LIBROS DE AYER Y HOY
La muerte salvaje, la persecución inicua, el odio indiscriminado, sólo pueden enfrentarse con la organización. Un periodismo individualizado, que espera todo del poder y que se agazapa para promover sus miserias, va a ser cómplice permanente de los que están asesinando a quienes se oponen a sus proyectos.
No sabemos a ciencia cierta cuántos periodistas hay en México; a fines de los noventa del siglo pasado se hablaba de 30 mil, pero con más de 500 escuelas de periodismo e instituciones que cuentan con la carrera de ciencias de la comunicación, es difícil hacer el cálculo.
Hay que tomar en cuenta, además, que muchos no se dedicaron al periodismo, sino a otras actividades ligadas a esa carrera.
Con el número de sindicatos, colegios y otro tipo de asociaciones pasa lo mismo. No hay un dato concreto, si bien la organización repunta y se manifiesta cuando pasa algo tan terrible como lo que acaba de pasar con Rubén Espinosa Becerril y las cuatro jóvenes que lo acompañaban.
Pero cuando las aguas se aplacan las promesas oficiales aparecen y la impunidad se instala, la calma vuelve a surgir. Y así ha sido por décadas.
En un tiempo las agresiones vinieron de Morelos, otras de Tamaulipas, después de Guerrero y así en cadena.
México, según Reporteros sin Fronteras, está en el número 140 de 173 países en materia de seguridad para ejercer el periodismo.
Hace 25 años, Brasil ya tenía un sindicato nacional con 25 mil miembros y por toda Sudamérica se podían contar multitud de colegios y sindicatos. Aquí, la ley lejos de favorecer la organización gremial la difumina.
Con estructuras legales diversas –empresas privadas, organismos públicos, instituciones centrales, etcétera– ha sido difícil, como sucede con los trabajadores universitarios, generar condiciones únicas para un gran sindicato nacional.
Las mismas autoridades han creado las condiciones para impedirlo. Y por otro lado, la concentración de los medios en grandes empresas que monopolizan la información a las que no les interesan los conflictos laborales, frena cualquier intento de aglutinarse.
Cuando sucede, en buena medida los sindicatos tienden a blancos. Aparte de algunos sindicatos de empresas privadas y públicas, lo que hay son organismos gremiales que se juntan con fines profesionales y de defensa, pero que no han podido rebasar el ámbito local.
La compra de los medios —Prensa vendida, titula su libro Rafael Rodríguez Castañeda–, el embute, la dádiva, el chayote, tan urgente a veces para periodistas mal pagados con frágil conciencia, demora cualquier intento de organizarse.
Pero los tiempos son oscuros y no aguantan demora. La urgencia de crear una organización nacional, aunque no se apoye en leyes laborales, es inmediata.
Si el clima de agresión lo promueve un entorno apoyado por el poder, nadie se puede confiar. La desidia, la apatía, la inercia no caben en estos instantes.
Cualquier periodista podría parodiar en su momento parte del poema de Brecht: ¡ahora vienen por mí, pero ya es demasiado tarde!
Poco más de 70 personas, entre periodistas, escritores, comentaristas, académicos, dirigentes sociales, etcétera, participaron en el libro, ¿Qué legislación hace falta para los medios de comunicación en México?
Promovido por la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (AMADI) y la Fundación Konrad Adenauer A.C. (2009), hemos tomado los puntos de vista de tres de ellos, la académica Claudia Benassini Félix, el periodista y dirigente Rogelio Hernández López y la reportera Sanjuana Martínez. Los tres se refieren a la inseguridad de los periodistas.
Según Benassini, cuando se agrede a un periodista, la mayoría de “los discursos oficiales no atribuye estas agresiones directamente al ejercicio periodístico”. Y añade que establecer garantías para la seguridad de los periodistas, es una asignatura pendiente del Congreso de la Unión.
Por su parte, Hernández López, con una gran trayectoria en la defensa del gremio e integrante de la Casa del Periodista en el D.F., habla de una vinculación que debe darse entre instituciones públicas, el Congreso y la creación de un organismo rector –instituto, comisión, consejo– que tome realmente en sus manos el problema de los periodistas, apoyado por grupos de la sociedad civil.
Un entreteje serio de aportes para enfrentar los agravios y prevenirlos, con su respectiva norma. Y en ese contexto impulsar la creación de una gran coalición nacional.
A su vez, Sanjuana Martínez hace una crítica a la actuación de la Fiscalía Especial para la Atención de los Delitos cometidos contra Periodistas, que no funciona porque los crímenes quedan sin castigo. Rotundamente dice que esa fiscalía “resultó ser una cortina de humo”.
Según el criterio con que se aplican las leyes a diferencia de otros sectores, “matar periodistas no tiene consecuencias”. El enfoque de ese criterio promueve la impunidad.
Martínez apunta que lo normal es que la instancia investigadora diga que no hay pruebas o que no está claro si son periodistas. La fiscalía ha actuado como ahora el fiscal del D.F., que atribuye la muerte de Espinosa Becerril a robo y homicidio.
Los galimatías de siempre.
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