El primer paso en la transición democrática se ha dado, pero los que saben del tema dicen que el encanto entre los que apenas la víspera eran oposición no durará mucho tiempo.
Es que todavía no se instalaba la LXI Legislatura y ya habían brotado actitudes que ponen en riesgo la viabilidad de la coalición legislativa.
Las diferencias ideológicas entre los parlamentarios opositores al PRI han generado serios debates en la toma de acuerdos, pues de una mayoría es conocido que los cónclaves previos a la instalación del nuevo Congreso fueron exhaustivos y desgastantes, sobre todo por el protagonismo de algunos de sus integrantes.
Del lado del PAN figura Juan –Iván– Mendoza Reyes, a quien sus propios correligionarios le dieron la espalda, apenas éste saboreaba la posibilidad de ocupar la coordinación de la fracción parlamentaria del albiazul y que por alegatos poselectorales tuvo que abandonar un tiempo.
Ahora, Mendoza Reyes tendrá que manejar con “pinzas” la relación con los integrantes de su bancada, pues la mayoría se cree de abolengo, con exceso de capacidad o con una militancia histórica.
Incluso, hay quienes se jactan de contar con la protección del Presidente de la República o de alguno de los dirigentes nacionales, lo que dificultará el actuar y los acuerdos si el imberbe “pastor” de los blanquiazules no desarrolla la tarea que le corresponde con astucia e inteligencia.
En el PRD la tarea no es menos difícil. La gran cantidad de tribus amenaza la armonía y el desempeño del grupo parlamentario triunfante, pues es común que cada negociación tenga un precio político o económico para los perredistas, más aún cuando tienen enfrente la renovación de su directiva nacional y la decisión de futuras participaciones en coalición por los procesos electorales de los próximos dos años.
Del lado del Partido Convergencia, el protagonismo de Margarita García García es una real amenaza para la consolidación de los acuerdos comunes que permitan empujar la transición democrática y especialmente coadyuvar en la tarea del futuro gobernante, Gabino Cué Monteagudo.
Margarita García, a quien alguien le vendió la idea de que es la “justiciera del pueblo”, presume de la protección y aprecio del Mandatario electo y del diputado Benjamín Robles Montoya.
Por eso asume actitudes que sólo la dejan en ridículo, ya que desespera a cualquiera que desee dialogar con ella. La diputada convergente debe elevar su nivel político o dejará muy mal parados a quienes la impulsaron para llegar al Congreso del Estado.
Y qué decir del Partido del Trabajo, donde ni sus dirigentes se ponen de acuerdo, por lo que sus representantes ante la LXI Legislatura podrían caminar cada quien por su lado.
Ita, la diputada electa, confunde su condición de indígena con el de “chacha convertida en princesa”, en tanto que Flavio Sosa Villavicencio utiliza su liderazgo construido a base de gritos y desorden para ocultar sus verdaderas intenciones: continuar enriqueciéndose so pretexto de “liberar al pueblo del yugo de la marginación y pobreza”.
Los acuerdos políticos y legislativos son una grandiosa oportunidad para hacer valer $u$ votos.
Pero los priistas tampoco se quedan atrás. Hay una clara diferencia entre sus integrantes. Los más controversiales exhiben con claridad las dificultades que tendrán para votar en mayoría, como lo hizo la recién concluida LX Legislatura.
El rumor de la posible declaración de “independencia” de José Antonio Hernández Fraguas evidencia que Martín Vásquez Villanueva tendrá que tejer muy fino para intentar, al menos, rescatar la dignidad del priismo oaxaqueño en su papel parlamentario, luego de la debacle electoral y del triste papel que desempeñaron sus antecesores.
Pero no sólo las diferencias ideológicas ponen en la ventana pública a los diputados del PRI, sino hasta el pronto olvido de la humildad con la que apenas en julio pasado buscaban denodadamente conquistar el voto de los electores.
Más de uno de los priistas perdedores carga consigo a un buen número de guardaespaldas, temerosos quizás de los actos delincuenciales, asesinatos y levantamientos que en últimas fechas se han suscitado en la entidad.
Aquí cabe el dicho popular de “el que nada debe nada teme”, pero no entienden.
Estaremos pendientes del cambio de diputados que se dé este sábado 13 de noviembre en el Congreso del Estado, preámbulo de lo que le espera a Oaxaca en los años próximos.