A RESERVA.- La confusión comienza cuando la Coalición por la paz y el progreso se forma en torno a la candidatura de Cué Monteagudo en 2010, cuando las alianzas partidarias rompen toda significación ideológica, programática e incluso sustantiva, consolidándose extrañamente en Oaxaca, a pesar de las descalificaciones y contundente objeción que el líder izquierdoso, hoy aspirante aún a la presidencia de México, Andrés Manuel López Obrador, de manera inquisitiva y con suficiente razón manifestaba a voz en cuello sobre la alianza de las “izquierdas” y el partido del “espurio” Calderón.
Con la derecha: nada, y a pesar de los intentos sublimes y voces suplicantes, hasta aquellas expresiones indóciles y airadas como la de Jesús Zambrano, perredista mayor, que amenazó entonces con expulsar al descarriado militante, dirigente de MORENA, ¿se acuerdan?
Fue tan insistente la negativa de AMLO, que logró desbaratar las intenciones aliancistas en varias entidades del país, donde a fin de cuentas PRD, PT y Convergencia dieron marcha atrás dejando colgadas varias candidaturas acordadas y amarradas, y el consabido disgusto del PAN y de quienes aplaudían frenéticamente la posibilidad de echarle montón y ganarle al PRI.
Sin embargo, Oaxaca fue la excepción, no hubo impedimento ni obstrucción a la obtusa composición geométrica que promovió a Gabino Cué Monteagudo a la gubernatura.
La izquierda toda, de la mano del blanquiazul, sin gritos ni sombrerazos que pusiera en entredicho la infausta unión que llevó al triunfo a Cué, priista de formación y panista por ascendencia tutelar, vestido de naranja y con el corazón partido; apadrinado por la “derecha” diodorista y la izquierda pejista. Su rumbo, incierto, impreciso, cada día más confuso. Es un asunto de praxis: “Aquí están mis principios, pero si no les gustan aquí traigo otros”.
El silencio de López Obrador respecto de la alianza con el PAN en Oaxaca mostró su lado “flexible”, su discurso se ablandó y aquí si se le pudo ganar al PRI; indiscutiblemente con votos conservadores que custodian la permanencia de los privilegios de las camarillas del dinero. La flexibilidad política muchas veces dispone a abandonar con suma ligereza los compromisos y lealtades. Y, además, ayudado por la estela de corruptelas del gobierno priista saliente.
El asunto ahora es qué rumbo tiene Oaxaca, programáticamente hacia dónde vamos; se defiende el Estado laico o se fortalecen poderes fácticos moralistas y tendenciosos; se promueven las libertades ciudadanas de hombres y mujeres o se actúa subrepticiamente a favor de las desigualdades y la discriminación. Sí, es cuestión de compromiso y convicción.
Por supuesto que la indeterminación se caracteriza por la falta de línea política y compromiso social, como la califica el sociólogo europeo Zygmunt Bauman, que plantea una idea central: la modernidad líquida se caracteriza por la separación del poder y la política. Tal expresión, da cuenta del paso de la certidumbre en el ejercicio político “sólido”, estable y comprometido a otro flexible, voluble, “líquido”, que provoca incertidumbre y consecuentemente no sirve como referencia en la comunidad.
En estas condiciones el gobierno de Oaxaca se mantiene sin definición política, lo que se agudiza aún más después de las elecciones federales pasadas y el resultado nacional que hasta ahora mantiene en desventaja a los partidos coaligados en la alianza progresista (de izquierdas) y la debacle del PAN; en tanto que en la entidad oaxaqueña arrasó la Izquierda unida, tanto en la elección presidencial como en la de legisladores, mientras que el PAN siguió la suerte nacional.
Significa que los hilos políticos que definen el rumbo del gobernador del Estado, Gabino Cué se han enredado peligrosamente, ya que la derrota del candidato a senador del PAN, Diódoro Carrasco Altamirano, mecenas del mandatario estatal, quiebra los vínculos con la derecha y sus esperanzas de sacudirse a los grupos incómodos del PRD -cobijados, ahora fortalecidos y engallados, que se han enquistado avivadamente en los puestos de gobierno que como cuota de poder les entregó Cué por su “invaluable” apoyo y como pago al empujoncito de López Obrador que lo ayudo a ganar la elección que lo hizo gobernador-. Lo que sin duda le ha salido muy caro al gobierno y a la ciudadanía.
Así, ya sin el cobijo del PAN y lejos de su casa materna el PRI, Gabino Cué Monteagudo busca refugio político en brazos de las izquierdas, no en las más radicales que lo alejarían de los beneficios del poder federal, mejor en los conclaves izquierdosos que sí, afirman, estarán reconociendo lo que resuelva el Tribunal Federal Electoral, y rindiendo protesta en sus nuevos encargos legislativos y, por supuesto, desde las entidades gobernadas por quienes se dicen formar el bloque de “izquierda”, donde ahora resulta estar incluido el gobierno oaxaqueño ¿Qué tal?
Hace unos días, los partidos de la Revolución Democrática, del Trabajo y Movimiento Ciudadano anunciaron la creación de un Frente Amplio de las Izquierdas, se reunieron gobernadores y legisladoras y legisladores electos en Acapulco, Guerrero, donde gobierna por cierto el reciente adscrito al partido del sol azteca, Ángel Aguirre Rivero, hasta hace muy poco, acérrimo priista, que al parecer tiene más de una coincidencia con Cué Monteagudo.
Como si hubiese habido acuerdo previo, ambos gobernadores se dedicaron frente a la prensa nacional cumplidos y hartas adulaciones, no sin antes asegurar que es en serio y de a de veras que son de izquierda por convicción, aún cuando en Oaxaca el gobernador se ha visto más cerca de la derecha, apoyando la candidatura de su tutor Carrasco Altamirano pero con otra velita prendida de color amarillo y con una estampa de San Benjamín cara sucia, por si las moscas.
Allá en Acapulco, leyó con singular entusiasmo un discurso con muchos adjetivos que referían las bondades de la “izquierda”, aludiendo “su convicción sincera en la ideología y militancia en la izquierda mexicana, que nutre a millones de mexicanos lastimados por la pobreza, la falta de empleo, la opresión y la violencia”. ¿Alguien lo cree?
Habrá que esperar la reacción de la clase política más conservadora, de ricos empresarios y esa clase anquilosada que en Oaxaca es poderosa y ha paralizado históricamente el progreso democrático y la justicia social, incluyendo a los empresarios que gobiernan con él y que se despachan con la cuchara grande para salir aún más ricos y poderosos; Está por verse si el discurso revolucionario del gobernador Cué Monteagudo se traslada en acciones concretas y reivindicaciones sociales. Ver para creer.