A RESERVA.- El reciente movimiento estudiantil iniciado a partir de la visita del candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, a la Universidad Iberoamericana en el Distrito Federal nos lleva irremediablemente al pasado; aquel memorable 1968, cuando las ideas se hicieron profusas en todas las escuelas de la UNAM, el Politécnico, Chapingo e incluso muchas de las escuelas privadas en el DF fueron puestas bajo control de los comités de huelga, ampliándose naturalmente a vastos sectores populares del país; fundamentalmente se hicieron solidas alianzas con las clases trabajadoras.
Claro que la guerra fría de entonces, implicó el sesgo socialista como motor ideológico tanto en las tendencias como en las consignas. Sin embargo, este movimiento que deriva del movimiento médico, de clase media, fue superado con rapidez por el universitario que al clamor de “Únete Pueblo”, desmoronó cualquier resistencia de las clases más oprimidas y consiguió amplia solidaridad social, ensanchando el movimiento peligrosamente para el Estado.
El emblema era un círculo con los colores rojo y negro –los colores universales de huelga- en el que resaltaban una “L” y una “D”, iniciales de “libertades democráticas”; es importante resaltar que entonces el concepto de libertad se refería al liberalismo político, de ninguna manera al liberalismo económico.
Puntualizo, se define al liberalismo político como la teoría y la práctica que pone límites al poder del Estado (así sea en su recubrimiento más exterior como el de la policía). Lo que se exigía en el 68 es que cesaran los abusos de poder del Estado mexicano que jamás permitió se cuestionar su esencia autoritaria, antidemocrática.
Ese movimiento no pedía derechos de participación en el poder ni la democratización de los partidos existentes, ni siquiera que se respetara el voto ciudadano. Las asambleas, se consideraban el principio de participación pública, democrática y la adjudicación per se de la libertad. Actividad que entonces se consideraba subversiva y que originó la reacción represiva del gobierno.
Resulta importante para efectos analógicos enumerar los puntos del pliego petitorio en aquel movimiento estudiantil del 68: 1) Destitución de los mandos policiacos; 2) Extinción del cuerpo de granaderos como instrumento directo de la represión; 3) Derogación del delito de disolución social; 4) Libertad a los presos políticos; 5) Indemnización a las familias de los muertos y a los heridos víctimas de la agresión a estudiantes desde el anterior 26 de julio; 6) Deslinde de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de la policía, granaderos y ejército. Queda claro que el objetivo era limitar al Estado en el abuso sistemático de poder y la represión como medida política de control.
El sentido de la declaratoria en relación a la derogación del delito de disolución social y la libertad de presos políticos, se referían al encarcelamiento de Demetrio Vallejo y Valentín Campa, líderes comunistas ferrocarrileros; pero había muchos más presos políticos, como el pintor David Alfaro Siqueiros, el escritor José Revueltas, don Filomeno Mata y decenas más, todos ellos activistas comunistas acusados del delito de disolución social.
Delito derogado del Código Penal en 1971 y, años después, se fueron liberando a esos presos políticos pero las cárceles formales y clandestinas fueron testigos de muchos mas apresados ese negro 2 de octubre y otros tantos durante el periodo conocido como la guerra sucia en México.
En síntesis el movimiento universitario del 68 fue determinado prácticamente en el liberalismo político, recurriendo conceptualmente a su valor por excelencia: “la libertad”; en cuanto al sentido democrático lo definió el asambleísmo que reclamaba participación en igualdad de todas y todos, que tenía su máxima expresión en el Consejo Nacional de Huelga, formado en la su mayoría por militantes de organizaciones de izquierda.
Hoy en México sin duda, hay más libertades de lo que pudieran sugerir algunas discusiones políticas coyunturales. En cuanto al socialismo, que pragmáticamente ha arriado banderas, especulando en múltiples calificativo de la “izquierda” a partir de la disociación conceptual desdibujando el carácter formal del socialismo, fortaleciendo, dicen algunos, las libertades democráticas.
Ahora mismo, en México convergen otras aristas que implican deconstruir valores en el armazón democrático; la participación ciudadana inflige nuevas pautas en la relación estado–ciudadanía; la sociedad reclama nuevas instituciones y el aparato político que correspondía al autoritarismo priista aún no se acaba, como tampoco terminan de perfilarse nuevos mecanismos políticos que satisfagan la efervescente conciencia democrática de algunos sectores sociales en su afán de información no tendenciosa y la carencia de postura ideológica de las masas.
