A RESERVA.- La educación es el sistema de formación (enseñanza-aprendizaje) destinado a conseguir el desarrollo de las capacidades intelectuales de las personas. La calidad educativa es un derecho fundamental, que además de ser eficaz y eficiente, debe respetar los derechos de todas las personas, ser relevante, pertinente y equitativa.
Ejercer el derecho a la educación es esencial para desarrollar la personalidad e implementar los otros derechos humanos, por lo que nadie puede ser excluido de ella. El derecho a la educación está fundado en los principios de obligatoriedad y gratuidad, y en el derecho a la no discriminación.
La obligación del sistema educativo en un estado democrático, es proporcionar a las y los educandos la posibilidad de acceder al conocimiento y de prepararse intelectualmente para su propia superación y crear una sociedad más justa con oportunidades en igualdad de condiciones. Una educación de calidad es la herramienta por excelencia para la movilidad social y para el desarrollo del país.
Claro es que el proceso educativo requiere para su desarrollo de un gran número de condicionantes de diversa índole –económica, política, didáctica- que van a permitir alcanzar resultados mediante los cuales estaremos en posibilidad de evaluar su propio desarrollo y su nivel de calidad con respecto a lo que la sociedad está exigiendo del propio sistema educativo.
También debe considerarse que el contexto es cambiante y las nuevas demandas exigen que todos los niveles educativos se adecuen y ajusten a nuevos escenarios. En la actualidad una de las grandes preocupaciones de la ciudadanía e incluso de algunos gobiernos en estrecha relación con la sociedad es el relacionado con la calidad en la educación. Desasosiego que esencialmente se debe a los obtusos rendimientos académicos, muy por debajo de lo mínimo.
El bajo rendimiento académico en México considera al país como una sociedad de reprobados, en el sector de la educación primaria tres de cada 10 estudiantes que ingresan no la terminan. Los exámenes de admisión en los niveles de secundaria y educación superior confirman lo anterior, la mayoría de aspirantes reprueban o en el mejor de los casos obtienen muy pobres calificaciones.
Si las proporciones cuantitativas son alarmantes, las cualitativas son devastadoras. México tiene prácticamente cubierta la educación básica, es decir, primaria y secundaria; datos de la SEP informan que la terminan 73 de cada cien estudiantes; la pérdida aumenta a más de 50 estudiantes que abandona la escuela en media superior, situación que se agrava de forma que apenas llegan 40 de cada cien a las universidades, y aún menos estudiantes concluyen sus estudios superiores. Así, en México menos de 30 estudiantes por cada 100 que comenzaron la primaria llegan al término de sus estudios profesionales.
Aquí está el problema ¿por qué no terminan la prepa o el bachillerato? ¿Por qué no ingresan a los niveles superiores? Habrá, claro, quien refuerce la idea de que es por razones estrictamente económicas; sin embargo, no podemos obviar los miles de estudiantes que son rechazados de las universidades y tecnológicos de carácter público; entonces hay algo que tiene que ver con la pésima calidad de los estudios básicos y medios ¿No es cierto?
El problema educativo en el país no es de cobertura sino de calidad. Un sistema educativo que desee elevar sus parámetros de calidad debe comenzar por admitir que su funcionamiento presenta deficiencias serias que requieren de su atención inmediata si en realidad está buscando desarrollar un sistema de enseñanza con miras a elevar su calidad.
Hace unos días el Secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, afirmó contundente que la rectoría de la educación es una decisión presidencial y refrendó que la política en la materia la dicta el Estado. Sin duda así es o así debería ser, pero hace muchos años que el Estado lo hace mal, que los gobiernos tanto del PRI como del PAN y del PRD han solapado perversamente la violación permanente al derecho a una educación de calidad, sentenciando al pueblo a una vida a medias, ignorante y desinformada que promueve la desigualdad y por ende la pobreza.
