En poco menos de 21 días los oaxaqueños estaremos tomando una decisión de gran relevancia para el futuro de nuestra tierra. Las elecciones del 4 de julio representan no sólo la oportunidad para evaluar la ruta que llevamos transcurrida, sino para tomar decisiones importantes, sobre el futuro que anhelamos construir para los próximos años.
Una parte fundamental de los procesos electorales para gobernador es que permiten cada seis años, tomar conciencia sobre el desempeño de los gobiernos en turno. Con el voto, se faculta a la ciudadanía para premiar o castigar un mal trabajo. Con este ejercicio se fortalece nuestro sistema de partidos y se sanea la vida pública de nuestro país.
La primera razón para apoyar el cambio en Oaxaca es fundamentalmente porque el resto del país ya cambió. Desde hace más de 10 años, México vivió una alternancia en su forma de gobernar, lo que ha permitido que la ciudadanía ganara un serie de garantías que antes no tenía, en materia de libertad de expresión, rendición de cuentas de los funcionarios públicos, transparencia en el servicio público, democracia y acceso a la información. Muchas de éstas no han logrado llegar a estados como el nuestro.
En segundo lugar, en Oaxaca existen remanentes del pasado verdaderamente preocupantes, más de 2.5 millones de oaxaqueños viven en condiciones de pobreza extrema, en tanto, persisten poblaciones donde más del 85 por ciento de sus habitantes viven en pobreza alimentaria, es decir, no tienen ni siquiera para cubrir sus necesidades mínimas de alimentación.
En tercer lugar, porque desde hace décadas Oaxaca se mantiene en los últimos lugares nacionales, como la entidad con el Producto Interno Bruto (PIB) más bajo del país. Es decir, estados como Chiapas o Guerrero, con dimensiones territoriales similares y semejante población producen más que nosotros, por ende generan más empleos y captan mayores recursos para invertirlos en infraestructura o educación.
Una cuarta razón, y una de las más preocupantes, se da porque Oaxaca ocupa el primer lugar en violencia sexual contra la mujer. Y el segundo en feminicidios. En ningún otro estado existe tanto desinterés por parte de las autoridades locales, para legislar en torno a una política de protección de los derechos de las mujeres, ni acciones positivas para generar espacios de representación política con equidad.
En quinto lugar, porque Oaxaca se mantiene en el lugar 32, es decir el último, en el Índice Nacional de Competitividad. Lo que equivale a decir que en nuestro estado no se promueve el desarrollo de nuevas industrias, se invierte muy poco para generar nuevos negocios, lo cual implica que no se están creando los empleos de calidad que los oaxaqueños demandan.
En sexto lugar, porque Oaxaca como ningún otro estado ha elevado su deuda pública en más de diez veces durante los últimos 4 años. Es decir, pasó de tener compromisos por 552.7 millones de pesos a 5 mil 170.6 millones en 2009. Hoy en día, gran parte de nuestros ingresos, como aquellos correspondientes por el cobro de tenencia, se tienen comprometidos para los próximos 20 años a distintas instituciones de crédito.
En séptimo lugar, porque Oaxaca se coloca como uno de los cinco estados más peligrosos y violentos para ejercer la labor periodística. El gobierno no ofrece garantías ni presenta avances en los casos de desaparición y homicidios contra varios comunicadores.
En octavo lugar, porque Oaxaca es el único estado del país donde más se pierden clases por ciclo escolar. Lo cual disminuye los niveles de aprendizaje de niños, que los coloca en desventaja frente a otros jóvenes de instituciones en otros estados, y esto ocasiona que les cueste más trabajo conseguir un mejor empleo a futuro o contar con las herramientas indispensables para seguir desarrollándose académicamente.
En noveno lugar, porque el conflicto social que vivimos los oaxaqueños en 2006 fue ocasionado por una equivocada y absurda decisión del gobierno local. Que aunado a una persecución en contra de cientos de opositores y líderes de organizaciones sociales dieron origen a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), que nace como una forma de expresión, no contra la ciudadanía, sino contra el gobierno. ¿Qué quería la APPO en 2006?
Y en décimo lugar, porque Oaxaca somos todos y lo que le pasa a una niña que hoy no tiene clases en la Costa, o a un anciano de la región serrana que no tiene para comer, o a una mujer en la Mixteca que no cuenta con servicios de salud, o a un joven en el valle que no encuentra un empleo, nos sucede a todos. Cada uno de los problemas de los oaxaqueños, son problemas que afectan a la colectividad.
Y sólo así, el día en que veamos al otro no como un contrario, sino como un oaxaqueño más, ese día saldremos adelante. El momento en que nuestras diferencias se conviertan en coincidencias, Oaxaca será ejemplo de modernidad.
Este año representa una oportunidad invaluable, no para olvidar el pasado, sino para sacar de él la mejor parte, aprender lo que no queremos que vuelva a suceder y utilizar el poder del voto para decidir si permanecemos en la misma ruta o damos una vuelta de timón para estar mejor.
Dejemos atrás el camino de la confrontación. Vayamos hacia delante por la ruta del progreso, recobremos la confianza y la esperanza en nosotros mismos, para tener un Oaxaca de oportunidades.