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El dolor de la pobreza

Hace casi un año, en abril de 2010, en el trabajo de campo para la elaboración del Plan Municipal de Santa Cruz Itundujia, un municipio enclavado en la sierra sur oaxaqueña, debíamos trasladarnos a un paraje denominado Primavera, en la parte baja del municipio, cerca del río Atoyac, cuenca que viene de la zona triqui y de las altas montañas de la sierra sur, mismo que después hace el río verde que desemboca hacia la costa oaxaqueña.

Nuestra muestra y metodología indicaba que debíamos incluir hogares periféricos o altamente marginados para conocer la realidad imperante mediante un cuestionario y observación de las condiciones de vida de las familias.

Nos toco encuestar un hogar numeroso, 14 niños, dos madres de familia, el padre y la suegra,-una familia extensa-. Normalmente se arma la escalerita cuando se forman los niños de un hogar, pero para el caso, no había tal, pues la edad oscilaba desde un recién nacido a un jovencito de 16 años.

Prácticamente todos sin calzado, solo los tres mas grandes calzaban huaraches hechos con suela y correa de llanta, todos con los pies partidos por el maltrato en su largo caminar, algunos sin camisa o playera, otros solo en calzones y los mas pequeñitos incluso desnudos.

La vivienda de esta familia, dos techos sobre palos en rollo (delgados) aproximadamente de 3 metros de ancho por 4 de largo cada uno, una construida con hojas de platanar, otra con zacate, ambas de dos aguas, una con cerco de carrizos, y la otra solo con techo y una zanja a su alrededor, piso de tierra, ninguna cama en el interior, sus platos y ollas de barro colocados en un tapestle construido de palos, el fogón o cocina, a un costado de una de las chozas, ya no se pregunto si contaban con energía eléctrica, servicios de agua potable, servicios de drenaje, y demás servicios que deberían tener, ni siquiera si cuentan con cuartos diferentes, pues el hacinamiento y las condiciones eran evidentes, pero más me sorprendió cuando, le pedí a una de las señoras si me permitía usar su baño.

Claro que sí, maestro”, me contesto, muy amable. “¿Quiere hacer del uno o del dos?”. Le conteste que lo primero. Con esto salvo su preocupación, pues el “baño” era un jacal que está a la intemperie donde del uno o del dos no se podía distinguir, pues confundían por una nube de moscas y una pestilencia, no hay baño como tal, y termino recomendando, “mejor vaya por allá nomas”, orientándome hacia el monte.

Este recuerdo siempre vuelve a resurgir cuando leo temas de pobreza y desigualdad social, el Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe 2010, los libros de Amartya Sen, los de Kevin Watkins, Peter Towsend, Julio Boltvinik (el pobredólogo mexicano más influyente en el siglo XXI); los informes de CONEVAL muy recientemente o el Informe motivo de esta opinión, Perspectivas OCDE: México, reforma para el cambio que apareció en esta semana, y que resalta que aumento la pobreza en nuestro país recientemente y que los grupos de edad más afectados son niños y adultos mayores, pero sobre ello se puede hablar en una entrega posterior.

Lo que considero es que México no es un país pobre, sino una nación con población pobre. Esto, porque tiene inmensos recursos naturales dentro de los límites del territorio nacional.

Sin embargo el dolor de la pobreza parte el alma, cuando se convive, se interactúa con las personas, cuando se pone en su condición para reflexionar.

¿En que estamos fallando como sociedad? ¿Por qué tanta desigualdad social? ¿Qué políticas públicas se pueden diseñar e instrumentar y que realmente evite la transmisión intergeneracional de la pobreza y la desigualdad?¿Por qué el sistema político mexicano no ha apostado realmente en erradicar la pobreza?

Cada vez se ha ido socializando que el número de pobres siguen aumentando, estudios que indican que el programa Oportunidades poco o nada ha impactado en disminuir el número de pobres, CONEVAL establece las líneas de pobreza alimentaria, de capacidades y patrimonial, es decir, establece un estándar de ingresos que supuestamente permite verificar quienes están fuera de las líneas de pobreza y quienes quedan dentro, cuando hay una movilidad descendente, la gente se empobrece y engrosa esas estadísticas, esto indica entonces que preocupa la clase media que baja de status, pero los que por generaciones allí siguen el Estado sigue sin ver, sin oír, sin sentir el dolor de la pobreza.

No se conoce la cruda realidad y del día a día en que se hallan sumidos millones de mexicanos, aquellos que están metidos en esa trampa de la pobreza, en ese círculo vicioso de la desigualdad.

La misma familia que menciono arriba, no consume leche, frutas de vez en cuando si madura un racimo de plátano o en la temporada de mangos, tampoco pan, mucho menos verduras, viven en severas carencias de subconsumo, desnutrición, tensión social y seguramente en conflicto, en buena medida por el ingreso insuficiente que no permite consumir ni siquiera una cantidad mínima, pues manifestaron que de tortillas y frijoles se conforma su dieta común, más agua que frijoles, algunas ocasiones la tortilla se elabora con camote de platanar, cuando escasea el maíz, manifestó una de las señoras, en esas mismas fechas decía: “vamos a comer un poco de camarón, la otra semana, pues el papá de los niños ira al río a sacarlos”.

Cuentan con una escuela de CONAFE, pues la comunidad queda a 3 horas donde sí hay una escuela primaria federal.

Producen maíz, frijol y calabaza, pero en los meses de diciembre y enero se trasladan toda la familia a pie a la comunidad del Porvenir, rumbo a la costa, que caminando se hace en un día completo para emplearse en el corte de café, los niños faltan a la escuela, el pago de la fuerza de trabajo familiar es muy bajo, que solo alcanza para cubrir la deudas contraídas en el tiempo estacionario de la familia y que va de agosto a noviembre regularmente, es decir sin trabajo.

No hace falta estudiar familias de África o Haití para conocer el dolor de la pobreza, basta mirar nuestro entorno y ver si el progreso y el bienestar ha permeado a las familias olvidadas.

Pero sí, es el momento de imaginar y rediseñar un Estado social que impulse con toda fuerza el desarrollo de capacidades, partiendo por la educación en todos los niveles, los servicios públicos, pero más importante aún recuperar la dignidad humana garantizando el derecho a la existencia, quizá con un ingreso básico universal, que elimine de tajo la pobreza para terminar con este dolor.

 

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