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Pisando los talones

LIBROS DE AYER Y HOY

No es al Chapo Guzmán al que se le están pisando los talones, ni son los avezados sabuesos de la PGR los que lo están haciendo.

El-Chapo-Guzmán---FugaEs simplemente el inconmensurable Kurt Wallander, el inspector de Henning Mankell, el que va tras un raro multiasesino y no precisamente en su papel televisivo de Kernneth Branagh.

Hay que ver como la literatura exhibe los termómetros de un país y advierte situaciones que después otros estarán viviendo.

La muerte violenta de estudiantes que hemos visto en varias partes del país – Ayotzinapa y los casos de Veracruz, los más recientes–, las fosas clandestinas que presentan a México como un gran cementerio, las fugas habilidosas de los delincuentes –el Chapo en la mira–, y la complicidad de ciertos policías y otros sectores oficiales parece un esquema muy manido, pero está presente en muchas partes.

La fuga del que se considera el último gran capo, Joaquín Guzmán Loera, a más de tres semanas de la evasión sin que se tenga ninguna noticia de él y cuando hay datos y reportajes que desmienten en mucho la versión oficial, causa un desasosiego, apenas distraído por el terrible asesinato de las cuatro mujeres y el fotoperiodista Rubén Espinosa Becerril.

Con cierta jiribilla el suplemento de un diario local reproduce un párrafo de Los señores del narco, de Anabel Hernández, en el que se enumera la importante familia que convivía con el Chapo.

Tenía todo su gabinete dentro y cerca de él, “una oficina alterna”; estaban su hermano Miguel Guzmán Loera; su suegro Inés Coronel; Mario Núñez Meza, el M-10, uno de los principales sicarios; Jesús Peña, Peñita, El 20 y Jesús Enrique Sandoval…”.

No era tan compartidor el multiasesino de Pisando los talones (Tuskets 1996), un personaje enigmático, brillante, que en la novela del gran escritor sueco Henning Mankell, deshoja páginas y páginas mientras la policía de Ystad le pisa los talones.

Wallander tiene que disputarle con una inteligencia superior a la del criminal y vencerlo con un arrojo que casi le cuesta la vida.

En ese libro Henning describe síntomas de Kurt que quizá el mismo empezaba a sentir –ahora con un grave cáncer–, y va informando sobre los estragos de la diabetes instalada en su inspector, muy dado a la comida chatarra, los refrescos y el café con azúcar.

Tan irresponsable como algunos entes públicos que la padecen y no predican con el ejemplo. Como el intelectual progresista y comprometido que es, Mankell ya advertía en su novela sobre el deterioro que estaba sufriendo Suecia.

“La violencia se considera algo natural. Se ha cruzado una frontera invisible y, en consecuencia, generaciones enteras de jóvenes se arriesgan ahora a perder el norte, puesto que nadie les enseña a distinguir el bien del mal”.

Algo que también pasa en México. No hay esperanza para los jóvenes. Las inversiones para su futuro se van a otra parte. Leer ilustra y quizá si todos los políticos leyeran, podrían advertir a tiempo ciertos fenómenos que después toman desprevenidos.

Nosotros, dice el también escritor de La pirámide entre decenas de obras, cuya vida transcurre en Suecia y Mozambique, país éste donde ha dirigido el teatro nacional, estábamos en un país que había cambiado, pero “no nos dábamos cuenta”.

Así nos pasó a nosotros.

laislaquebrillaba@yahoo.con.mx

 

 

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