OAXACA, OAX., noviembre 7.- Oaxaca es uno de los estados donde la pobreza y la falta de educación crean un ambiente cerrado, indómito,que para muchos, resultan ser las causas por las que difícilmente se podrá tener un crecimiento, tanto económico, como de igualdad.
En Oaxaca sólo hay dos lugares donde verdaderamente se genera riqueza. El primer lugar es la refinería “Antonio Dovalí Jaime” de Salina Cruz, y la otra es la Central de Abasto de la Ciudad de Oaxaca.
La Central de Abasto es el lugar donde conviven todo tipo de personas: comerciantes, vendedores ambulantes, cargadores, músicos, prostitutas, merolicos, pepenadores, principalmente personas de todas las regiones de nuestro estado. Muchas de estas personas vienen de lugares tan alejados, qué regresar sin un peso en la bolsa a casa, es arruinar la economía de su comunidad.
La Central de Abasto es el motor económico de nuestra ciudad, son los que desde antes que salga el Sol, ya están generando dinero y beneficios. No hay días de descanso, puentes, ni vacaciones. Trabajan los 365 días del año. Si les va bien, cierran el negocio el viernes santo a lo mucho.
Siempre se habla de violencia, de ladrones, de negocios ilícitos, de frutas y legumbres. Aunque en realidad hablamos de la economía de todos los oaxaqueños.
Por eso, resulta interesante aportar algo del trabajo artístico para los que trabajan ahí, que no pueden dejar el puesto, que trabajan desde temprano hasta altas horas de la noche, en fin.
Desde los orígenes, los mercados han sido la fuente principal de riqueza de una sociedad. En nuestra historia, el gran mercado de Tlatelolco, descrito por Bernal Díaz del Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España” nos maravilla y nos sorprende con las similitudes:
Cuando llegamos a la gran plaza, como no habíamos visto tal cosa, quedamos admirados de la multitud de gente y mercaderías que en él había y del gran concierto y regimiento que en todo tenían. Los principales que iban con nosotros nos lo iban mostrando. Cada género de mercaderías estaban por sí, y tenían situados y señalados sus asientos. Comencemos por los mercaderes de oro y plata y piedras ricas, plumas y mantas y cosas labradas, y otras mercaderías de indios esclavos y esclavas. Traían tantos de ellos a vender a aquella plaza como traen los portugueses los negros de Guinea, y traíanlos atados en unas varas largas con colleras a los pescuezos, porque no se les huyesen, y otros dejaban sueltos.
Luego estaba otros mercaderes que vendían ropa más basta y algodón y cosas de hilo torcido, y cacahuateros que vendían cacao, y de esta manera estaban cuantos géneros de mercaderías hay en toda la Nueva España, puesto por su concierto, de la manera que hay en mi tierra, que es Medina del Campo, donde se hacen las ferias, que en cada calle están sus mercaderías por sí. Así estaban en esta gran plaza, y los que vendían mantas de henequén y sogas y cotaras, que son los zapatos que calzan y hacen del mismo árbol, y raíces muy dulces cocidas, y otras rebusterías, que sacan del mismo árbol, todo estaba en una parte de la plaza; y cueros de tigres, de leones y de nutrias, y de adives y venados y de otras alimañas y tejones y gatos monteses, de ellos adobados y otros sin adobar, estaban en otra parte, y otros géneros de cosas y mercaderías.[…]
¿Para qué gasto yo tantas palabras de lo que vendían en aquella gran plaza? Porque es para no acabar tan presto de contar por menudo todas las cosas[…]
Con el tiempo, los mercados en México, han cambiado de alguna manera, han afrontado los embates del capitalismo desmedido y la globalización. Que lo único que hace es ir eliminando identidades de los pueblos. Ya que actualmente, todo es igual; cambian los materiales, pero los carritos de supermercado son iguales en todas partes del mundo.
En México, principalmente en Oaxaca, asistir a los mercados es un deleite de sentidos: hueles, ves, pruebas, tocas y oyes infinidad de sonidos que te arrastran en un sinfín de imágenes e ideas, además de recuerdos. Caminas por los pasillos y crees que el mundo se detiene en el color de una fruta o en el aroma de un delicioso guiso.