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Adicta al alcohol y drogas, Leticia Valdez veía al diablo, confesó en Oceánica

MÉXICO, D.F., mayo 18.- Leticia Valdés Martell, madre del menor presuntamente violado en el Instituto San Felipe de Oaxaca, creció en el seno de una familia desintegrada.

Confiesa que durante su infancia era muy sensible, llorona, con nerviosismo y temor de llegar a su casa porque sus padres discutían constantemente, tanto que se agredían físicamente, lo que la orilló a buscar refugio en narcóticos y principalmente el alcohol, y a los 16 años veía al diablo.

De acuerdo con la evaluación psiquiátrica que le realizó el centro de rehabilitación Oceánica en 1997, de la cual MILENIO posee una copia, se asegura que “cuando tenía 16 años le daba fiebre y veía al diablo”.

La paciente número 1231 describe a su padre como “muy estricto”; sin embargo, gozaron siempre de una buena relación. Se definía como su “consentida”.

Con su madre afirmaba ocurría lo contrario, siempre fue desplazada por su hermana Elisa, quien tenía toda la atención de su progenitora.

A decir de ella, su mamá la humillaba llamándole “negra, gorda e india”.

Por parte de su madre tenía tres hermanos, dos de ellos ya murieron, el primero en un accidente automovilístico cuando ella tenía 11 años y al segundo se le afectaron sus facultades mentales debido a su adicción y estuvo en varias clínicas psiquiátricas donde le aplicaban electroshocks.

“Su hermano Eduardo falleció en una carretera y fue muy impresionante para Leticia, ya que refiere le pasaron muchos carros por encima”, señala el diagnóstico hecho por la psiquiatra Patricia Rodríguez Ojeda.

En tanto, Isaías Valdés, quien la ingresó en Oceánica en octubre de 1997, indica Leticia, “es un adicto en rehabilitación, pero se lleva bien con él porque es noble”.

Durante su paso por la escuela, Valdés Martell se describe como una alumna regular, pero en quinto año obtuvo bajas calificaciones, por lo que la hicieron recursar “sintiéndose mal y con coraje”.

Después cursó la secundaria y la preparatoria y refiere que “le compraron el título como licenciada”, con el que pudo obtener un empleo asesorando al secretario de Gobierno de Oaxaca.

A su primer esposo lo conoció cuando ella tenía 15 años y él 20, vivieron juntos año y medio; posteriormente se separaron porque “ella era muy celosa y él mujeriego; se agredían físicamente, aunado a que ya no tenían relaciones sexuales”.

Valdés Martell confesó que probó alcohol a los 16 años, usándolo esporádicamente, a los 19 tomaba hasta dos botellas de vino tinto cada semana; de los 23 a los 29 usaba hasta tres veces a la semana tres cervezas y tres tequilas, “no consume más por temor a las taquicardias”.

La cocaína la consumió a los 20 años, en al menos siete ocasiones en dosis pequeñas, recuerda. Mientras que de los 19 a los 23 fumaba medio cigarro de mariguana.

También se determinó que desde los 12 años padece de insomnio, por lo que inició el consumo diario de 9 a 12 miligramos de benzodiacepinas.

“Leticia no tiene conciencia de su enfermedad, ya que minimiza el uso y sus consecuencias y refiere estar aquí (en rehabilitación) para aclarar sus sentimientos; es decir, niega y racionaliza, es muy demandante, manipuladora, tiene baja autoestima, necesidad de atención, aceptación y afecto, es poco tolerante”, puntualiza la evaluación.

El diagnóstico: adicta al alcohol y benzodiacepinas. Se sugiere crear conciencia de su enfermedad mental y marcarle límites constantemente.

 

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