Los países occidentales, y los que integraban “La Cortina de Hierro”, protagonistas de “La Guerra Fría”, nunca imaginaron en el peor de los escenarios, el surgimiento de un “caballo negro” que los desplazaría del liderazgo económico global.
En efecto, ese intempestivo y brioso corcel hoy tiene nombre: China, país que puso en práctica en las últimas décadas, los dos modelos económicos que se disputaron en aquellos años de la postguerra, las nuevas grandes potencias triunfadoras de la Segunda Guerra Mundial, lideradas por los Estados Unidos y La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Enarbolando el primero, el libre mercado, y el segundo, una economía regida por el estado.
Con todos los defectos que implica vivir en una dictadura comunista, China logró salir airoso de las tempestades naturales, y de las crisis sociopolíticas que le sucedieron en el siglo pasado. Y, una vez consolidada su base social, con educación, acceso a la salud, y disminución del hambre ancestral que ha padecido el país más poblado del mundo; apoyado por un aparato militar dispuesto a brindar seguridad interna y externa, y represor de los movimientos sociales, abrió tímidamente sus puertas a los productos y bienes de consumo occidentales.
Esta breve apertura dio paso a que, poco a poco, fueran llegando los inversionistas extranjeros, y para fortuna de éstos, se encontraron con “el paraíso”; es decir, mano de obra buena y barata. Pero sobre todo, mano de obra calificada, y sedienta de ganar un poco de plata; cobijados, bajo la complicidad de un gobierno “comunista”, que ha permitido la explotación de millones de sus compatriotas, en beneficio de una minoría aliada a la élite comunista, y a los intereses capitalistas extranjeros.
Actualmente China acapara gran parte de la producción mundial de todo lo que usamos los terrícolas, pero lo asombroso, es que ya no son simples maquiladores de empresas transnacionales, ahora cuentan con su propia tecnología, que les permite producir artículos de mejor calidad, comparados con los que elaboraban hace apenas una década.
En nuestro continente, Cuba puede seguir los pasos de China: Actualmente reúne las condiciones geográficas, aunque no políticas, para que muchos inversionistas instalen sus empresas en la bella isla; y desde esa plataforma de producción, puedan generar gran parte de lo que consume Europa, América Latina y el comprador más grande del orbe, los Estados Unidos.
Y, ¿Por qué Cuba? Simple y sencillamente porque tienen los mejores estándares, en salud nutrición y educación, comparados con el obrero latinoamericano, y por su elevado número de técnicos y profesionales, ansiosos de tener acceso a mejores niveles de vida, que nunca tendrían dentro de la isla bajo el régimen actual.
Otro valor agregado, es la seguridad nacional que impera en la isla caribeña, seguridad que México y el resto de los países latinoamericanos no pueden ofrecer a los inversionistas. Sobre todo nuestro país, convertido por el gobierno actual, en uno de los países más peligrosos del mundo para vivir o para invertir.
Sólo es cuestión de tiempo para que Cuba abra sus puertas a la inversión extranjera. Es difícil que los hermanos Castro Ruz puedan sostener el régimen por mucho tiempo. Ya cumplieron su ciclo, y saben que el siguiente paso será la apertura al libre mercado. Afortunadamente los cubanos ya están preparados para ello, como lo estuvo China en su momento, situación que no sucedió con nosotros los mexicanos, con la apertura del TLC.
En ello radica la importancia de reformar el sistema que nos gobierna, para mejorar los estándares internacionales en educación, salud y nutrición de todos los mexicanos para elevar nuestra competitividad. De no hacerlo estaremos condenados a vivir en la antesala del desarrollo, o en el peor de los casos, a seguir siendo el patio trasero de los países ricos.
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