PALABRA DE ANTÍGONA.- La carrera presidencial de 2012 comenzó abiertamente el domingo 25 de julio con las miles y miles de personas que se dieron cita en el Zócalo de la Ciudad de México para escuchar el proyecto de Andrés Manuel López Obrador, quien ratificó su decisión de participar en la contienda.
La movilización fue inmensa, a pesar de una pertinaz lluvia en la capital del país; acudió a su llamado la gente que forma parte de un movimiento que ha ido tejiendo el político tabasqueño en los últimos tres años, aparentemente sólo arropado por el Partido del Trabajo (PT) y sin renunciar a su filiación en el Partido de la Revolución Democrática, frente a desatinos y contradicciones partidarias.
López Obrador es hoy el único político mexicano que ha visitado todos y cada uno de los municipios del país, lo que hace suponer que conoce palmo a palmo las necesidades o las condiciones en que se vive en este país.
En una lógica sencilla, cualquier persona podría suponer que eso le da ventaja sobre sus futuros contrincantes, a pesar del cerco informativo que también lo ha acompañado por valles y sabanas, por planicies y desiertos.
La falta de información sobre lo que le dijeron mexicanos y mexicanas, sobre el tamaño de su convocatoria y el grado probable de organización de comités ciudadanos o de adeptos, dificulta valorar el significado de lo que AMLO llama asamblea multitudinaria.
Los medios, en noticias y en análisis, en opiniones y crónicas se han encargado de enviar un mensaje demoledor: nadie cree ya en AMLO y está aislado.
Sin embargo, como sucedía hace unos años, la plancha del Zócalo estuvo llena sin que eso signifique algo. Hay quienes desde la tarde del 25 de julio consideran que AMLO “se adelantó”, como señala un lector de la página virtual del diario La Jornada, que se identifica como Paco.
El político tabasqueño será vilipendiado por millones de palabras en estos días o reconfortado por otros millones de palabras que están en el aire.
Pero en realidad no existe un horizonte “científico” de su popularidad o la experiencia de rechazo. No lo sabemos, nadie lo cuenta.
Seguramente los aparatos de observación, por no decir de espionaje del Partido Revolucionario Institucional (PRI), sí saben de qué tamaño es el movimiento lópezobradorista y ya tienen una estrategia para detenerlo. Además de que cuentan con la desestructuración de la izquierda partidaria.
Va a ser muy interesante cómo van a reaccionar los priistas, qué hilos van a mover, cuáles serán los contenidos de los análisis de los sesudos pregoneros que menudean por cientos y que buscan “orientar” a la opinión pública.
Esos que dijeron que AMLO era un peligro para México y que admiten el proceso de militarización y violencia de la presente administración ¿qué harán?
Lo cierto es que está en la mesa un esquema de proyecto: valores morales, reforma fiscal que afecte a los grandes empresarios, tanto que AMLO dijo en el zócalo que la reforma que propone proporcionaría al erario público 300 mil millones de pesos para atender los problemas sociales de México.
De la misma forma habló de la transformación social para el país y dijo que se ha profundizado la ruptura del tejido social.
No cabe duda que el proyecto de nación de El Peje, incluye, así de general, la renovación de las instituciones y la urgencia de que la gente participe para lograr “el despertar ciudadano” y en la misma línea que en 2006 llamó a recuperar la esperanza.
Lamentablemente el discurso de López Obrador no recoge ni analiza uno de los problemas fundamentales: la guerra desatada por Felipe Calderón, contra quienes ha definido como “enemigos” del país.
¿Para qué serviría, en caso de lograrse elegir popularmente, a quienes integran la Suprema Corte de Justicia? si no se ataca la inversión en armas y uniformes, si no se reconoce que fracasó el sistema educativo nacional, si no se comprende de qué tamaño es la violencia pública y privada, y si no se conecta a los jefes del sistema con la criminalización de la protesta pública.
El discurso de AMLO tampoco refirió nada acerca de la condición de las mujeres ni del feminicidio, ni de los civiles caídos en esa guerra del señor Calderón; no habló de la geopolítica y el lugar que México ocupa en la globalización de la represión y la llamada seguridad para el gran capital, que en nuestro país significa una creciente militarización.
Habló con las mismas palabras de hace cuatro años de los pobres y, de los probables beneficios económicos para esos pobres, si consigue desarrollar su proyecto de nación. Intentó hablar de la desestructuración de los principios, pero del mismo modo que la derecha cuando habla de valores, tan difuso como confuso.
Es probable que sea apenas el comienzo, Pero si en realidad pudo mirar al país en estos años, su mirada pudo ver más allá del desamparo y la pobreza, tendría que haber visto lo que sucede en cada rincón, en cada sitio en que se yergue el miedo y se instalan anticonstitucionalmente el poder de la milicia y de la impunidad. Me hubiera gustado un proyecto de nación desde una nueva mirada.
No sé, si los que vilipendian a López Obrador lo harán en esa lógica política que no tiene asidero con la realidad y se instalarán en la discusión del personaje, de sus dichos -a veces guerreros- y su capacidad de convocatoria o lo que sea, o lo harán sin ese contexto, hilado y planeado, que como dice el comunicólogo español Manuel Castells, ha conseguido promover una política de miedo espectacular, miedo que ha invadido la vida cotidiana de millones de personas en nuestro país y que requeriría de un liderazgo que abandere un mensaje que rechace la violencia verbal y simbólica, esa que petrifica y necesita respuestas.
Claro que eso se esperaría del político tabasqueño que nos ofrece, si consigue el triunfo en 2012, una transformación en el país y no su antiguo enfrentamiento con los poderosos del dinero; sin profundizar que para conseguir ese dinero no es suficiente ser corruptos, arrebatar votaciones e instalarse en el mando, sino que son, además de todo eso, responsables de la muerte de miles de civiles, del asesinato de cientos de mujeres, de una política del garrote sistemática y de la violencia que se levanta en cada casa, por eso, por el asunto de los salarios, de la desesperanza, por la visión cultural del patriarcado hoy vestido de verde olivo.
Habrá que observar en el tiempo. Si AMLO es capaz de hablar de lo que ha visto y oído por su periplo por México y expresa otras cosas, además de responder a sus contrincantes, claramente atrincherados por mantener el statu quo.
AMLO tiene la oportunidad de hablarle a la gente de su realidad, no sólo de su proyecto. Dice bien, se necesita gente organizada, pero eso requiere modos democráticos, abiertos, inclusivos, abarcadores y nuevos en todo sentido.
Se necesitan discusiones didácticas y persistentes. Los mítines glamorosos sirven para distraer a los partidos oponentes que también buscarán ganar la elección en el 2012, pero estas multitudinarias concentraciones son fugaces e inconsistentes de cara a una verdadera cruzada cívica y transformadora, una mirada moderna y feminista.
(*) Sara Lovera.- Periodista desde hace 40 años, fundadora de Comunicación e Información de la Mujer AC (CIMAC), fue reportera en Unomásuno y directora del suplemento Doble Jornada en La Jornada. Actualmente es corresponsal de Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y del Caribe(SEMlac) en México e integrante del Consejo del Instituto de las Mujeres del Distrito Federal. Conduce y codirige Mujeres en Movimiento y participa en la Mesa Periodistas de Capital 21, el canal por internet de la Ciudad de México. Es editorialista de Antena Radio, Mujeres Net, Cuadernos Feministas, y Proceso digital. En 2005 fue nominada al Premio Nobel de la Paz.