A RESERVA.- México como gran parte del mundo actual basa sus políticas económicas en el neoliberalismo. Si volteamos a nuestro rededor confirmaríamos que el neoliberalismo aún con las expresiones neopopulistas que devienen fundamentalmente de los países subdesarrollados latinoamericanos, se encuentra en crisis, la verdad más parece una debacle incontenible.
Para comprender cómo el neoliberalismo impacta sobre la sociedad en general y, sobre todo, contra la clase trabajadora, tanto urbana como rural, hay que tener una comprensión clara de lo que caracteriza al neoliberalismo.
El neoliberalismo es la forma moderna y avanzada del capitalismo, resultado de la revolución tecnológica, un producto de la racionalidad del mercado. Quienes defienden este modelo neoliberal, argumentan que es la forma más eficaz de organización económica.
Durante los últimos 500 años, en América Latina se han desarrollado, directa o indirectamente, estrategias económicas liberales -economía abierta, especialización exportadora, propiedad privada (mayormente extranjera) de recursos básicos y dependencia de préstamos e inversiones extranjeras-.
Fue durante las crisis mundiales capitalistas, que se dan los análisis críticos de éste sistema que condujeron a rebeliones populares en México y toda América Latina, provocadas por la extrema concentración de riqueza y poder y por el aumento masivo de la pobreza.
México definió después una política de sustitución de importaciones hacia el desarrollo nacionalista, tanto en las empresas públicas como en la protección del mercado doméstico, la industrialización nacional estimulada por el Estado y los programas socio-populistas.
Fue a partir del mandato presidencial de Miguel de la Madrid, durante los años ochenta del siglo pasado, que el país se retrae hacia los mecanismos del neoliberalismo contemporáneo.
Si bien es cierto que la estructura de clase, los patrones demográficos y los sistema económicos son distintos en la actualidad, los resultados sociales y económicos son similares. Lo que es claro es que el neoliberalismo en la historia es una regresión hacia una doctrina que se reforma y renueva sus estándares de explotación y dominio económico.
Es un proceso cíclico, evolutivo, cuya finalidad es la expansión y determina recesos de acciones políticas que reemplaza aparentemente al neoliberalismo, asentando gobiernos de corte populista y hasta socialista, que en los hechos no dejan de estar conminados por las políticas neoliberales de carácter económico global. A este fenómeno se le denomina neopopulismo, propio de los países latinoamericanos.
El neoliberalismo es impuesto y determinado por los países occidentales más poderosos, que condicionan no sólo las economías nacionales, también la misma existencia de autodeterminación dentro de la estructura mundial globalizadora.
El neoliberalismo no es producto de una elección racional o de la eficacia del mercado, resultaría difícil describirlo como un sistema eficaz, es claro y contundente que aumenta el número de trabajadores subempleados y desempleados a un 60 por ciento de la fuerza laboral y la tierra no cultivada se concentra en pocas manos; se desplaza a los trabajadores del campo, elevando los índices de pobreza y marginación.
El neoliberalismo es el resultado del poder político y económico. Del capital que concentra la riqueza y los medios de producción en las poderosas oligarquías que exportan capitales y controlan fuerza de trabajo. Determinan mercados y compran gobernantes.
El neoliberalismo se impuso y, a través del control del Estado, sostienen el modelo. Es esencialmente un proyecto político basado en una configuración de poder de capitalistas exportadores y financieros que controlan los poderes económicos y políticos, desde la base de poder del Estado.
La ideología neoliberal tiene dos discursos. Uno de ellos se dirige a las clases gobernantes y se diseña para formular políticas de reparto de los recursos estatales. Es el caso de la privatización de empresas públicas (en realidad, su venta a monopolios privados), se acompaña con la reducción criminal del salario mínimo que redunde en mayores ganancias patronales.
Estas políticas macro socio-económicas que definen el carácter general de la economía, la estructura de clase y el Estado, polarizan la sociedad, aumentan las desigualdades y concentran la riqueza y el poder.
