A RESERVA.- Dice una canción popular refiriéndose a las condiciones paupérrimas de vida de un grupo de personas en México, aludiendo irreverentemente a las sublimes creencias católicas: “…viven vida de ángeles, encueradas (os) y sin comer”.
Alusión respecto al movimiento clerical pro reforma al artículo 24 constitucional, que fue alcanzado hace dos años por la legislatura anterior con un desproporcionado y aberrante acuerdo político entre el PAN y un PRD con halo fortalecido con la bendición de algún monseñor.
Esta historia comienza en 2010 cuando la Cámara de Diputados aprobó la reforma del artículo 40 de la Constitución Federal otorgándole de manera expresa el carácter laico del Estado, la izquierda parlamentaria de entonces argumentó que “El laicismo rechaza los orígenes teocráticos en los que una Iglesia controla el poder político y a la vez rechaza los regímenes políticos que se sirven de una religión oficial para legitimarse ideológicamente; el diputado Jaime Cárdenas, en una especie de revisión del pasado y visionario del futuro, afirmó que en la realidad nacional se muestra la presencia de una Iglesia católica militante que promueve reformas constitucionales y legales en los estados, además de que se opone a diversas reformas libertarias, por lo que es necesario mantener vigente el principio de separación entre religión y Estado.
Ante este avance democrático, la derecha se retorcía buscando subterfugios legales, que encontró con aliados inesperados, con los que logró sin mucha dificultad reformar el artículo 24 constitucional, desfigurándolo con una redacción apresurada y poco rigurosa, que permite y alienta al clero más encumbrado a refrendar sus privilegios, interviniendo grotescamente, en franca intervención al laicismo, en los procesos educativos abriendo la puerta a la impartición de enseñanza religiosa en las escuelas públicas y a través de los medios de comunicación.
Este avance ominoso de la derecha mas rancia encrespa la reforma liberal juarista que hace a México un estado moderno, liberal y democrático, que hoy por hoy tiende sus tentáculos en el interior de la república, aprobando la reforma de legislatura en legislatura en un estado de inconciencia y desinterés social, efecto de la ignorancia de nuestro pueblo.
En ese sentido vale voltear hacia el rubro de la educación y en consecuencia de la niñez y juventud, tal vez es ahí donde comienza el embudo, valen en tanto algunas reflexiones que implican necesariamente voltear a ver el impacto de la derecha y su promoción eclesiástica.
Desde hace casi diez años, el sistema educativo ha venido “ganando” batallas legales que la derecha desvirtúa desde concepciones conservadoras, revistiéndolas de opiniones confesionales que retardan la apropiación de las libertades en la construcción de ciudadanía en igualdad de condiciones.
Para ello, este sector investido de poderes fácticos, obstruye la educación sexual integral, la cual comprende cuatro factores: el carácter científico de la información que sea capaz de generar habilidades de prevención en las y los jóvenes; la mención específica de los derechos humanos y los derechos sexuales y reproductivos, ya que esto favorece la construcción de la ciudadanía en los adolescentes; la perspectiva de género, que permitirá identificar los mitos que giran en torno a cada sexo y desmentirlos y, en último lugar, la dimensión ética, es decir, la promoción de valores como la dignidad humana, la justicia y el bien común.
Esta obstrucción se manifiesta obviamente en sus centros educativos privados, donde los principios católicos permean en todos los ámbitos educativos; hoy también han avanzado al amparo de la reforma del 24 logrando interferir en la currícula educativa básica.
Claro que resulta ideológicamente intolerable y claro que es comprobable que el principal enemigo de la educación es la pobreza y la marginación que no podemos desprenderla del fanatismo religioso que alimenta el pensamiento dogmático, el conformismo y la frustración.
Ahora tanto los y las clericales como el Estado deberían estar más preocupados y sobre todo ocupados en resolver las terribles condiciones en que vive la juventud, que según la Encuesta Nacional de la Juventud 2010, arroja las escandalosas cifras en el rubro de educación: casi ocho millones de jóvenes ni estudia ni trabaja, lo que hace un 22 por ciento del total de jóvenes de entre 12 y 29 años literalmente desocupados.
¿Cómo puede resultar una buena noticia el anuncio de que ahora la preparatoria entra en el esquema básico de educación, cuando nos caen encima las cifras nacionales?
Hoy la población entre 12 y 29 años representa la tercera parte de la población total, es decir, más de 36 millones. México es un país joven, la mitad de su población tiene menos de 25 años y no hay serias expectativas de acceso a la felicidad para ellas y ellos.
Una afirmación contundente es que a mayor desigualdad mayor abandono escolar y, sin duda, las razones son de índole económica, social y de género.
El panorama es desolador y ante lo que se expresa en algunas aulas de escuelas privadas y públicas “…Dios nos libre de que un día llegue a gobernarnos un anticlerical y sancione, incluso, nuestro derecho de expresar lo que creemos religiosamente”, vale el razonamiento “…salvo que pretendamos que la juventud, que hoy no ve esperanzas en su futuro, el no tener opciones, pueda encontrar sustento en los dinteles del cielo y los fundamentalismos terrenales.
@BarbaraEGCH