El amplio y complejo movimiento social oaxaqueño no se puede explicar sin el trabajo de las mujeres, de las anónimas y de todas aquellas que con sus acciones en distintas trincheras están escribiendo la historia feminista de Oaxaca.
Por eso recibí con gusto la invitación de Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad, para comentar la publicación conmemorativa por su décimo aniversario.
Sé del trabajo de Consorcio porque nunca están calladas, por sus informes sobre la situación de los derechos humanos de las mujeres, por sus campañas informativas, porque siempre tienen algo que decir para denunciar arbitrariedades, violencias, abusos de poder, porque se arriesgan, porque no están quietas y como ellas mismas dicen, “siempre rompiendo el silencio”.
Han estado en las batallas contra la penalización del aborto, en la denuncia de los feminicidios y de las violencias, en la critica constante al racismo, la injusticia y la desigualdad; han insistido en las políticas públicas con perspectiva de género, han aportado en la sensibilización y en la profesionalización de funcionarios judiciales y ministerios públicos, aunque siempre es más lo que falta por hacer.
No es fácil incorporar la agenda feminista en la agenda legislativa y de gobierno.
Participaron en el emblemático año del 2006, en la marcha de las cacerolas, la toma del canal 9 de televisión, la toma de las cámaras y de los micrófonos, para romper estereotipos y ser distintas y distintos.
Escriben las mujeres de Consorcio que “después del 2006, ya no son las mismas, que aprendieron a no callar, a denunciar”, y es que efectivamente, los cambios tal vez son imperceptibles pero se están generando, se están abriendo veneros de nuevas luchas.
En este libro, las integrantes de Consorcio trascienden la formalidad y la seriedad de los informes que conocemos o de los comunicados que tratan asuntos que siempre preocupan, y nos muestran otra faceta.
Colocan sus reflexiones personales sobre sus experiencias, como “cuando se pelea contra la injusticia es imposible apartar los sentimientos”, o convocan a “la voluntad de participar activamente y no dejarse vencer aunque parezca que la lucha ya esta decidida”.
El libro presenta varios testimonios que están detrás del activismo, insisten en una palabra común, la esperanza. No para quedarse a la espera de que desde algún lugar de arriba alguien lo haga o que venga x persona con iluminación a resolver los problemas, sino porque las soluciones se buscan y construyen todos los días, en el trabajo constante, en las labores minúsculas de lo cotidiano, en la confianza, en el dialogo con otras y otros para generar consensos y solidaridades.
Hablan de las ideas del autocuidado de las defensoras de derechos, para que siempre se tenga la energía de resistencia en una lucha que es desigual.
De compartir la esperanza en un ritual del pueblo mixe a Condoy y Tajëew, en el cerro del Zempoaltépetl; de pensar a la deidad en femenino, a la madre tierra, quien salvó de la hambruna a su pueblo recolectando semillas de maíz, frijol y calabaza, como oportunidad para reflexionar sobre la equidad desde las cosmovisiones ancestrales.
También es un libro festivo, ilustrado con las fotos de las colaboradoras rompiendo la solemnidad. Refieren sus experiencias, sus preocupaciones, sus alegrías, de lo que han aprendido en todo este periodo de lucha, con el propósito de “tener memoria para no olvidar”, de dar voz a las sin voz, puesto que el feminismo no es un asunto privado, es público y es político.
Es importante insistir que el feminismo no solo es asunto de mujeres sino de todos en general, si consideramos que las diversas reivindicaciones, la lucha contra la desigualdad, la falta de democracia, la falta de equidad, son atravesadas por el feminismo.
Los datos duros dan sentido a esas luchas si observamos que los indicadores de pobreza, rezago, limitaciones en el acceso a la salud, a la educación, la discriminación laboral y la exclusión política se acentúan en las mujeres. Al respecto se puede revisar cualquier base estadística.
Ni el movimiento social, ni el feminismo ni Consorcio son una abstracción. En la memoria aparecen algunas mujeres con rostros, con nombres, con afectos; en orden alfabético están Aline, Ana María, Angela, Atziri, Caroline, Claudia, Elia, Elsa, Emilie, Julia, Laura, Lilian, Lourdes, Elena, Mónica, Nallely, Nizaguie, Pilar, Sandra, Sara, Teresa, Theres y Yesica, aunque la causa es de muchas más, de miles de mujeres que comparten la lucha diaria por construir un mundo distinto, un mundo mejor.
Dicen las autoras que la reflexión de la vida de cada día es un primer paso para generar cambios, para construir algo nuevo, algo diferente, ya que “la lucha empieza dentro de la vida de cada una”; esta es la mejor lección que las feministas pueden dar al movimiento social en su conjunto.
No se pueden exigir cambios si quienes luchan no cambian, no se puede reclamar democracia a partir de prácticas antidemocráticas. Toca poner atención porque la historia del feminismo oaxaqueño se esta escribiendo en los ecos de rebeldía que encontramos todos los días y a todas horas en el campo, en las ciudades, en la indignación que no tiene tregua ante la injusticia, contra los gobernantes arbitrarios pero también al interior del movimiento social para señalar cualquier forma de exclusión. La tarea por alcanzar una realidad más equitativa es de todas y de todos.
Comentarios sobre Trazos hacia nuevas geografías. Diez años de construcción feminista. Biblioteca Henestrosa. Ciudad de Oaxaca, 30 de agosto.
*IISUABJO. Investigador nacional Conacyt.
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