Juchitán propalaron una presunta traición de los tehuanos a partir del triunfo en la batalla del 5 de septiembre de 1866, cuando juchitecos, tehuanos y paisanos de diferentes pueblos derrotaron a franceses y conservadores.

Ignoro desde cuándo se acuñó el mote de “tehuano traidor”, lo cual se pudo entender en un contexto bélico, cuando privaba el analfabetismo en la mayoría de la población.

Ahora ya no existe aquella sociedad; no obstante, hay quien aún guarda rencores y azuza a unos contra otros. Hay quien no tiene la menor idea del por qué surgió esta animadversión, como alguno en Facebook, quien mal escribe:

“Asta (sic) que actualmente se conoce que Tehuantepec entrego (sic) a la patria Juchiteca en manos de los Franceses (sic) para que fuéramos esclavos al señalar a Juchitán se hicieron a un lado como unos totales cobardes asta (sic) que según nos rindiéramos pero como no eran ellos los que decidían sino el que predomina en lo alto del firmamento […]”.

Como dice Schopenhauer, es abominable, quien “no tiene en el mundo nada de que lo pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a la que pertenece por casualidad”.

Ese ignorante de FB nada sabe del por qué llegó un monarca extranjero a México; no conoce la diferencia entre vasallo y esclavo y, es obvio, ignora las pugnas que dividieron a esos pueblos. Eso no interesa, lo que importa es mostrar que su pueblo es superior: el nacionalismo rebajado a chovinismo.

Hay se sabe que el origen fueron las Leyes de Reforma (expedidas entre 1855 y 1863), cuando se intentó eliminar el poder de la Iglesia y ésta impulsó la guerra de Reforma o la guerra de los Tres Años (1857-1861) contra los gobiernos que intentaban imponerlas (principalmente los de Comonfort y Juárez). Luego, los seguidores de la Iglesia, llamados conservadores, buscaron a un monarca extranjero y lo encontraron en Maximiliano.

Hubo conservadores en todo el país. En Tehuantepec, Remigio Toledo, primero abrazó la causa liberal, pero luego dio un vuelco y traicionó su palabra al pasarse del lado conservador, y se llevó a sus soldados (eran 100, según el investigador blaseño Arcadio G. Molina).

Pero quienes gritan el mote de “tehuano traidor” ignoran que también hubo gente de Tehuantepec que estuvo del lado de Juárez, como Cristóbal Salinas, del Barrio San Jerónimo, o Francisco Cortés, de San Blas (quien peleaba por el país desde 1847 y estuvo, entre otras, en la famosa batalla del “Molino del Rey”).

El coronel Francisco Cortés era tehuano, de San Blas, al igual que el coronel Benigno Cartas, del Barrio San Jerónimo, y otros que la historia no registró porque no tuvieron cargos importantes. Benigno fue uno de los tehuanos que dirigió, junto con Felipe López Lena y Anastasio Castillo, el primer encuentro contra las huestes de Maximiliano el 3 de septiembre de 1866 en Guigu’ Cahui’ (“Historia de la intervención francesa en el estado de Oaxaca”, de Aurelio Martínez López. 1966).

Años antes, el 6 de septiembre de 1859, Porfirio Díaz peleó contra los conservadores en Jalapa del Marqués. Ahí murió uno de sus soldados tehuanos. “En la acción de Jalapa murió el teniente Irene Cartas, hermano de Benigno Cartas, quien figuró en los sucesos posteriores” (de las Memorias de Díaz).

Los ofensores de tehuanos también olvidan (o ignoran) al general Cristóbal Salinas, tehuantepecano que participó en la guerra de Reforma. Por cierto, estuvo bajo su mando el entonces coronel Porfirio Díaz, quien dice en sus Memorias: “Durante esa guerra, siendo yo Coronel, servía como Mayor de Órdenes de la Brigada que mandaba el General Don Cristóbal Salinas”. Al llegar Porfirio como gobernador, puso a don Cristóbal Salinas al mando de la brigada “Guerrero”, quien siguió luchando al lado liberal hasta el fin del imperio.

