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Demagogia con adultos mayores

LIBROS DE AYER Y HOY.- Los adultos mayores se han convertido en un filón de oro en un país que tiende a la vejez y cuando los jóvenes les vuelven la espalda a las argucias de los partidos.

Pero pese a ello y a la utilización permanente de los programas de los ancianos -–que no son ninguna concesión, ni un regalo–, los gobernantes ven la procesión y no se hincan.

Mientras la CEPAL elogiaba dichos programas, que en su momento con buen tino creó Andrés Manuel López Obrador, miles de personas de la tercera edad iban de pie en el transporte público, habían madrugado para justificar su supervivencia en el IMSS y hacían largas colas –desde temprano– para tratar de conseguir los descuentos oficiales que se ofrecen con gran alharaca.

Y se topaban en los dos últimos casos, con una burocracia que haría saltar de su tumba al señor Kafka. En el caso del gobierno federal, la pensión de vejez fue uno de los primeros mordiscos que le dio al presupuesto.

Ya no necesita a los ancianos. Tiene al Partido Verde. Tampoco se ocupa de alrededor del 20 por ciento de la gente de la tercera edad –datos de principios del 2013– que sufre violencia, sobre todo intrafamiliar.

Ejemplificando con el descuento del agua que ofrece el Sistema de Aguas de la Ciudad de México, se piden cinco o seis documentos para justificar la medida que repercute en 100 ó 200 pesos de descuento, bimestral.

Todos tienen el domicilio del solicitante, pero aparte piden un sexto o séptimo documento para comprobar… ¡El domicilio! Ahí es donde se atora la cosa. Que si realmente la calle se llama así, que si junto hay una cerrada, que si el CP está mal. De nada sirve alegar que hay otros cinco o seis documentos que comprueban la dirección, ¡pa fuera…!

Así se ven desfilar a diario en medio de una concentración a decenas de adultos mayores que son desechados y que vuelven a día siguiente con el desencanto a cuestas.

¡Si Miguel Ángel Mancera oyera lo que dicen de su gobierno no andaría tan girito! No era uno de esos ancianos agredidos, El abuelo que saltó de la ventana y se largó (Salamandra 2009), sino un pillo que se enorgullecía de   haber sido agente de la CIA y haber conocido en el pasado a Franco.

Lo lanzó su autor el sueco Jonás Jonasson en el momento en que Suecia había quedado vulnerada por las denuncias que hizo en su famosa Trilogía Millenium, el gran escritor Stieg Larson.

Había que borrar la mala impresión con un picarote ya anciano, con el que se plagiaban a lo moderno las viejas picarescas de la novela. Pero a diferencia de la protagonista de Larson, Lisbeth Salander, una mujer agredida desde niña que se yergue sobre todas sus agresiones, Allan Karlsson, el protagonista de Jonasson, se solaza en recuerdos vituperables que le redundaron al autor un betseller con millones de libros vendidos.

Así es la gente. Incluso se hizo una película, pero ésta, al parecer y a diferencia del libro, no tuvo mucho éxito. Yo no sé hablar sueco, si supiera le diría a Jonás Jonasson que mejor haga honor a su nombre y escriba sobre ballenas.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

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