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Septiembre negro

LIBROS DE AYER Y HOY

Es triste clasificar de oscuro  a un mes tan bello como septiembre, pero los hechos se han ensañado con esos días cuando el verano llega a su fin y las hojas otoñales vuelan para  decirnos adiós. Días que echan abajo las llamadas verdades históricas, días en las que las cifras descarnadas de nuestro presente y futuro se agudizan, días que nos llevarán al 26 del mes, sin que se sepa que sucedió con los 43 normalistas.

Los-43La última semana, toda pintada de negro, nos ha abrumado con mucha información. Pero en el pasado también sucedió. A mediados de septiembre todavía fluye el verano en  algunos estados y fue por ello que el poeta Amado Nervo aún  enternecido por aquel suceso invasor que cercenó en 1847 la vida de los niños heroicos, escribió en septiembre de 1903, su famoso poema  Los niños mártires de Chapultepec y eternizó la frase: Septiembre estaba en flor y ellos morían.

Ciento sesenta y ocho años han pasado de aquella invasión gringa que tomó como blanco el Castillo de Chapultepec. Seis cadetes, el teniente Juan de la Barrera y los alumnos del Colegio Militar,  Juan Escutia, Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca, Francisco Márquez y Vicente Suárez, fueron arrasados en su gesto heroico por las tropas que comandaba el general  Wilfred Scott.

Al día siguiente fue izada la bandera de Estados Unidos. Con cierto desgano, ante figuras pétreas, las autoridades acuden cada año a desgranar un discurso que en la práctica no se cumple.

Cada vez dependemos más de aquel invasor mientras su bandera se mimetiza y hay millones de jóvenes para los que no existe ninguna esperanza. Miles están desaparecidos, los muertos de Tlatlaya eran jóvenes, como jóvenes eran los que fueron asesinados masivamente en San Fernando.

Y ya septiembre se acercaba a su fin el año anterior, cuando sucedió el hecho que se podía llamar insólito, aunque  muchos otros se hermanan en la desaparición y la indolencia oficial, de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

La mentira duró, mientras llegaba la verdad. El informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), que ha negado que hubiera habido un  incendio, fincado en datos científicos revierte la versión oficial y  pone en la picota la figura de quienes avalaron la llamada verdad histórica, como personajes sujetos a una exhaustiva investigación.

Eso se desprende del sentir popular, expresado sobre todo en las redes. Los que mintieron deben explicar la causa y pagar por la mentira que se difundió en todo el mundo.

Una semana pintada de  negro (Ultramar editores Barcelona 1983), novela del dramaturgo Alberto Miralles, se  “desarrolla en una ciudad acribillada por el monzón septembrino”, con una venganza bíblica de muerte de jóvenes en presunta limpieza social por comandos de policías.

Todo en el marco de mentiras que se volatizan ante las evidencias verdaderas y un triunfo de la lógica para sancionar a los canallas. Esa pequeña obra de novela negra en la que el alicantino demuestra porqué recibió poco antes de morir (2004) el premio nacional de literatura española, exhibe la gran cultura del autor de más de 40 obras, su sentido del humor, su desacato ante el poder y sus burlas de los franquistas que pululan aún en las parcelas del país hispano.

Al final de la página 84 del texto, los personajes de Miralles tienen un diálogo que nos recuerda algo:

–Ha sido una semana negra ¿verdad?

–Sí, pero creo que porque alguien la ha pintado así.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

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