LIBROS DE AYER Y HOY
La SEP, tan pendiente de los maestros opositores, parece que no lo estuvo con uno de los libros más insidiosos que circularon y sigue circulando entre la niñez mexicana.
El señor Emilio Chuayffet debería de responder el por qué se permitió que el libro sobre ecología que repartió por millones el llamado Partido Verde fuera regalado como parte de la campaña electoral de ese organismo, involucrando así a los niños de México en una avalancha de imprecisiones, mentiras y propagandas.
Por el sólo hecho de ser un volumen partidario y electoral debió haber estado prohibido ipso facto por las autoridades de educación. Es un libro obsceno. ¿Que hacen el señor Chuayffet y sus asesores para proteger a la niñez?
En ese volumen (Mi primer libro de ecología, diciembre 2014) cuya autoría es de Jorge Emilio González Martínez, uno de los dueños del organismo que violentó la Ley electoral reiteradamente durante las pasadas elecciones, se adoba la publicidad con imágenes multicolores atractivas para los niños y con datos sobre el entorno ecológico del país, respecto al cual el Verde se arguye como salvador.
Contiene alrededor de 70 menciones de ese partido –en párrafos de pie de página– en donde dice ser el principal, sino el único, defensor del medio ambiente; una decena de la imagen del Tucán su emblema (ave en peligro de extinción) y toda una argumentación para imbuir en la mente fresca de los niños la preponderancia de sus gestiones.
¿Por qué los escolares tenían que ser involucrados de esa manera en un sucio proceso electoral y qué es lo que hicieron las autoridades para impedirlo? Propaganda de ese tipo se empezaba a repartir desde 1933, en la vieja Alemania. Dos advertencias (páginas 55 y 69) evidencian la hipocresía del Verde: el que la fiesta brava es injusta y cruel y el peligro de los vicios y las drogas.
En el primer caso el diario Reforma ha dado nombres y datos concretos sobre los empresarios taurinos que son miembros de ese partido y, en el segundo, todo mundo recuerda cómo fue detenido el llamado “Niño Verde”, por violar el alcoholímetro con rebases de tequila.
Sus guaruras quisieron agredir a los policías que le hicieron el examen. Otro asunto que las autoridades pasaron por alto es que el Verde, un organismo público –que nosotros pagamos–, se asume como todo el Congreso de la Unión, nada menos que una de las tres partes del Estado.
En toda su apología, reitera constantemente. “Reformamos”, “hicimos la ley”, “reformamos la Constitución”, “logramos la promulgación”, etcétera, como si no existieran otros actores en el Legislativo.
Esa retahíla se les exhibe a los niños alrededor de 50 veces. Lo peor es cuando dice que “reformó” el Artículo Tercero de la Constitución y la Ley de Educación y las normas sobre derechos infantiles.
No se incluye en el libro, por fortuna, la propuesta por la implantación de la pena de muerte que reactualizó días antes de las elecciones, en la que incluyó al PRI. Al día siguiente este partido se deslindó y al otro, el propio Verde dio marcha atrás.
Un misterio. Sin ese partido no sé qué haríamos. Como están las cosas, pronto dirá que le dictó al papa Francisco su encíclica ecológica y lo incluirá en su propaganda. El problema es que se utilizan situaciones justas como la defensa ecológica para saciar intereses partidistas y personales, sin que nada los detenga.
México padece uno de los entornos ecológicos más devastados en el mundo – segundo lugar en animales en peligro de extinción, por ejemplo–, y una de las depredaciones silvícolas más acentuadas, ríos contaminados y ciudades como la de México agobiadas por las contingencias.
¿Y de qué ha servido el Partido Verde en sus casi 30 años de existencia? De nada, sólo en medrar con el país, como ahora lo hace, peligrosamente, con la niñez.
laislaquebrillaba@yahoo.com.mx