También los ofensores ignorantes deberían saber que en la “Hecatombe de Chalchicomula”, Puebla, ocurrida el 6 de marzo de 1862, perecieron entre mil 100 o 2 mil 200 personas. Nunca se pudo calcular bien. Ahí se hallaban soldados tehuantepecanos.

Poco antes de la batalla del 5 de mayo murieron decenas de liberales tehuantepecanos en ese pueblo; militaban en el batallón “Patria” y el 1º y 2º de Oaxaca (en esos batallones también había paisanos de la mixteca y de otras partes de Oaxaca). Y en la derrota de los franceses en Puebla, colaboraron tehuantepecanos integrados en el batallón “Morelos” —los juchitecos participaron en el batallón “Independencia”.

Aunque el más famoso tehuano fue el general Cristóbal Salinas, quien desde diciembre de 1854 había encabezado a los liberales tehuanos y juchitecos (Máximo Ramón Ortiz estaba del lado conservador), hubo otros que participaron en la defensa de la patria, como el general Manuel Santibáñez (quien, al revés que Remigio, de conservador se pasó al bando liberal), o el coronel Andrés Duarte y otros, que el historiador Mario Mecott ha documentado y quien afirma que hubo mayor número de militares liberales tehuanos con grado que otros paisanos.

Obviamente, los antes mencionados tenían familiares, amigos, seguidores que los acompañaban en esas empresas (como el contingente que siguió al coronel Benigno Cartas y a sus hermanos Zabulón y Adelaido a Juchitán en septiembre de 1866), nombres que permanecen en la oscuridad.

Si muchos liberales tehuanos no estaban en la región era porque andaban peleando en otros frentes de batalla más importantes. Sin embargo, para los juchitecos que escribieron sobre esos asuntos, sólo fue importante Remigio Toledo y de ahí extendieron el mote a todos los tehuanos.

Esta animadversión entre ambos pueblos hizo relegar a los patriotas tehuanos a la oscuridad. Juchitán se apropió del triunfo sobre los imperialistas en 1866.

Normalmente se dice: “Cuando Juchitán derrotó a los franceses”, siendo que también participaron los de Tehuantepec (blaseños y shihueños eran tehuanos en ese momento), de Chicapa, de Ixtepec, Ixtaltepec, El Espinal, Ranchu Gubiña, Zapotal, Zanatepec, Niltepec, Xadani y hasta chiapanecos.

Pero la repetición produce resultados. Ahora parece que solamente los juchitecos pelearon. Y como en general no nos importa la historia, ese falso dato se repite y se repite…

Cuando Juchitán no aparece como único triunfador sobre los conservadores e invasores, entonces alguien escribe: “durante la invasión francesa a México, los indígenas de Juchitán, Unión Hidalgo, San Blas Atempa y Asunción Ixtaltepec, vencieron al ejército francés de Napoleón III”.

Omiten decir que los de San Blas eran tehuanos —y lo serían hasta dos años después en que se independizaron de Tehuantepec–, pero así eliminan de la historia a sus malqueridos vecinos.

Los barrios de San Blas y de Shihui se separaron después de la Intervención, por lo tanto, insisto, eran tehuanos en ese momento de la guerra —algo tendría que ver que Remigio no quería a los blaseños; según Arcadio G. Molina, no aceptó ni uno en sus filas y los hostigaba sistemáticamente.

Habría que revisar si la mayoría de blaseños hubiera seguido a Francisco Cortés, si Remigio Toledo no los hubiera odiado tanto, ya que los apresó, asesinó, persiguió, saqueó e incendió su barrio, obligándolos a huir a Monte Grande y posteriormente a Juchitán, donde incluso algunos juchitecos intentaron asesinar a Francisco Cortés.

“Los blaseños y shihueños abandonaros sus barrios por el mes de noviembre de 1865, número mayor tomó rumbo a Juchitán. Los juchitecos del norte recibieron muy mal a los blaseños y shihueños, llamándolos perturbadores de la paz; los del sur los recibieron como verdaderos hermanos (Arcadio G. Molina).

