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“Alegría”, alimento para pueblos tristes: Aracely; buscan rescatar el Amaranto

OAXACA, OAX., octubre 11.- “Todo el maíz que consumimos viene de fuera”, susurra Aracely Hernández Zárate, joven mixteca promotora del cultivo de amaranto en cuatro municipios de Tlaxiaco, y “estamos tratando de rescatar esta planta que fue nuestra pero ya la habíamos perdido, para tener una alternativa más de alimento”.

Aracely es una de las mujeres indígenas que se puso la camiseta de la Feria del Amaranto en el Día Mundial de la Alimentación efectuada en la Plaza de la Danza.

El proyecto de cultivo del amaranto proviene de la asociación civil Puente a la Salud Comunitaria, con sede en Estados Unidos y Oaxaca.

Pete Noll, director de Puente, sostiene que el fin consiste en que las comunidades sientan que el amaranto es suyo y que lo integren a su dieta y vida cotidiana.

En la Mixteca, cuenta Aracely, están tratando de rescatar la planta en los municipios de Tierra Blanca, San Cristóbal Amoltepec; Santa María El Rosario; Santo Tomás Ocotepec y Santa Cruz Payata: todas ellas comunidades donde la tierra es triste.

“En ocasiones esperamos que las lluvias sean buenas para que se logren nuestras metas, pero en otras es por mucha agua que no logra crecer nuestra planta y cuando ya está en floración se pudre”.

En San Cristóbal Amoltepec, la tierra es, efectivamente, blanca. Como “carece de materia prima se le incorpora abono del monte o de los animales, de borrego, chivo o gallina, para que vaya quedando más fértil”.

Puente trabaja actualmente en la zona Mixteca, sierra Mixe y Valles Centrales.

Pete Noll maneja datos sobre los estados que producen amaranto, como Puebla, Tlaxcala, Morelos, San Luis Potosí, Hidalgo, Chiapas, Guerrero y Oaxaca.

Profesionista con estudios de maestría en ciencias de política pública y gerencia y formación en el campo, expone que “donde se da el maíz, también el amaranto: en teoría estaría en muchas zonas de México y, potencialmente, podría cultivarse en cualquier comunidad de Oaxaca”.

Aunque genera incertidumbre al momento que señala que siempre que sube al “metro” de la ciudad de México encuentra “palanquetas de amaranto”, como dando a entender que ésa es una buena señal de la presencia de la planta.

—Bueno, los productores de Tulyehualco, Distrito Federal, se ofenden si se les dice que eso que venden en el “metro” es “alegría” o amaranto: ellos lo cultivan y elaboran de forma artesanal desde tiempo ancestral— se le comenta.

—La planta tiene gran arraigo en Tulyehualco: es parte de su cultura. El año pasado estuvimos en su Feria del Amaranto y el Olivo y conocimos mucho de ellos. Cuentan con empresas familiares que realizan desde el cultivo hasta la comercialización.

Para Pete Noll el tema del amaranto y la alimentación está relacionado con uno de los grandes desafíos de hoy: el crecimiento de la población. “Dicen que Oaxaca tendrá un decrecimiento de dos por ciento al respecto; si fuera así, podría tener un equilibro entre lo urbano y lo rural”.

Pero en realidad, aclara, él piensa que “la tendencia continúa siendo la de una fuerte migración a las ciudades y a los empleos remunerados de forma inmediata, como los de la construcción y los servicios”.

En todo caso, “el campo es buen lugar de aprendizaje y de compartir, pero no cambiará de un día para otro, necesita de formas de pensarlo”.

Puente recibe ingresos de alrededor de ocho fundaciones privadas de Estados Unidos y de algunas más de México, también de instituciones como Sedesol e Indesol, así como de las embajadas de Finlandia y Canadá.

Propuesto en tierra de migrantes como San Cristóbal Amoltepec, el proyecto del amaranto no logra “involucrar a los jóvenes como uno quisiera”, lamenta Aracely, pero a través de “talleres de nutrición y cocina está atrayendo a los niños al consumo de la planta, además que se integran a las faenas de cultivo cuando ven que su padre y madre la siembran.

Esta vez “sembramos diez hectáreas, pero por diferentes circunstancias no pudimos cosechar todo, acaso cuatro o cinco toneladas”, aclara.

Con ella preparan una versión distinta del chileatole, por ejemplo. En general, “era una semilla que ya se había perdido y la estamos tratanto de rescatar —indica Aracely—; lo que le puedo decir claramente con sinceridad que sí estamos consumiendo, son las tortillas con semilla o con hoja de amaranto”.

Así, a manera de las “Palabras andantes”, de Eduardo Galeano, el amaranto era una planta nuestra que luego perdimos y ahora un proyecto global la rescata para su original comunidad local en un puente de flujos económicos de un lado y pobreza de otro: “La escuela del mundo al revés”, como diría también aquel escritor uruguayo.

 

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