La sociedad mexicana en este siglo XXI desea vivir una etapa próspera, equitativa, justa, ordenada, pacífica, tolerante y plural, por lo que exige el diseño y la instauración de una política social integral que limite al crimen organizado, la inseguridad y la corrupción.
Además de los grandes desafíos que tenemos como mexicanos y como sociedad en general, la pobreza, desigualdad social, el cambio climático, la crisis económica y la inseguridad alimentaria, la crisis de crisis como diría Armando Bartra, todo ello exige un cambio estructural que, quien sea electo como Presidente de la República en 2012, deberá asumir con agallas, con compromiso, humildad y sentido ético.
Porque lo que se necesita es un gobierno que reactive la economía nacional, que recupere el papel activo del Estado frente al mercado y ante todos los actores que este último aglutina.
Ante estos retos en esta semana y durante el inter de la otra, Nodo Investigación y Cristina Cobarrubias y Asociados levantarán una encuesta para elegir al que será el abanderado presidencial de la izquierda mexicana (PRD, PT, ex Convergencia y Morena) de cara al 2012.
Los dos precandidatos son Marcelo Ebrard Casaubón y Andrés Manuel López Obrador.
Medios y analistas señalan al primero como un gobernante moderno y liberal que puede apuntalar la elección del año próximo con una amplia coalición, situación que muchos no dudamos y lo que importa el voto de Ebrard en la elección perredista, más cuando muchos conocemos del buen trabajo que éste ha hecho al frente del Gobierno del Distrito Federal:
Políticas enfocadas al medio ambiente o sustentabilidad, aprobar leyes que respetan los derechos de minorías como los gays, su política de educación universal para los jóvenes de Bachillerato, aprobación de una ley que facilita el aborto asistido y saludable, la modernización de la infraestructura vial y ampliación de los programas sociales que su antecesor, AMLO, impulsó, etcétera.
Andrés Manuel López Obrador, por su parte, es un político bastante conocido en todo el país, mucho más que cualquier precandidato a estas alturas. Muchísimos intelectuales creemos que es quien puede dar un cambio estructural al país desde el ámbito electoral y de manera pacífica en los aspectos social, económico y político.
Sin embargo, también es cierto que ha errado en varios aspectos cuando radicaliza su posición ante los medios quisquillosos y cuando dice la verdad ante los privilegios que algunas –o muchas– grandes empresas gozan.
Ebrard es competitivo, sin duda; puede atraer sin mayor problema a la clase media y media alta mexicana. Además, por su carisma atraería a la juventud que se identifica con él.
Para un cambio real es López Obrador el que tiene el proyecto, aunque quizás falte confeccionar un plan concreto y un programa claro.
En nuestro país, desde la época prehispánica una civilización se destruía hacia dentro, antes que ser destruida por fuera. En la actualidad, el perredismo no entiende y por eso sigue arrinconado con su egoísmo y timidez o tal vez conformismo, sin comprender que sobre los intereses individuales hay objetivos mayores: el común.
Quien comprenda esto deberá tomar lo que Václav Havel sostiene que deben tomarse como fuerzas: el poder de la verdad y la necesidad de vivirla en toda su extensión hasta convertirse en un arma edificante de una postura coherente con el modo de percibir la realidad.
Ello implica que las personas sean el arquitecto de sus vidas, donde pregone y prime la virtud, el respeto, la justicia, la libertad y la democracia.
Fue López Obrador quien en 2006 relanzó a Ebrard Casaubón y le colocó la corona del gobierno del D.F., después de ser despedido como Secretario de Seguridad Pública en la capital del país.
Ahora Ebrard debe apuntalar a López Obrador, quien conoce el país y tiene una red social, su Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) que debe vigorizar o depurar, incluso, porque Ebrard podrá ayudar demasiado en ello.
Es López Obrador el que puede lanzar el poder moral y la fuerza de la razón o de la costumbre, recuperar lo que las comunidades poseen como herramientas democráticas y culturales para imponer el proyecto social donde las personas puedan constituirse en el centro de las transformaciones de toda la sociedad mexicana con la comunidad al centro.
Entonces, “la tarea primordial no es destruir lo que está mal, sino construir desde abajo una nueva persona y un hombre nuevo”. Las condiciones actuales indican que López Obrador podrá lograrlo.
En 2006 algunos analistas y medios de comunicación de Europa y América Latina opinaban que con el arribo de la izquierda en México llegaba América Latina a sus 200 años de independencia como Estados-Nación consolidados, fuertes, activos, pero sobre todo que sería la cereza del pastel, pero todos conocemos que con 0.56 por ciento de diferencia de los votos se impuso a un Jefe del Poder Ejecutivo federal que ahora tiene sumido al país, y mutilados como sociedad, con los más de 50 mil muertos y casi 60 millones de pobres, más de cinco millones de jóvenes desempleados, etcétera.
Vale la pena entonces, mejor López Obrador-Ebrard que uno sólo como sus contrapartes desean.
(*)Profesor-investigador del Instituto Tecnológico Superior de San Miguel El Grande, Oaxaca.