***

Si el caso es insultar, debería llamarse “traidor” al pueblo de Veracruz (o, ¿por dónde entraron los invasores? Y, ¿a dónde regresaron después del 5 de mayo?).

O traidora a la ciudad de Puebla. Hay que saber que un año después de la batalla del 5 de mayo, el enemigo tomó de nuevo Puebla, y el Ejército de Oriente sólo la recuperó cuatro años después, casi al final de la guerra (2 de abril de 1867 con Porfirio Díaz) cuando ya la mayoría de los franceses había regresado a su tierra.

O las ciudades de México, Oaxaca, Querétaro y muchas otras cuyos habitantes nada hicieron mientras los extranjeros permanecieron ahí. En realidad eso es común en cualquier parte del mundo. No es la población la que participa. Así ocurrió en la Independencia, en las varias intervenciones extranjeras y en la Revolución.

La corte de Maximiliano se nutrió de mexicanos y muchos se quedaron con las ganas de forma parte de ella. Si Maximiliano perdió la guerra fue por otras circunstancias, como el retiro del apoyo de Napoleón III y la participación de Estados Unidos que presionó al gobierno francés en 1865. El 22 de enero de 1866, Napoleón anunció que iniciaría una retirada gradual de México, y entonces comenzó el declive del segundo Imperio.

***

Fue la acción de un hombre: Remigio Toledo y sus seguidores, por lo que los juchitecos crearon este estigma. Por ello es notable que un juchiteco escribiera:

“El gobierno tehuantepecano, fiel a la República, creyó que Remigio Toledo iría a Oaxaca a engrosar las filas del ejército oaxaqueño y luchar contra los invasores franceses; no sólo esta justificación de lealtad del pueblo de Tehuantepec, sino que se confirma que desde la caída de Puebla, en 1863, hasta el regreso de Remigio Toledo ya pronunciado en favor del Imperio a principios de enero de 1865, el gobierno de Tehuantepec y el pueblo tehuano conservaban lealtad a la causa republicana. Veamos qué puede hacer un pueblo sojuzgado contra un tirano que impone sus armas y su bota militar a la sociedad pacífica de una ciudad.

“El coronel Remigio Toledo, al regresar a Tehuantepec después de su defección, impuso por la fuerza su autoridad militar al pueblo tehuano que no tuvo nada que ver con la traición, ni las maquinaciones malévolas que lo llevaron al pronunciamiento en favor del Imperio”. (Coronel Aurelio Martínez López en: Historia de la intervención francesa en el Estado de Oaxaca).

Por otro lado, la mayoría del pueblo era inculto. A veces la inercia los hacía seguir a uno o a otro. Había cierta veleidad en los participantes de las luchas, así como los partidarios de Máximo Ramón o de Ché Gorio Melendre, que los seguían cuando estaban contra el gobierno y cuando estaba a favor. Porfirio habla del tema en su libro:

“La amistad de los juchitecos no era muy sólida ni estaba basada en principios, sino en su gran enemistad y rivalidad con el pueblo de Tehuantepec. Esto y el carácter impresionable y voluble de los juchitecos, se mostró claramente en un pronunciamiento que tuvo lugar en Juchitán contra el general Santa Anna a fines de 1854, acaudillado por Cristóbal Salinas.

“Pocos días después de haberse pronunciado los juchitecos, volvieron a someterse e intentaron entregar a Salinas, quien con trabajo logró fugarse, pero aprehendieron a su secretario y lo entregaron al general Torrejón, quien mandaba las fuerzas del Gobierno en Tehuantepec. El pobre secretario fue fusilado y este hecho exaltó a los juchitecos y los determinó a pronunciarse de nuevo, y a volver a proclamar a Salinas como su jefe, todo lo cual pasó en el término de dos días.”

Es decir, cualquier evento podría desencadenar un desconocimiento de los acuerdos y volverse en contra de quienes antes apoyaban.

Esta aclaración no conlleva ningún sentimiento al pueblo juchiteco. Es una aclaración. Es absurdo que exista esta animadversión entre pueblos que deberían considerarse hermanos.

 

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