El Día Mundial para la Despenalización del Aborto, el 28 de septiembre, coincidió con la discusión sobre la inconstitucionalidad de las reformas a la Constitución de Baja California que protege a la vida “desde el momento de la concepción”.
Así, en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) se reabrió el debate sobre el tema.
En el máximo órgano jurisdiccional, en la decisión sobre la inconstitucionalidad de la norma de Baja California, siete magistrados consideraron que era contraria al espíritu de la Carta Magna; cuatro votaron en que no.
Para tomar una decisión de esa naturaleza se requiere que al menos ocho de los 11 magistrados voten en el mismo sentido. Indecisión jurisdiccional refrendada un día después para el caso de San Luis Potosí.
Es necesario entonces dilucidar cuáles son los ejes de la discusión, para ver de dónde se parte en el debate y así construir una posición.
1.- Se puede estar a favor o en contra del aborto; a favor o en contra de definir la vida desde el nacimiento o desde el momento de la concepción.
Ese no debiera ser la cuestión a discutir en la definición de políticas públicas o legislativas. La libertad de pensamiento y la pluralidad de cultos existente, nos da una amplia gama de respuestas y combinaciones.
Entonces si la libertad es un valor en sí mismo, este nos da el derecho a elegir qué pensar; por tanto es el mismo principio que nos da derecho a decidir.
Quienes se manifiestan en contra de la ley que permite la interrupción del embarazo olvidan esta cuestión elemental.
No se trata sino del derecho que cada persona tiene al libre albedrío. Por eso uno puede estar en contra del aborto, pero a favor de que cada mujer o pareja, tome la decisión sobre este delicado asunto.
De ahí deriva que incluso quienes profesen una fe como la católica, cuya estructura eclesial y principios básicos consideran que la vida inicia con la concepción, se pronuncien por el derecho a decidir.
2.- Llevar el debate a la esfera de lo público es sano; lo grave es que posiciones dogmáticas deriven en leyes y políticas públicas.
En el caso mexicano se supondría es una cuestión zanjada históricamente. El Estado mexicano es laico, por tanto no puede tener influencia religiosa alguna.
En la base constitucional entonces, la definición del momento en el cual una persona es susceptible de derechos, debe ser derivada en razón de consideraciones científicas.
Los credos religiosos, que son una orientación moral válida y legítima para amplios sectores de la población, no pueden definir el sentido del actuar de gobiernos.
En los años 70, en Francia, Valery Giscard (Memorias: El poder y la vida) señaló estas fronteras al explicar su posición al Papa Juan Pablo II, quien le mostrara su preocupación por la ley que permitía el libre aborto en ese país:
“Yo soy católico, pero también soy presidente de una República cuyo Estado es laico. No tengo por qué imponer mis convicciones personales a mis conciudadanos, sino que debo procurar que la ley responda al estado real de la sociedad para que sea respetada y pueda ser aplicada”.
Lo religioso, queda en otro ámbito. Obligatoria para quienes profesen tal o cual credo, pero no puede ser base de gobiernos democráticos, que están al frente de una pluralidad de culturas, credos, ideologías:
“Juzgo legítimo que la Iglesia pida a los que practican su fe que respeten ciertas prohibiciones, pero no corresponde a la ley civil imponerlas con sanciones penales al conjunto del cuerpo social”, fue la posición del mandatario francés.
3.- Además del derecho a decidir, las reformas legales que “protegen” la vida desde el momento de la concepción, vulneran una serie de derechos fundamentales, como el de la salud de las mujeres.
Además, conlleva prohibiciones que anulan la posibilidad de métodos anticonceptivos de efectos anti implantatorios, como el dispositivo intrauterino, o la anticoncepción de emergencia. Jurídicamente, se traduce en la subordinación de una norma constitucional federal, a normas locales.
4.- La pretendida defensa de la vida, en los hechos es una condena de muerte. Anualmente miles de mujeres mueren en condiciones insalubres por un aborto mal practicado. Otras son estigmatizadas si logran realizarlo.
Muchas más se convierten en madres sin su consentimiento, pues fueron violadas; o bien la ignorancia y el desconocimiento del tema las orillaron a ello.
Y el problema se convierte en la justificación de quiénes condenan tal hecho: que se eduquen, al tiempo que pugnan por una enseñanza confesional, y buscan anatemizar el uso del condón u otro método anticonceptivo.
Que los tengan, dicen, sin percibir el drama social de quienes viven en la miseria y la falta de opciones, hace que miles de niños y niñas, prácticamente estén muertos en vida.
Si saben que no pueden mantenerlos, ¡¿para que tienen tantos?!, exclaman entonces las voces “piadosas”.
5.- Hay una doble moral en muchos de quienes se manifiestan por la “protección de la vida desde el momento de la concepción”.
Por supuesto, sectores importantes defienden de buena fe esa posición, bien por el dogma religioso, bien por desconocimiento o incluso por el convencimiento pleno de que es lo correcto.
Pero, otros tantos, señalan que se promoverá entonces una “cultura del aborto”. Nada más alarmista y alejado de la realidad.
Una decisión de esa naturaleza implica altos costos emocionales y sociales para quienes deciden tomarla. Cuando se toma no se hace porque existe o no permiso legal para realizarlo.
Son otras condiciones las que se valoran. Y es que nadie, salvo desde la irracionalidad, puede aducir que el aborto sea una salida fácil; constituye una decisión grave, seria, fundamental y traumática en la vida de quien opta por él.
Pero, por eso mismo la libertad de elegir debe ser un derecho.
De lo que se trata es que, quienes se vean orilladas a tomar tal decisión, lo puedan realizar en condiciones de seguridad para su salud.
En el DF hace rato que está permitido y no se ha traducido en una llegada masiva de mujeres abortistas.
6.- En el tema por eso hay que tener definiciones claras. La mía es el respeto irrestricto al derecho a la vida.
Por ello, estoy a favor de una cultura de la prevención; una educación sexual sana y responsable; de una juventud y una madurez que vivan plena y responsablemente su sexualidad.
Me pronuncio por el derecho de las mujeres a su salud física y emocional. Estoy convencido que en la legislación debe prevalecer el espíritu laico.
Creo que las mujeres, como los niños y niñas, tienen derecho a una vida justa y digna.
En suma, por la defensa a la vida, apoyo el derecho de las mujeres a decidir.
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Twitter: @victorleonelj