Hay muchas cosas que decir de la educación en México, mil calificativos denigrantes que seguramente son imputables a la pésima acción gubernamental y aún más a las criminales omisiones y complicidades que han permitido que la educación sea rehén de una camarilla sindical, cuyo único objeto es mantener sus posiciones de poder político y económico inmutables. Esa camarilla enorme -se dice que es el sindicato más grande y poderoso de Latinoamérica- es a la vez la docencia inepta e ineficaz que rompe, en principio, el postulado de “calidad educativa”, ya que no puede haber educación de calidad si quienes la imparten distan con mucho de ella.
A mayor ignorancia, la pobreza y la marginación está presente y tal vez podamos entonces comprender por qué las escuelas públicas de educación superior en México presentan, por un lado, signos ineludibles de la pauperización compleja con altos grados de resentimiento social producto de una larga crisis que permea la vida de estos jóvenes desde que nacieron, agravándose por la descomposición socioeconómica y sus efectos.
Y, por otra parte, tenemos una segunda dimensión del aprendizaje que impacta en la calidad de la educación y tiene que ver con la cuestión ético-política. Habrá entonces que poner más atención en la relación enseñanza-aprendizaje, es decir, qué aprende la niñez y la juventud del profesorado en las escuelas.
Lo preeminente durante los procesos educativos básicos y medios como valores que predominan paralelamente a la curricula escolar y que incluso hay casos en los que la superan. Me refiero al “movimiento magisterial” que no educa y prioriza el posicionamiento político, la protesta, el abandono irresponsable de aulas y el uso indiscriminado de la violencia como mecanismo de chantaje. Las alternativas del desarrollo social siempre giran alrededor de las opciones clásicas entre democracia o autoritarismo, equidad o desigualdad, libertad o dominación.
La expansión de las nuevas tecnologías, para algunos es promesa de todas las utopías democráticas, mientras que para otros constituye una amenaza destinada a reforzar las desigualdades y los controles sobre la ciudadanía.
Estas dos dimensiones que acompañan a la “educación” escolarizada, omitiendo los estándares de calidad educativa redefinen en la praxis los objetivos mediante discusiones, compromisos y acuerdos de carácter político, radical, normalmente sin justificación en los procesos de aprendizaje, implicando muchas veces la organización cuasi clandestina, la reivindicación de supuestos derechos sociales, declarando la integración de nuevos grupos de “poder político interno o el reforzamiento político de otros grupos externos o ambos; la constante es la intervención ideologizante sin atribuir ninguna reconstrucción del conocimiento propia de una escuela.
El conocimiento y la información científica y humanista queda de lado frente a los resabios sociales que no cambian porque no se modifican los cánones educativos. Oaxaca se cocina aparte, la educación y los procesos educativos no los define ni el gobierno ni las y los maestros, es más perverso aún. Ni la educación como tal es un eje fundamental para el desarrollo social, ni mucho menos el gobierno la garantiza como derecho fundamental; la sección 22 del SNTE, como ente omnipotente fuera del alcance humano, decide sus acciones no para transmitir conocimiento en procesos de aprendizaje, como herramienta democratizadora para la igualdad.
No, de ninguna manera, el alumnado solo es su instrumento de negociación, la carne de cañón que utilizan 10 o 20 sujetos para conservar el poder insólito que le ha obsequiado el gobierno estatal, los de antes y el de ahora, que se traduce en la manipulación de 70 mil docentes para apoderarse de las calles y carreteras, tomar a la población de rehén impunemente y despojar las arcas públicas cada que lo requieren con complacencia de grupos políticos que a su vez convienen con “el magisterio oaxaqueño” quienes actúan como mercenarios, aves de rapiña en pos de prebendas económicas y políticas.
Indignante resulta que sea precisamente el magisterio quien someta al pueblo a la dictadura más infame: la ignorancia. Sin educación de calidad no hay desarrollo, sin desarrollo difícilmente se vive en paz y con dignidad.