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La poesía es lo que nos mantiene vivos, afirma Carlos Ramírez Sorroza

OAXACA, OAX., agosto 19.–Poeta de oficio a sus 41 años, el oaxaqueño Carlos Alberto Ramírez Sorroza afirma y reafirma: “La poesía es lo que nos mantiene vivos, nos da sentido, nos dimensiona”.

Autor del poemario “Vuelo cenizo” (Seculta-Oaxaca, 2014), su primer libro –por cierto, producto de una convocatoria para la serie Parajes–, explica que la “poesía ocurre en el momento en que cualquier persona vive un evento estético, es decir, cuando se estremece por algo que pasa. Puede suceder en el instante en que un carpintero talla la madera y equis sensación lo sublima”, digamos.

Eso que te provoca, también te modifica como humano, y a partir de ahí es posible que aquel carpintero realice un mejor mueble, por ejemplo. “Por eso digo que la poesía es lo que te mantiene vivo, lo que te da sentido, lo que te dimensiona en la cotidianidad”.

–Pero el poeta es quien logra captar ese evento estético para traducirlo a las palabras, ¿no?

–El poeta es aquel que es sensible, recibe la poesía en sí y se estremece. Luego surgen poemas; de hecho, ese es el trabajo del oficio de poeta: reducir a palabras esa sensación indescriptible para que otro que las lea también se estremezca.

“El oficio de poeta se encuentra en traducir esa experiencia estética. Por eso es que todos se sienten poetas, pero realmente hay pocos. Como dice Paul Valéry: ‘Un poeta es cualquier persona, pero un poeta no es cualquier persona’. Por ahí yo encontré el camino”.

Carlos Ramírez Sorroza nació en Oaxaca en 1973. A los 18 años emigró a Guadalajara, Jalisco, y regresó a los 25. Estudió economía, pero en la actualidad su oficio, dice, es el de cuenta-cuentos, además, desde luego que el de poeta. También se dedica a la gestoría cultural.

Profesiones, vocaciones y oficios que de alguna manera combina. “Creo que uno de los problemas de los hacedores de cultura es que piensan que el mercado es ajeno a ésta. Pero no, es parte: la cultura constituye un espejo del sistema y, por lo mismo, no hay que pelearse con el mercado sino entenderlo y ver cómo pueden crearse puentes para poder realizar proyectos que tengan una incidencia social”.

Su escuela poética, por otro lado, ha sido la de los talleres, tanto aquí como en Guadalajara –donde inició como escritor– y su relación y amistad con gente como José Molina, Alonso Aguilar Orihuela y Ernesto Lumbreras.

–“Vuelo cenizo” es tu primer libro…

–Son poemas que he trabajado desde hace como ocho años. Pero no son los mismos. Para conjuntarlos tomé la referencia de la novela “Demian”, de Hermann Hesse. Me di cuenta, además, que tenía una fijación por los pájaros, por el vuelo como esencia de éstos, y con base en este hilo conductor conformé un poemario.

Cuando “son serias”, convocatorias como la de la serie de poesía Parajes de la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca resultan “muy buenas” porque provocan, como en mi caso, que se piense en realizar un proyecto completo: un poemario en forma, por ejemplo.

Y eso es lo que Carlos Ramírez Sorroza hizo: se puso como meta no ya tener “poemas sueltitos para publicarlos en una revistita efímera, sino hacer un libro en forma”.

–Un libro que, por cierto, estás obsequiando.

–No hay mejor premio que un libro sea publicado. Eso también es lo positivo de convocatorias serias. Ahora, pienso que un tiraje de mil ejemplares es mucho. Yo lo reduciría a una cuarta parte. A mí me dieron 300 y pensé: “Son una monstruosidad”. Tengo que convencer a 300 lectores de que me lean. Es como muy pretencioso ese tiraje de mil libros. Estaría mejor reducir la cantidad y gastar los recursos en promocionarlo, sería más enriquecedor para quienes nos atrevemos a meter poemarios en convocatorias.

 

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