Periodismo libre y comprometido

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Dolor humano no debe ser medida del fotoperiodismo: Germán Canseco

OAXACA, OAX., septiembre 5.–Al final del día, charlar con el fotorreportero Germán Canseco, quien vino a esta capital a presentar su libro “Hecho en Ciudad Juárez” (Ojo de Venado Ediciones, 2013), implica reflexionar sobre el periodismo en su esencia humanista, comprometido socialmente y de largo aliento.

Es decir, lejos, muy lejos de ese periodismo pragmático, mercadotécnico y limitado a la apología de la imagen –acompañada acaso de dos mil caracteres de texto– que hoy domina a los medios.

Eso se palpa perfectamente cuando, sin que le pese, el fotoperiodista de la revista “Proceso” expone que él piensa que no tiene capacidad para ir, como reportero gráfico, a la guerra.

“Cuando me preguntan si me gustaría ir a la guerra, respondo que, la verdad, no, porque creo que el poco dolor humano que he fotografiado es demasiado doloroso como para pensar que tenga capacidad para ir a aquélla”.

Tampoco se cohíbe cuando aclara que, después de cubrir durante tres años el problema de las personas desaparecidas en el país y el movimiento “Paz con Justicia y Dignidad” del poeta activista Javier Sicilia, tuvo que asistir a terapia psicológica.

“Créeme que te pega. Tuve que ir a terapia porque poco a poco vas cargando con muchas cosas y adquieres miedos. Tanto, que en la casa de repente mi esposa e hija iban al parque, se tardaban media hora y mi mente ya estaba volando, pensando que ya me las habían robado”.

Claro que Germán Canseco está hablando no de una pose temeraria del fotorreportero, sino de una experiencia cabal de vida y de un periodismo por completo serio, comprometido socialmente: humanista, pues.

–El tema de “Hecho en Ciudad Juárez” es sórdido, difícil– se le acota.

–Llegué a través de compañeros, Patricia Dávila, reportera de “Proceso”, grupos de la sociedad civil que se preocuparon por los usuarios de la heroína y que, para evitar la propagación del sida y la hepatitis, entre otros aspectos, trabajan con ellos.

A Germán Canseco estos grupos de la sociedad civil le dijeron: “Llevamos muchos años con este trabajo y no podemos perder la confianza que nos hemos ganado por un fotógrafo”.

Así que lo que hacían era repartir jeringas y decirles a los adictos: “Ahí afuera está un loquito que quiere platicar con ustedes”.

Fue en la época más violenta de Ciudad Juárez, cuando “nos vendían esa idea de los grandes narcos”. Pero resultó que Germán Canseco descubrió que “el setenta por ciento de los usuarios de heroína de ahí eran indocumentados de fuera del país y del interior de éste”.

Y resulta, relata, que “si te vas más atrás de sus historias, son personas que quisieron ser mejores, se salieron de su lugar de origen porque la sociedad no les dio otra oportunidad e intentaron cruzar la frontera con Estados Unidos”, y al no lograrlo después de “una, dos, tres, veinte veces” cayeron en la adicción.

“Son historias que nos corresponden a todos. Por eso, al respecto, mi primera intención con mi proyecto fue dejar muy en claro que el de los adictos a la heroína en Ciudad Juárez no es una cuestión de seguridad nacional relacionada con narcos, sino un problema de salud pública.

“Si se tratara así, la solución sería más amplia, y no habría tanta sangre corriendo por las calles, amén de que en lugar de madrear a los adictos se les daría una oportunidad”.

Platica el fotoperiodista que es “increíble que, siendo México ya el tercer o cuarto consumidor de drogas en el mundo, no haya un plan real al respecto por parte del Estado mexicano que abarque lo educativo, lo social, el rubro de la salud”.

Porque alguien de “mucha lana, sí, puede ir a Oceánica, pero un chavo común y silvestre que quiere salir de la bronca no encuentra a dónde ir: se topa con puras calles sin salida, además de que es hostigado, perseguido”.

Concluye: “El problema de los ‘picaderos’ de heroína en Ciudad Juárez representa una situación muy grave que se quiere ver como un problema de seguridad nacional, cuando que es uno de salud pública”.

Germán Canseco (Culiacán, Sinaloa, 1968) inició como fotorreportero en la revista “Proceso” en 1993 –por invitación de Juan Miranda, entonces coordinador de fotografía del semanario– ganando cien pesos por foto publicada.

Ha cubierto diversos conflictos sociales en el país, entre ellos el de 2006 de esta entidad. Y también acontecimientos como el Mundial de Futbol de Sudáfrica.

Además de en el semanario “Proceso”, ha publicado sus imágenes en las revistas “Hola”, “Quién” y los medios internacionales “Der Spigel”, de Alemania, y el periódico español “El País”.

