LIBROS DE AYER Y HOY.- Agua quemada se llama la colección de cuentos de Carlos Fuentes con la que se lamenta de la forma como las ciudades –como ahora el país–, se incineran en determinado momento.

Lo releía cuando el joven Agustín Gómez Pérez se inmoló frente al congreso del gobierno de Chiapas, en un afán de incinerarse contra las injusticias que se viven en su estado.

Coincidentemente por esas fechas, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) acababa de exculpar al gobernador de ese estado, Manuel Velasco Coello, de gastar el presupuesto oficial en promover su imagen personal.

Tribunal que curiosamente ordena suspender spots del Partido Verde –al que pertenece Velasco-, por estar violando la ley electoral. Ambas cosas son tan evidentes que uno se pregunta, ¿Quién está protegiendo al junior chiapaneco para dejar a salvo el uso presupuestal con fines electorales, como recientemente se hizo en el Estado de México y otras entidades?

El drama protagonizado por el joven Gómez Pérez, que dio la vuelta al mundo, ni siquiera tibió a Velasco Coello ocupado más bien en cosas frívolas y futurismos.

Ciento treinta millones gastó en su imagen en un sólo año, según fuentes fidedignas, pero el INE y el TEPJF lo exoneran, pese a que jura y perjura que lo deben dar por muerto –o quemado–, para la presidencia de la República.

Por fortuna, quedan los argumentos de tres magistrados, María del Carmen Alanís Figueroa, Manuel González Oropeza y Constancio Carrasco, que dan fe de que ellos jurídicamente consideran que si se usa el presupuesto para promoción personal y que se está violando el Artículo 41 constitucional.

Como todos esos testaferros que han hecho de su oficio defender indefendibles –una pregunta, ¿hay conflicto de interés cuando un funcionario público usando tribunas estatales defiende públicamente a un ciudadano o ciudadana que no pertenece al sector público?– el secretario de gobierno de Chiapas dijo, ante los hechos del joven inmolado, que el gobierno no se iba a dejar chantajear.

Menos mal que aceptó que en los últimos meses en esa entidad ha habido 395 bloqueos, 216 marchas y 126 retenciones, ¿por qué será?

Agua quemada (Fondo de Cultura Económica, biblioteca joven 1983), se compone de cuatro cuentos que reivindican en la memoria lo que fue la ciudad de México y la decantación que van sufriendo los espacios, las personas y las cosas con el paso del tiempo.

Su símil se equipararía al México que fue y el que ahora tenemos para desgracia nuestra. Uno de los cuentos, Estos fueron los palacios, cuenta la historia de doña Manuelita, una anciana que fue criada de una casa rica y que ahora vive en el viejo centro de la ciudad, nada menos que en lo que fueron los viejos palacios, de la que con justicia se llamaba La Ciudad de los Palacios.

Ahí se hacinan seres pobres, prejuiciosos, repasando sus grandes sueños, pero fracasados, con el placer, al menos, de habitar enormes caserones que en su momento acuñaron el relumbrón.

Es algo que nos puede pasar a todos, ya sea hospedarnos en uno de esos viejos hoteles del centro o asistir a un restaurante que albergue la pátina del tiempo.

Ciudad Quemada, como el agua –atl tlachinolli, en la traducción de Octavio Paz, mencionada por Fuentes– o seres quemados, como el niño Gómez Pérez, que buscó en el fuego una salida.

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