La ciudadanización es en Latinoamérica una meta fundamental en la construcción de la democracia moderna, que por un lado pretende meter las manos en las decisiones públicas y por otro continuar como crítica independiente, que señala y cuestiona el quehacer político del Estado.
En esta búsqueda, en el marco de las elecciones presidenciales y frente a las nuevas tecnologías virtuales, sin descartar situaciones concretas, económicas y sociales, nace y se desarrolla un nuevo movimiento universitario, “soy 132” que a simple vista pareciera inoculado por activistas partidarios en pro de alguna candidatura, pudiera ser cualquiera de los tres grandes partidos que tienen posibilidad de ganar la presidencia.
Todo indica que “soy 132” se gesta en un contexto electoral, con rumbo electoral y con intereses electorales y su destino ahora mismo se nutre con la suscripción de la UNAM, quien rápidamente, con agallas y un talento natural, heredado o aprendido, se apodera de facto de la organización, tomando el papel de hermano mayor condescendiente, dirige y endereza los pasos tambaleantes de quienes muestran una clara indignación y no tan claros objetivos.
En el contexto omnipresente de la globalización, donde los delirios neoliberales suplen la reflexión y la conciencia social, los índices de pobreza aumentaron casi al nivel del desempleo, donde el porcentaje de jóvenes que NO asiste a las universidades es mucho mayor al que encuentra oportunidades de estudiar, en fin, que la mayoría de mujeres y hombres no tiene alternativa ni opciones que les permita la mínima esperanza de alcanzar el bienestar al que tienen derecho.
En esta realidad lacerante, aderezada de violencia institucional y muerte indiscriminada, en una de las más prestigiadas y caras universidades privadas se desata la indignación electoral frente a uno de los candidatos, claramente a favor de otro de ellos; la legitimidad del movimiento ahí está, es válido aunque su medula este obviamente insertada en el discurso del liberalismo económico, ese que reviste su importancia en libre empresa y la competencia y en la democratización de la información, que es referente inmediato de los monopolios en los medios de comunicación.
El movimiento soy 132 se amplió sumándose varias universidades de la ciudad de México, en principio las privadas que concentran al estudiantado privilegiado de la clase media, formalizando su carácter popular hasta que lo retoma la UNAM y dicho movimiento es discutido, como antes, mediante asamblea general, concentrando a más de 50 centros de estudios superiores.
Soy 132 por fin se definió como independiente de cualquier partido político y se pronuncia contra cualquier intento de imposición mediática de un candidato, así como de los cercos informativos, particularmente de Televisa y TV Azteca.
Se manifiesta también contra la manipulación informativa, orientada a restaurar el “viejo sistema antidemocrático”, cuyo primer representante es Enrique Peña Nieto. “No es odio ni intolerancia, sino hartazgo ante lo que éste representa”.
Hoy por hoy el movimiento universitario 2012 puntualiza en primer lugar lo que llamaron acciones electorales, sin duda reflejan su principal interés que coincide con la primera reflexión: es un movimiento electoral antipeñanieto pero no partidista; convocan al voto libre y razonado, ya sabemos que siempre que no sea por Peña Nieto (no mencionan al PRI)…Complicado ¿no?
Después de un proceso largo de discursos encendidos en las islas de CU, por fin se refirieron al gobierno de derecha, exigieron juicio político a Calderón y el fin de la estrategia de guerra contra el crimen organizado que ha dejado más de 50 mil muertos y el regreso de las Fuerzas Armadas a sus cuarteles.
También acordaron formar “juntas populares” para resolver el narcotráfico… ¿qué?
En temas de seguridad, exigen el castigo por los feminicidio “en Ciudad Juárez y, principalmente, en el Estado de México” (conexión política antipeñanieto)… Aberración jurídica: tal vez en la asamblea no había estudiantes de derecho o feministas conscientes que les aclararan que el feminicidio es un flagelo en el país entero, y que la aplicación del derecho no tiene circunstancias de privilegio político.
En otras áreas, plantearon una y mil exigencias sin una metodología clara pero contundente en materia de democracia participativa y reivindicación de derechos y espacios que no parecen despejar el rumbo ideológico de este nuevo movimiento, que tal parece hasta ahora, arrebatado y solo declara lo que no es, en uno de sus principales postulados: “Nos manifestamos como un movimiento opuesto a políticas neoliberales”.
Ojalá que pronto “Soy 132” tome su paso y defienda ideas en un marco de conocimiento científico, respeto a las libertades y derechos ciudadanos, y se vuelva el referente de una verdadera transición democrática.
Por lo pronto, el 68 todavía le queda grande al 132, tal vez saliendo del caparazón electoral nos de la sorpresa.