A RESERVA.- Lo que nos queda claro a las y los mexicanos es que ningún remiendo político puede modificar el estatus de pobreza y desigualdad que padecemos en la actualidad. La posibilidad de restaurar el bienestar social –si lo conocimos alguna vez- sólo sería posible modificando las estructuras de poder político y económico.
El peso político de cada candidatura debería determinarlo la capacidad de iniciativa, la planeación y proyección efectiva, las posibilidades concretas para resolver contradicciones entre grupos e intereses, así como la concertación que distienda los focos de resistencia, la dimensión representativa frente a la influencia innegable del poder económico y la intervención burocrática
Por poder político debemos entender el conjunto de los órganos ejecutivo (presidente y estructura gubernamental) y legislativo (cámaras de diputados y senadores).
El ejecutivo debe administrar con visión política seleccionando los fines y las estrategias como instrumento eficaz del poder político; es decir, generar directrices claras de acuerdo a la normatividad, por lo que el marco jurídico no debe constituirse en camisa de fuerza, al contrario, la factibilidad de modificar las leyes debe generarse por un acuerdo político previo y consensuado que permita alcanzar los fines estructurales.
Es indiscutible que, tanto candidatos y candidata a la presidencia como al poder legislativo federal, carecen insultantemente de propuesta política, lo que llaman agenda no es más que un soez intento de presentar propósitos sin validez.
Habrá sin duda alguna alternancia en siglas y colores partidarios, pero no significará de ninguna manera modificación alguna en el modelo político, en tanto, no existan fines estratégicos que cambien estructuralmente el sentido de la administración pública asegurando el sometimiento de la clase burocrática al poder político, como una máquina integrada al servicio de quienes pagan por su labor: el pueblo.
La burocracia debe dejar de ser el instrumento del ejecutivo que justifica la ausencia de rumbo o las contínuas equivocaciones en el ejercicio del poder público; aún más si dicha burocracia esta permeada de corrupción y privilegios.
El modelo actual está diseñado a partir de una dimensión instrumental que tiene claras limitaciones y contradicciones. La burocracia pretende actuar de manera unilateral; matizan e incluso modifican los intensos intercambios que se establecen entre los distintos cuerpos burocráticos y entre éstos y la sociedad.
Siempre salen bien librados exculpándose en su indispensabilidad que les otorga ser sólo un instrumento del gobernante en turno.
Los y la candidata a la presidencia revisten sendos discursos que implican abiertamente la reincidencia en el carácter tibio en acción y vanos propósitos, sin peso político y evidente confusión entre promesas sin y verdadera agenda política con proyección seria y una gran carga de ignorancia legal frente al ejercicio público.
Sus pronunciamientos adolecen de contenidos restringidos, circunscritos y meramente justicialistas.
Como muestra están las declaraciones de ellos y ella en materia internacional y relaciones exteriores; simplistas, es lo menos, así se expresan quienes pueden ser la o el jefe de la nación, veamos:
Josefina Vásquez Mota: “tenemos que colocar al país en el sitio internacional que se merece y que no hemos ocupado por nuestros errores”.
Andrés Manuel López Obrador: “Replantear la agenda con los EE.UU., cooperar en temas como pobreza y otros problemas estructurales para lograr el desarrollo”.
Enrique Peña Nieto: “Lograr la eficacia de la política exterior como una herramienta para el bienestar, desarrollo e inclusión de los mexicanos en un mundo globalizado”. (Afirmó) “…tener cinco compromisos clave de gobierno, siendo uno de ellos el que México recupere el liderazgo en el mundo”.
La orientación de las plataformas políticas han abandonado los principios ideológicos y programáticos frente al bienestar general, los han sustituido por intereses materialistas sin contenido político y han provocado que la ciudadanía vea a los partidos políticos y sus candidaturas lejos de su realidad inmediata y las reflexiones de analistas serios colocan esta elección como frívola y sin posibilidades de transcender a mejores condiciones del ejercicio del poder político al interior de país y frente al mundo.
Otra afrenta más en esta tan reñida elección, consiste en los postulados sino iguales , sí muy similares, relativos a la laicidad del Estado y su peligrosa tendencia a la difusión y promoción de la religiosidad y sus conceptos que van desde la amorosidad y el perdón, hasta la redención de y prevalencia de los principios conservadores más rancios y radicales ya impuestos incluso en nuestra ley fundamental.
Sí, indiscutiblemente el priismo permea desde dos frentes electorales, Peña Nieto, el hombre que actúa como dinosaurio tricolor y se presenta como adonis moderno e innovador, con todos los vicios que conocemos y un mensaje de renovación poco creíble; y el que cambió de color, que ahora se manifiesta en contra de las modificaciones estructurales al modelo político, que basta, dice, con el amor y un espíritu armonioso, López Obrador que sale de un discurso radical y se muestra conciliador con las viejas y nefastas estructuras económicas y políticas.
Por otro lado y no en contraparte está Vásquez Mota, reciclando los pronunciamientos de su presidente Calderón, sin fuerza política, sólo pretendiendo sacar ventaja por ser mujer, con frases hechas y sin propuesta propia.
Así están las cosas, ellos y ella en términos políticos están empatados, las encuestas siguen una carrera sin empatía con la ciudadanía. México seguirá igual quien sea quien gane. Para tales efectos son lo mismo, aseguran la continuidad.
Los verdaderos problemas que tienen en el ocaso a México no podrían resolverse mientras nuestra clase política no construya nuevas formas de forjar un verdadero peso político que obstruya las causas de la corrupción y genere las alianzas sociales que requerimos, no las complicidades políticas que les permitan conservarse en el poder político – económico a costa de nuestro bienestar y desarrollo en justicia e igualdad.
