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A lo que sigue

A RESERVA.- La batalla mayor terminó, se utilizaron toda clase de armas mediáticas, desde el infundio hasta la calumnia dolosa; desde la exacerbación de un pronunciamiento de campaña hasta la minimización de logros alcanzados en alguna carrera política de la y los contendientes.

El desprestigio, la mengua y la descalificación fueron durante meses el pan de cada día. Los medios masivos de comunicación dieron cuenta de la beligerancia entre los sujetos de la contienda electoral, convirtiéndose incluso en actores determinantes del resultado electoral. Las elecciones presidenciales 2012 en México resultaron, ni duda cabe, un gran negocio estratégicamente planeado por los grandes consorcios televisivos.

Incluso los afanes de campaña para desacreditar a Televisa y TV Azteca resultaron enormemente fructíferos en sus saldos a favor, utilizando mano diestra transformaron los cuestionamientos sociales y las exigencias de democratización de la información en argumentos proclives a su causa, primero dando cuenta de los sucesos y movimientos que denunciaban su inclinación hacia alguno de los candidatos, la muy poca imparcialidad traducida en carga noticiosa y comentarios afilados que pudieran implicar determinada influencia frente al público televisivo.

Para hacer la guerra hacen falta tres cosas: dinero, dinero y dinero. Frase elocuente de Napoleón Bonaparte, excelso estratega militar en el tiempo en que el poder político se lograba ganando guerras más que con acuerdos o prácticas democráticas; aplicable a la guerra electoral, sus campañas y la disposición de los millones de pesos que el IFE entrega a cada partido para tal efecto. En esta elección especialmente el gasto mayor se invirtió en los medios de comunicación, fundamentalmente los televisivos, lo que es de entender si consideramos que más del 93 % de las familia mexicanas tiene TV en su casa y cuando menos le llega la señal abierta de los canales del dupolio televisivo (Televisa y TVAzteca).

Ahora, incluso el movimiento universitario “yosoy132” fue capitalizado magistralmente por los consorcios de comunicación, básicamente por Televisa, que se camuflajea de sensible a los requerimientos sociales, responde abriendo espacios “democráticamente” a las voces disidentes, hasta publicar las manifestaciones que se instalan en las puertas de sus estudios y justifican el derecho a la información ciudadana, que ellas, las televisoras “garantizan”. Parafraseando al gran Napoleón Bonaparte: “En las revoluciones hay dos clases de personas: las que las hacen y las que se aprovechan de ellas”.

Por supuesto la transmisión del movimiento “yosoy132” ha sido un buen negocio; la obligación de informar entra en el estatus del mercado mediático, que aún con las redes sociales no ha sufrido daño importante, considerando que el uso de las modernas tecnologías electrónicas llega al 30% de la población y solo 12 millones están en la edad de votar. La mayoría de las y los mexicanos siguen teniendo en la radio y la televisión, el medio más accesible para informarse.

Las políticas del mercado neoliberal marcan desde la perspectiva capitalista hegemónica los requerimientos económicos de las líneas de acciones públicas que determinan el poder político y sus alianzas; es fundamental para la continuidad de este modelo económico en el que México está suscrito, la liberalidad de los medios de comunicación que están a su vez supeditados al control del capital que subyace globalmente.

Ninguna de las candidaturas, gane quien gane, se pronunció por modificar los estandartes económicos neoliberales en los que hasta hoy se encuentra México. Lo que sigue en nuestro país será igual o cuando menos muy parecido a lo que conocemos. Vale otra cita genial de Napoleón I: “Es injusto que una generación sea comprometida por la precedente. Hay que encontrar un medio que preserve a las generaciones venideras de la avaricia o inhabilidad de las presentes”.

Tal vez tendríamos que reflexionar si el actual movimiento estudiantil vislumbra la continuidad de lo que les han dejado y están buscando mecanismos para cambiar un futuro que no les garantiza ni bienestar ni felicidad, tal vez pasando la coyuntura electoral tengan más posibilidades de actuar en consecuencia, tal vez puedan mirar con claridad una realidad obnubilada por un proceso mediáticamente pervertido, tal vez lo que sigue será una lucha por darse lo que quieren sin arrastrar lo que quisieron las clases políticas que dejan su plasma vieja y corrompida.

Hoy debemos ver hacia adelante, revisar que dejamos y que nos llevamos; por lo pronto en el contexto de desconfianza a las instituciones electorales, en el ambiente eufórico e intolerante, en algunos casos hasta violento, habría que reconocer el papel que juega la casa nacional del conocimiento y la ciencia: la UNAM; que en palabras de su rector José Narro Robles, destacó la transparencia y certeza de los resultados que emitirá el PREP la noche del 1 de julio; expuso que el programa es confiable y dará certeza a la elección; de esta manera Narro, en el que tienen confianza miles de estudiantes, gente de la académica, de la ciencia y espero, de la política, da el respaldo a la firma de un pacto de civilidad, convocado por el IFE, entre los tres candidatos y la candidata a la Presidencia de la República.

El rector de la UNAM expresó que “a veces construimos y vivimos prisioneros de nuestra mitología, que el mito de que cuando el río suena es que agua lleva, nos hace creer supuestos inexistentes, mientras no se demuestre lo contrario todo queda dentro de la imaginación”.

La intervención de la UNAM desarticula cualquier pronunciamiento de ilegalidad o fraude electoral en el conteo de las cifras que respaldarán la validez de los votos emitidos, lo que en una primera instancia imprime legalidad al tan desacreditado y desgastado proceso electoral. Es un paso adelante que mete freno de mano, a cualquier inspiración bélica conflictual conspirativa o declarativa, para tranquilidad de una buena parte de la sociedad y ciertamente para frustrar intenciones mordaces de quien veía propicio el terreno para reyertas que seguramente serían desarticuladas y con poca fortuna.

Sigue conservar lo ganado, hacer y fortalecer alianzas, defender lo que nos corresponde y obligar a que el gobierno, con el rostro que sea, tenga límites y contrapesos, quitarles los números a las mujeres y hombres, tenemos nombres, identidad y dignidad.

“Nadie puede hacernos sentir inferiores sin nuestro consentimiento”. Eleanor Roosevelt

 

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