–¿Por qué los periodistas nos empeñamos en meternos en temas difíciles? Pregunto esto tomando en cuenta que el oficio es, no de condición física, sino mental…

–Es por convicción. En Ciudad Juárez me interesó el tema de los “picaderos” de heroína, y para poder regresar ahí a hacer el reportaje correspondiente, inventaba otros: que el del Día de Muertos o que esto que lo otro. Entonces, de forma paralela, trabajaba el asunto de las cárceles o el de “24 horas con el jefe” o el libro “Hecho en Ciudad Juárez”, que es muy fuerte pero no tiene a la muerte como eje, sino que busca plasmar el aspecto social del problema.

–El periodista tiene que cargar con eso.

–Pues no sé si todos. Más bien sólo algunos. Otros realizan ese tipo de trabajos y no les afecta en nada, lo cual no es criticable. Quizá yo soy muy débil en ese sentido y sí me pega.

Ahora, cuenta Germán Canseco, lo que sí llama la atención es que hoy muchos jóvenes fotorreporteros o que aspiran a serlo quieran volverse famosos cubriendo una guerra: aspiran a que una agencia los contrate para ir a aquélla y les publique una foto el “The New York Times”.

Ello constituye “un riesgo, pues las agencias se han convertido en eso mismo, de forma tal que si hay un terremoto en Haití, ahí van todas, pero si inmediatamente ocurre alguna desgracia en Bosnia, se trasladan a esa otra región y se olvidan de Haití.

“El periodismo es compromiso social. Entonces, en aquéllos casos, dónde queda tal, es decir, sólo ¿hay que ir adonde haya más sangre, adonde esté más enervada la violencia? No sé, hay gente que sí lo hace y vive bien con eso”.

–En 1993, ¿cien pesos por una foto era buen pago?

–No, era muy bajo. Como en ese tiempo “Proceso” publicaba acaso diez fotos por número, al mes ganaba como 500 pesos. Después me dieron un sueldo, pero tardó como seis años para que contrataran.

–Pero era un gran foro…

–Sobre todo era la oportunidad de participar, aportar, poder proponer tú, cuestión que no es fácil en los medios actuales. Y en “Proceso” sigue eso, el poder acercarte al director, al subdirector y decir: “Traigo este tema, qué le parece”. Y que te apoyen. Somos de estos pocos animales raros en el periodismo.

“Como somos pocos es fácil ponernos de acuerdo o en desacuerdo. El staff es de cinco fotógrafos y como 15 o 20 reporteros. Estamos amalgamados, constituimos un grupo compacto que aporta hacia los demás”.

Por otro lado, Germán Canseco piensa que a la web hay que aprovecharla: “Es una oportunidad y un foro para exponer lo que quieras”.

–Aunque se está creyendo demasiado en la imagen y el texto de dos tres líneas, ¿no?

–Sí, sí. Pero, aparte, como que todo es un círculo, como que el periodismo siempre regresa a sus principios. Aunque eso de que hoy se utilice mucho la imagen, ayuda al fotorreportero a contar historias no nada más de una mujer que explota en mil pedacitos, sino de profundidad, del bolero de la esquina o de la abuela: imágenes que para el buen fotoperiodista son primarias y necesariamente tiene que hacerlas, y no así esa locura de que a fuerza tenga que ir a la guerra para ser buen fotógrafo.

“Es lamentable el rollo ese de que el dolor humano sea tu medida para ser famoso”.

–¿Cuál es la situación del fotoperiodismo en la actualidad?

–El fotoperiodismo está muy globalizado. Todavía a finales de los años noventa, veías una portada de “La Jornada”, otra de “El Universal” y una más de “Reforma”, digamos, ahora pareciera que los directivos de los medios se hablan por teléfono para decirse:”Por cuál nos vamos”.

–O les hablan…

–Tal vez. Las portadas son las mismas. Cuál es la oferta editorial de los medios, entonces.

“Obviamente, el fotoperiodismo se ve rebasado por la oferta editorial del medio, es decir, lo que ellos venden. Ahora, como gremio estamos pasando por un buen momento, avanzamos. Hay muchos jóvenes que están haciendo cosas, que se profesionalizan más”.

–Aunque en los estados eso es más difícil de realizar– se le comenta.

–En algunos estados, los fotorreporteros están egresando de la carrera de comunicación y eso implica que se encuentren más profesionalizados. Lo vemos en las imágenes. Antes, cuando ocurría algún acontecimiento en alguna entidad, los medios de la Ciudad de México tenían que enviar a su fotógrafo de casa, hoy a veces eso ya no es necesario, porque les compran buen material a los fotorreporteros locales.

En todo caso, “el problema no es el del fotógrafo, sino el de los medios locales, el trato que le dan a aquél, el salario, el que no haya una escuela profesional del tipo o la carrera respectiva. Por eso los fotorreporteros tienen que colaborar en dos o tres periódicos o revistas y, si se puede, también chingarse una boda el sábado. Es injusto”.

* El libro “Hecho en Ciudad Juárez”, de Germán Canseco, será presentado hoy, a las 19:00 horas, en el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo (M. Bravo 116, Centro Histórico) con la participación del autor y Juan Carlos Reyes, Antonio Turok y Félix Reyes.

 

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