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Los afro-oaxaqueños…

Nadie los recuerda 200 años después, en el Bicentenario

Pelearon en la guerra de Independencia de México y después de ello desaparecieron de la narrativa y de los actos y declaraciones oficiales del estado y del país.

Diseminados desde la guerra de Conquista, en 1521, a lo largo de las costas de Oaxaca y del hoy estado de Guerrero, miles de afrodescendientes se enlistaron en las campañas de los ejércitos insurgentes siguiendo a sus líderes, pero 200 años después están olvidados.

Dos de los héroes más sobresalientes del movimiento, José María Morelos y Pavón y Vicente Guerrero Saldaña, tenían ascendencia negra.

Pero también hubo independentistas oaxaqueños, hoy olvidados del régimen, que sumaron en la lucha a los afro descendientes, al grado que uno de los pueblos de la región lleva su apellido: José María Armenta.

Entre los primeros mártires en Oaxaca de la Independencia de México figuran, además, Miguel López de Lima, Felipe Tinoco y José Catarino Palacios.

Armenta, López, Tinoco y Palacios conspiraron en 1811 en el ex convento de La Concepción, y unidos al sacerdote Ordóñez –llamado realmente Ignacio María Ordoño– elaboraron un plan de Revolución insurgente que estallaría en junio en la Ciudad de Oaxaca.

El padre de la Patria, Miguel Hidalgo y Costilla, sabía que sería difícil conseguir el apoyo de Oaxaca para lograr la Independencia, por lo que en 1810 envió a José María Armenta y a Miguel López de Lima con la finalidad de difundir la lucha insurgente en nuestra entidad y ganar aliados para el movimiento.

Se sabe que estos dos insurgentes llegaron al municipio costeño hoy llamado Santo Domingo Armenta, en el distrito de Jamiltepec, para invitar a los habitantes, negros en su mayoría, a que se levantaran en armas.

Pero fueron descubiertos y condenados a la horca. Al igual que Hidalgo, Allende, Aldama, Jiménez y Abasolo, sus cabezas fueron exhibidas públicamente en la Ciudad de Oaxaca para “escarmiento”.

Después, en 1811, los españoles descubrieron otra conspiración encabezada por José Catarino Palacios y Felipe Tinoco, quienes denunciados por Bernardo Collantes al intendente José Lazo fueron juzgados por el auditor de guerra Bernardino Bonavia.

El cura Ordóñez pudo defenderse, pero José Palacios se volvió loco y aún así, junto a Felipe Tinoco fue fusilado el 25 de septiembre de 1811 en la Plaza del Mercado, actualmente segunda calle de Fray Bartolomé de las Casas, a la mitad de la pared sur del edificio colonial llamado “La Casa Fuerte”.

Sin embargo, todas estas acciones y hechos heroicos que contribuyeron a la Independencia de México, especialmente en el caso de los afro oaxaqueños, no han sido reconocidos.

Dos siglos después, las comunidades de afrodescendientes viven aisladas y en condiciones de extrema pobreza.

La mayoría de los habitantes del país no sabe que hay negros oaxaqueños y mexicanos.

Incluso, las autoridades estatales y federales no conocen por completo a este sector de la población, afirma Ricardo Bucio, presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).

“No hay estadísticas gubernamentales confiables, ni políticas públicas específicas para ellos. La información empírica que tenemos es que están en situación de desventaja”, afirma.

Estudios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) estiman en 450 mil personas la población de afromexicanos, y según la Cámara de Diputados federal, cerca de la mitad se encuentran en alta marginación.

Olvido histórico

La población afro-oaxaqueña y afromexicana en general proviene de los esclavos negros traídos a la Nueva España a partir de 1580, para sustituir a los casi 10 millones de indígenas que murieron debido a las matanzas que realizaron los conquistadores, así como a una serie de epidemias desconocidas en el territorio nacional.

Algunos historiadores dicen que fueron unos 250 mil los esclavos negros que llegaron al país.

Los africanos se mezclaron con los pueblos originarios y surgieron entonces los afromestizos, que constituyeron una nueva clase social que vivía libre, pero en difíciles condiciones.

Sin embargo, aún había miles de esclavos, sobre todo en haciendas del centro y sureste del país.

En diciembre de 1810 Miguel Hidalgo declaró abolida la esclavitud en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, donde existía uno de los mercados de seres humanos que operaban en México.

Muchos afromestizos se unieron al ejército de Hidalgo, Morelos y Guerrero, especialmente en el sur del país.

Pero también hubo esclavos en las fuerzas contrarias, porque los dueños de las haciendas les obligaron a unirse al ejército del Virrey español, según refiere el investigador Faustino Aquino, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Sostiene que la participación de los afro descendientes en la gesta de Independencia se olvidó. “La herencia negra quedó oculta, casi desapareció”, lamenta.

Hoy, dos siglos después, los afromexicanos suelen mantenerse aislados. Sus manifestaciones culturales son una mezcla de tradiciones indígenas con rasgos provenientes de África.

Así ha sido siempre, cuenta la investigadora Luz Alejandra Cárdenas, de la Universidad Autónoma de Guerrero.

“La Inquisición decía que su vestimenta era pecaminosa, y algunas mujeres fueron acusadas de participar en aquelarres sólo por cumplir con sus rituales”.

Ninguno fue sentenciado a muerte, por una razón perversa: “Los esclavos costaban lo mismo que una casa, y nadie quería perder tanto dinero”, refiere Cárdenas.

Muchos esclavos escaparon de las haciendas y se refugiaron en las zonas montañosas, donde fundaron comunidades que todavía existen, como en Oaxaca y Guerrero precisamente. Y como entonces, sus condiciones de vida son difíciles.

Invisibles

A dos siglos de abolida la esclavitud, las comunidades de afromestizos son virtualmente invisibles.

Por ejemplo, los censos de población no incluyen preguntas para medir a la población negra, lo que hace que no existan estadísticas fiables y deriven en desatención de las autoridades, advierten organizaciones civiles.

“Los programas de gobierno limitan a las comunidades negras, porque parecen diseñados para otra población”, afirma Israel Reyes, coordinador de la asociación África AC.

Además, según el Presidente del Conapred, los descendientes de africanos son una minoría que no suele organizarse para gestionar servicios, con lo que se encuentran en desventaja frente a otros grupos étnicos como los indígenas.

“Hay información de que viven sin piso firme, sin drenaje o en hacinamiento en muchas comunidades, aunque en realidad no hay datos específicos”, admite el funcionario del Gobierno federal.

Celebración a su manera

A 200 años de la Independencia de México, las comunidades de afrodescendientes tienen poco que celebrar, o lo hacen a su manera.

En Melchor Múzquiz, Coahuila, al norte del país, existe un pueblo de afromexicanos que prefiere celebrar el 19 de junio antes que la efeméride del Bicentenario.

Esta fecha es más importante para ellos que todo el festejo por la Independencia. Es que un 19 de junio de hace 200 años los Negros Moscongos, como se llama esa comunidad, dejaron de ser esclavos y se convirtieron, legalmente, en ciudadanos de este país.

 

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