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El desarrollo en su laberinto

Desde que se enquistó el capitalismo en el mundo se han experimentado diferentes modelos y tipos de desarrollo. Entendido como un conjunto de procesos que implican diferentes actores: el Estado, el mercado, la familia y las organizaciones sin fines de lucro, mismas que deberían tener como objetivo mejorar el nivel y calidad de vida de la población; es decir, procurar el bienestar.

En nuestro país se tenía un modelo regionalizado en la época prehispánica, quizá un desarrollo endógeno o un modelo de etnodesarrollo que, aunque aislado, subsiste en algunas comunidades indígenas hasta hoy en día.

Con la Colonia se forjóp un desarrollo hacia dentro para después configurar un ogro que impulsaría un desarrollo para fuera y que después sería el eslabón de la estructura social que gobernaría económico y políticamente, hasta nuestros días.

A finales del siglo XIX, durante el gobierno de Porfirio Díaz, alcanzó a su máxima expresión el capitalismo en nuestro país, bajo el lema de orden y progreso, de una ideología externa, de inversión extranjera, adelgazamiento del Estado, un gobierno autoritario en manos de una burguesía nacional y extranjera, con la vista puesta hacia el exterior, concentración de poder, acaparamiento de tierras y de los recursos naturales estratégicos, opacidad en el manejo de los recursos, control de la población mediante la represión y la mentira.

Aunque es verdad, que con la utilización de recursos estratégicos como el petróleo, la electricidad y minerales, y la construcción de ferrocarriles fue como se sentaron las bases de industrialización de nuestro país, pero que con ello se alcanzara la mano invisible que intuyo Adam Smith no se logró, por el contrario se amplió la desigualdad y la pobreza.

Con la Revolución, la postrevolucion y la caída de la Bolsa de Nueva York este modelo se desconfigura, más cuando se institucionaliza el país y se impulsa la sustitución de importaciones como modelo.

En la postrevolucion se estatizo la economía, se constituyo un Estado social o de bienestar, en parte porque los dictados de la Constitución de 1971 establecían derechos sociales, reparto de la tierra y demás. Sin embargo nunca dejo de crecer la burguesía que en la últimas décadas del XX y apoyados de externalidades teóricas, la globalización y de profesionistas egresados en Estados Unidos, empujaron el renacimiento decidido del neoliberalismo, centrado en la desregulación del Estado, privatización de los recursos naturales y bienes públicos, liberación máximo del mercado.

El objetivo, centrar el desarrollo en el individuo, no en la familia, la colectividad, claramente un individualismo desenfrenado y desarrollo para fuera, porque desde entonces importaría mas cuánto vende el país al exterior, el PIB percapita, pero no como se refleja el bienestar familiar, no un reflejo cuantitativo, pero sobretodo cualitativo en las personas.

Por ello, a casi tres lustros del siglo XXI, el desarrollo y el capitalismo están sumidos en su laberinto tal y como hace ya unos años pensó Armando Bartra.

En el gobierno actual se ha reinaugurado el modelo de neodesarrollo para fuera, quizá en buena parte significa un retorno al porfiriato por colocar la economía en dependencia de la inversión extranjera, de poner en subasta los recursos estratégicos como petróleo, electricidad, gas, el agua y las tierras de propiedad social.

De poner en el mismo sendero servicios básicos como educación y salud, al seguir los dictados del plan Bolonya, el modelo por competencias, para homologar la educación tal y como lo exige el mercado y no las circunstancias actuales.

De asfixiar o exprimir financieramente a las instituciones que por el contrario tiene la obligación de consolidar para lograr una sociedad más educada y justa, de alcanzar una democracia real, el otro golpe que se está asestando a la población mediante impuestos, retiro de subsidios como el caso del pago de la luz, congelamiento de los salarios, bajísima creación de empleos, exclusión de la juventud para estudiar una carrera u obtener un empleo digno, pérdida paulatina de derechos sociales, mayor inseguridad y violación a sus derechos humanos.

Pero lo enigmático que resulta es cuando observamos una sociedad pasmada, anestesiada, quizá porque no lo ven como una crisis a las reformas estructurales, con todo y la mentira oficial, sino como un desencanto de años.

¿Sera que la sociedad mexicana ha cruzado el espectro de la revolución, o hemos perdido la cultura revolucionaria?

El desarrollo se halla en entredicho, una población con poca esperanza, sin democracia real, una parte de la izquierda volcada hacia dentro de sí, un gobierno centralista en su máxima expresión, una burguesía que financia elecciones y se frota las manos con la subasta, el desarrollo se encuentra en su laberinto.

*Lic. Josafat López Cruz, Secretario Técnico de la Comisión Permanente de Desarrollo Social de la LXII Legislatura del Congreso del Estado de Oaxaca.

 

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