LIBROS DE AYER Y HOY.- Llevar al extremo las creencias y las ideologías, con el fin de imponerlas, es lo que está convulsionando al mundo.
Felipe Calderón, un presidente mediocre, de cuya titularidad se hizo en una de las más grandes trampas que ha contemplado el país, anda muy girito por el mundo después de haber hecho de México un cementerio.
Ahora quiere imponer su ideología de ultraderecha en un país soberano que causa resquemor a los gringos, porque su gobierno no está en la fila de la genuflexión, como lo estuvo el presidente panista.
Se suma de esa manera a los vocingleros imperialistas –gatilleros y escritores–, que alentados por algunas empresas de la comunicación, se lanzan a diario contra los gobiernos sudamericanos que con grandes dificultades quieren enfrentar la voluntaria tutela de Estados Unidos.
Y si de creencias se trata, hay que ver los extremos a los que llega la Iglesia católica cuando ve que sus bonos bajan entre la feligresía.
El avance de las sectas es apabullante. De más de 102 mil asociaciones religiosas registradas en Gobernación, la católica ocupa el segundo lugar después de la pentecostal.
Resulta que sin que el cuestionado gobernador Eruviel Ávila haga nada, el responsable de la diócesis de Cuautitlán mandó poner capillas, imagínense, en las estaciones del tren suburbano de Cuautitlán, Tultitlán y Lechería para que la gente acuda, cómodamente, a confesarse.
O al menos –mientras ocultan la incredulidad que padecemos todos los mexicanos aunque algunos se digan creyentes–, persignarse al pasar.
Los curas de esa diócesis amenazan con poner capillas en otras estaciones haciendo a un lado que en el país existen muchas religiones, aparte de los millones de agnósticos y herejes.
Y todavía critican a los musulmanes. Total que Juárez ha muerto y la Constitución ostenta una más de sus ya muchas letras muertas. Vida y Muerte de la Inquisición en México, (Colección Duda de la Editorial Posada,1973) inicia su texto con una frase que muchos han reivindicado en este momento: No se defiende la religión matando. Ni tampoco imponiendo creencias y violando la Constitución, se agregaría.
Por una larga época (1969-1984) la Editorial Posada publicó la colección Duda, una serie de títulos –403– que algunos consideraban radicales o fantasiosos, pero que en su lista tenía a escritores serios; de los clásicos, Emile Zola, entre otros, y de los mexicanos, Rius, que hizo época con sus textos; Raúl Macín abordando temas religiosos como el de la vida de monseñor Sergio Méndez Arceo y varios del escritor de teatro y editor Edgar Ceballos, con quien por cierto compartí, con otros periodistas, más de medio año de huelga contra la revista Interviú en 1979.
En la lista también estaba el colega Roberto Rodríguez Baños con Virginidad y machismo en México. Algunos de esos títulos se ofrecen a la venta por Internet a 100 pesos. El librito de la Inquisición, de Felipe Antín, que fue utilizado por los preparatorianos en varias épocas, sustenta un trabajo de investigación bien fundado sobre lo que fue ese oscuro y tenebroso período de la Iglesia católica, que todavía algunas religiones quieren refrendar y respecto al cual la jerarquía se hace que la virgen le habla.
Mientras, claro, promueve su fe, como político en campaña.
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