La política neoliberal se acompaña de un discurso que apoya los propósitos básicos del neoliberalismo, acompañándose de proyectos micro-sociales para contener el malestar social. Esta política populista pretende que el Estado “corrija” algunos de los excesos generados por las macro políticas (pobreza, marginación, desempleo y otros) nunca educación y poca salud.
Estas micro-políticas incluyen las siguientes propuestas diseñadas para complementar el modelo neoliberal: Auto-ayuda y micro-empresas; Política de identidad, y Desarrollo alternativo.
La autoayuda está vinculada con “microempresas”, promoviendo la labor familiar sin pago –hecho fundamentalmente por las mujeres-, el trabajo en turnos dobles y la auto-financiación; en todos los casos, los “microempresarios” no tienen vacaciones pagadas, carecen de pensiones y de programas de salud, etc. No resuelve ninguno de los problemas básicos de la pobreza. Pero sí se cultiva la ilusión y la esperanza de que es posible “tener éxito a través de la iniciativa individual”.
La segunda arma ideológica del neoliberalismo se centra en los temas de género, ecología e identidad étnica, que sin duda son necesarios en la construcción de igualdades; sin embargo, el neoliberalismo los divorcia del sistema de clases.
Se dirige mucho dinero a organizaciones promovidas por ecologistas que critican los problemas ambientales sin examinar y desafiar sus raíces económico-políticas en la estructura del poder capitalista.
Se dan fondos para organizaciones feministas que centran su enfoque en los problemas de nivel personal o familiar, pero que no se comprometen con las más pobres, las que no se ven.
De la misma manera, la estrategia neoliberal aporta fondos para actividades culturales reivindicadoras del idioma y del folclore de los indios y negros, pero rechazan sus luchas por el retorno a la tierra y por la creación de empleos estables y bien pagados.
Incluso el neoliberalismo ha cooptado el discurso de algunos grupos progresistas, al dar fondos para economías de comunidad o para alternativas populares.
Muchas veces el propósito de estas políticas micro-sociales es dividir, localizar y despolitizar las luchas sociales. La igualdad en todos los aspectos, fundamentalmente la de género en el movimiento transformador, es un pre-requisito para la verdadera transformación social.
Las políticas neoliberales han provocado un impacto mayor sobre la organización socio-económica de la producción y sobre las organizaciones socio-políticas. El campo y sus trabajadores son los más perjudicados, teniendo como opciones vender su tierra, migrar y modificar sus estándares de vida siempre en condiciones de pobreza y desesperanza.
El desplazamiento masivo de poblaciones rurales a las ciudades, ha sido una manera de promover la agricultura extensiva de los agroexportadores. El desplazamiento de productores pequeños, también crea excedente de mano de obra, lo cual baja los sueldos en el campo y en la ciudad.
Por ultimo, habrá que replantearnos la participación de las organizaciones no gubernamentales en el Estado neoliberal. Hasta donde han permitido ser instrumentos neoliberales que alientan el control gubernamental.
Muchas organizaciones sociales se presentan como grupos progresistas que defienden el poder popular, el desarrollo sustentable y la democracia participativa; cuántas de ellas sin una intención implícita en la práctica, son dirigidas por un grupo de élite de profesionales, que tienen que responder ante sus donantes extranjeros y, sobre todo, a las subvenciones del Estado que promueve estas organizaciones siempre que les sean útiles con el consabido argumento de la participación ciudadana. La mayoría de estas organizaciones no gubernamentales son verticales, no democráticas.
Ahora el mundo neoliberal está derrumbándose, yace enfermo, los que por décadas han sido vapuleados se levantan, sus hijos e hijas que nacieron en desventaja, pobres y sin esperanza, salen a las calles y pelean sus derechos, esos derechos fundamentales que el propio neoliberalismo nos enseñó que son de todos, de todas.
El mundo va por ellos y es la forma de acabar con un sistema que por nada es el mejor.