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PAN: ¿Por qué tanto brinco?

Le toca a Ricardo Anaya estar feliz; digamos ‘exultante’ y hasta desbordado. Está bien. El domingo 16 de agosto ganó la elección interna para dirigir al conservador Partido Acción Nacional (PAN) y deja en la lona  a su oponente en la liza, Javier Corral. Gana el conservadurismo extremo y pierde el conservadurismo al que le da vergüenza decir su nombre…

PAN---Art-Joel-Hdez-Stgo-23.08.15-bolDe hecho el diputado con licencia, Ricardo Anaya arrasó: 81.91% (193,944 votos) contra 16.03% (37,953 votos) del senador con licencia Javier Corral. Los dos licenciados contendieron ese día para ser presidente de un partido que tiene enfrente retos internos graves y externos de proporción nacional.

Internos por aquello de la corrupción que el mismo Anaya canta a la menor provocación y externos porque ya están a la vista las elecciones de 2016 en las que sobre todo se disputarán gubernaturas importantes en el país.

A Ricardo Anaya le sobra verbo. Digamos que una vez que toma la palabra no la suelta así caiga quien caiga. Acaso, como se diría en tiempos de Muñoz Ledo, si ve una grabadora sobre una mesa comienza a hablar sin parar, aunque esté desconectada.

Está bien, aunque da la impresión de tener un rollo interminable de tono populista que agobia y termina por ser reiterativo al infinito…

Así que en esas reiteraciones nos enteramos que su propuesta para los primeros cien días de presidencia panista serán dedicados a limpiar de corrupción las entrañas de un partido que antaño acusaba al gobierno priista de corrupto.

Un partido que durante  el gobierno presidencial de doce años se transmutó en priista y dejó hacer y dejó pasar… “Moches habemus” dijeron entonces…

Digamos que Javier Corral asume su derrota, pero no está conforme, lo tiene claro cuando dice:

“Más allá de que el resultado de la elección es más parecido a una elección soviética que a una panista, y con todos los vicios de una priísta –acarreo, compra de votos, rasura del padrón-, muestra el tamaño de la crisis que vive el partido.

“Ello también confirma el largo camino por recorrer para extirpar ese PRI que se metió dentro del PAN y nos descubre una realidad: que rescatar al PAN es una tarea mucha más complicada de lo que supusimos…”.

Sí, pues.

Pero como sin proponérselo, Ricardo Anaya llega a presidir al PAN en un momento de profunda crisis interna: División de grupos, interferencias ex presidenciales (Calderón, Madero, Zavala…), rezagos en la definición de su línea ideológica, doctrina y proyecto de nación o, incluso de gobierno; alianzas con partidos con las que hacen agua y aceite, como la ocurrida en Oaxaca y que da muestras de inoperatividad. La mano panista en el estado del sur parece extendida, pero no precisamente para ayudar al estado a salir de una crisis cada vez más profunda…

Y más que todo eso está la gran crisis del sistema de partidos en México. Aguas tormentosas son estas en las que habrán de navegar todos los institutos políticos, tres de los cuales renuevan dirigencia por estos días –incluyendo al PRD que lo tendría que hacer hasta 2017 pero cuyo actual presidente, Carlos Navarrete, ya tiene el agua hasta el cuello y quiere salir y respirar…

Los mexicanos están hasta el copete de los partidos políticos. No sólo porque ya no confían en ellos. No sólo porque se sienten traicionados por ellos.

No sólo porque les cuestan muy caros en una voracidad de recursos interminable. No sólo porque se han enquistados en las instituciones electorales, sino también porque estos partidos políticos ya  no representan sus intereses y no los  encuentran como sus interlocutores…

Y por esto, en tono de reconciliación ciudadana, pero sin ir más allá de la retórica, Anaya dice que ‘ante el hartazgo de la gente frente a la clase política impulsará una profunda regeneración del partido’. Sí. Está bien. Lo necesitan. Es muy feo que vivan peleando como si fueran priistas, perredistas y panistas reconvertidos a todo…

Pero por desgracia no es un asunto de un partido: Es el tema de un sistema de partidos en el que se inserta el PAN como parte fundamental de la desconfianza social.

Es uno y todos. Son los grupos de poder político los que han acabado con el ideal democrático de la decisión de las mayorías y eso se expresó en las elecciones del domingo 7 de junio cuando fue una minoría la que decidió gobierno en estados, municipios y legislativos…

Y tan es minoría la que decide, que parece mentira que uno de los grandes partidos políticos de este país se conforme con la votación de 231,897 militantes panistas en un país de millones de ciudadanos al pie del cañón.

Cada uno de ellos, y todos, los partidos políticos saben de esta crisis de confianza y credibilidad. Y saben que es profunda. Y saben que se tardará mucho tiempo antes de recuperar la esperanza que antes hacía suponer a muchos que las cosas serían diferentes, como cuando comenzó la alternancia en 2000.

Hoy todos, ciudadanos y partidos, miran para todos lados y es inútil cualquier intento por conseguir una reconciliación seria mientras no haya cambios de fondo y forma, porque a decir verdad estos partidos no son ya los partidos que podrían consolidar la democracia mexicana.

Así que el señor Anaya está en ese piso parejo, como gusta decir. Y ya se sabe, en la vida como en la política ‘¿para qué tanto brinco, estando el suelo tan parejo?’.

*Periodista y editor originario de Oaxaca. Ha sido editorialista en UnomásUno, La Jornada, El Financiero y más. Fue coordinador de opinión de El Financiero y director de Opinión de El Universal. Fue editor en la UNESCO y de Le Monde Diplomatique. Ha coordinado obras como: “Planes en la nación mexicana”, con El Colegio de México y “Pensar a David Ibarra”, el más reciente.

@joelhsantiago

Tomado de: http://lasillarota.com/

 

 

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