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Analizan en Bellas Artes la influencia de la Vanguardia rusa en los fotógrafos mexicanos

MÉXICO, D.F., diciembre 10.- ¿Influyó el movimiento de la Vanguardia rusa en el trabajo de los fotógrafos mexicanos? ¿Qué elementos en común se pueden observar en la obra de los artistas? ¿México nunca tomó elementos de la Vanguardia rusa y crea paralela a ésta su propia vanguardia?, fueron algunas de las preguntas abordadas durante la reflexión sobre las vanguardias rusa y mexicana por el crítico de fotografía José Antonio Rodríguez.

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Durante la conferencia La visión y la imagen. La fotografía en la Vanguardia rusa y mexicana, el escritor, curador afirmó: “los vasos comunicantes entre las artes rusas y lo que se gestó en México, aunque en realidad considero que hubo una multitud de vanguardias, ya que fue un esfuerzo en pro de una modernización de la imagen que condujo tanto a pintores como fotógrafos a tomar posesión de las formas modernas que les aportaban la ciencia y la industria”.

El Área de Murales del recinto de mármol fue la sede de esta conferencia donde José Antonio Rodríguez añadió que la Vanguardia rusa repercutió en otras culturas de la imagen, pero en México y en otras partes de América Latina, como en Brasil y Venezuela, asumió su propia carta de naturalización en distintos tiempos.

“Ya que la conciencia de una modernidad visual en América Latina no siempre fue temporalmente compatible con lo que sucedía en Norteamérica, Europa o la propia Rusia. Además, los modernistas latinoamericanos no siempre bailaron al son que les tocaban, porque los tiempos nacionales tenían sus propios reclamos.

“De acuerdo con el crítico fotográfico José Antonio Navarrete, ser actual o moderno era una manera de atender los reclamos nacionales en países aletargados por el conservadurismo de élites de poder, por lo que las vanguardias permitieron elevarse a la universidad y contemporaneidad exigida por la cultura y la vida social, así lo entendieron los artistas e intelectuales latinoamericanos del momento”.

El escritor reveló que la Vanguardia rusa surge en 1920 y se desarrolla poco a poco hasta que a mediados de 1926 llega a su mayor fuerza, mientras que en México se desplegó, en agosto de 1923, cuando llegan los fotógrafos Tina Modotti y Edward Weston.

“Weston que andaba en búsqueda de formas visuales y Tina que fue su brazo derecho y gran alumna, ya que lo que comienzan a hacer en México es la propia Vanguardia mexicana, aparte de lo que se estaba gestando en Alemania y Rusia”.

El historiador añadió que los artistas mexicanos no fueron influidos completamente por los artistas de la Vanguardia rusa, sino que se nutrieron de revistas europeas que permitieron generar y establecer vasos comunicantes entre las distintas vanguardias rusa, alemana y mexicana.

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En la charla, José Antonio Rodríguez también hizo un recorrido por el trabajo de artistas destacados de la Vanguardia rusa y mexicana, empezando por Alexandr Ródchenko, quien de acuerdo con el investigador, fue entre los fotógrafos un gran teórico y el que replanteó una nueva manera de ver al mundo.

“Ya que va a crear una figura básica de las nuevas estructuras visuales, utilizada no únicamente en la fotografía, sino que va a permear en el cine europeo: una figura donde predomina el círculo y el triángulo, que es la forma básica del constructivismo ruso”.

Añadió que Ródchenko estableció que los nuevos puntos de vista son fundamentales y no era necesario mirar en un solo plano o a la altura de los ojos, sino cambiar los puntos de vista.

“Al picado él lo denominó como la vista de ave y al contrapicado como la mirada del gusano, un pequeño ser que mira hacia arriba y ve la monumentalidad de los objetos y la naturaleza”.

José Antonio Rodríguez compartió algunas de las fotografías de este artista, destacando Joven trompetista, donde se observa el punto de vista en contrapicada, circularidad y triangulación de sus elementos, pero también cómo eliminó los entornos y fondos para dar una enorme presencia a los primeros planos y construir, a partir de la fotografía, otro tipo de sociedad en la que estaba viviendo.

Presentó Canana, mazorca y hoz, imagen de Tina Modotti, la cual comprende naturaleza muerta que de acuerdo con Rodríguez cambió la forma de ver la fotografía mexicana por el plano cerrado, geometrización de la hoz y el acto simbólico de las cananas y mazorca que hablaban de la Revolución y del campo mexicano que estaba emergiendo, contrario a Rusia, donde predominaba lo industrial.

También exhibió el trabajo de Margaret Bourke-White, caracterizado por líneas en diagonal que ascienden, crean triangulaciones y circularidades en sus composiciones.

Asimismo, mostró obras de Serguéi Eisenstein de la cinta ¡Qué viva México! y añadió que el trabajo del director de cine destacó porque realizó una nueva manera de ver el mundo a través de los planos y las composiciones experimentales.

Conversó también de Boris Ignatovich, un artista que proviene del fotoperiodismo y quien crea nuevos puntos de vista a partir de pensar las tomas, la geometrización de los elementos que la integran y crear las fotografías a partir de aspectos como la presencia humana, el metal y los ritmos en las líneas, cosas que se observan en su obra En el edificio.

José Antonio Rodríguez reveló que la Vanguardia mexicana se gestó de forma impresionante hasta 1928, con el primer Salón de Fotógrafos Mexicanos, “pero no va a dar el gran salto sino hasta 1931 con el Concurso Cemento Tolteca”.

Presentó imágenes del trabajo del artista mexicano Emilio Amero, quien es una de las figuras esenciales de la Vanguardia mexicana, ya que es explorador de los fotomontajes y fotogramas.

De Agustín Jiménez, donde destaca la circularidad, geometría y frialdad del metal, fondos que se eliminan y el plano cerrado hacia los objetos, elementos que darán origen a una nueva forma de ver el mundo a través de la fotografía.

Y de José Torres Palomar, quien crea imágenes asombrosas de danzantes partiendo de la transversalidad y contrapicada, un vanguardista que vivió en Nueva York y a pesar de trabajar con el destacado fotógrafo estadounidense Alfred Stieglitz, sigue siendo desconocido.

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Finalmente, dijo que la mirada de Emilio El Indio Fernández y Gabriel Figueroa se empararon de la Vanguardia rusa vía el trabajo de Serguéi Eisenstein y su película ¡Qué viva México!

“El Indio Fernández la ve en un estreno previo en 1933, en Los Angeles y de ahí decidió hacer lo mismo en el cine. Regresa de esa ciudad, se entrevista con Diego Rivera y comienza a trabajar con Gabriel Figueroa y ambos crean imágenes asombrosas y destacadas por el contrapicado, la dignificación del ranchero, del campesino y del mundo rural”, agregó.

 

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