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La revolución mutilada

LIBROS DE AYER Y HOY

Los que dieron su vida por la Revolución Mexicana de 1910 nunca se imaginaron que la fecha que la conmemora sólo sirve para producir un gran puente vacacional y desfile de uniformados. Sus ideales quedaron en el pasado. A principios de los veinte del siglo anterior Ramón López Velarde decía que después “de los años del  sufrimiento”, la patria se había recluido y se había hecho interna. Patria para cada cual. Y así está ahora el país ante tanto desastre que se agudiza con las noticias del exterior, como las de Francia; la gente se contrae como si esa fuera la solución.

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Es cierto que hay sectores que están dando la lucha como los maestros, pero aquel espíritu revolucionario que fluía hace 105 años se ha retraído, y se ha guardado para otros tiempos. ¿Cómo festejar un movimiento que conmocionó al mundo y cimbró las estructuras de un anquilosado gobierno, cuando las cosas están iguales y no fuimos capaces de salvaguardar sus aportes?

Para donde quiera que miramos está el desastre. El petróleo, totalmente entregado al diablo; las minas en manos de extranjeros y en la superficie del país ¿maíz transgénico?, el aguamiel de la ofrenda ¿no estará como la soya contaminada por Monsanto?

La suave patria nos vuelve la cara interrogante y la gran mayoría rehuimos su mirada comprando naderías en el Buen Fin. El relámpago verde de los loros del que tanto se ufanaba el poeta zacatecano junto con las garzas en desliz ¿serán ahora -como una herejía-  los pajarracos del transa partido verde que se movilizó a diestra y siniestra para completar el puntaje en la Cámara?

Agorero ante lo que será el zócalo en pocas semanas, López Velarde nos habla en el intermedio del poema dedicado a Cuauhtémoc de La Suave Patria, de cómo el extraño “es surtidor de católica fuente que de reponsos llena el victorial zócalo de cenizas de tus plantas”. Sacrificado el país ante los extranjeros.

Ramón López Velarde, del lingüista Raymundo Mier (Ediciones Terra Nova del CREA 1985, serie Grandes Maestros Mexicanos) hace un recorrido profundo sobre la obra en general, poesía y prosa del poeta, buena parte de la cual incorpora, después de hurgar en sus influencias, sus orígenes y las opiniones que lanzaron de él Zaid, Pacheco y Paz, entre otros.

Enternece su poema Treinta y tres por sus 33 años cumplidos en 1921, en el que se refiere a la edad de Cristo, pero como orientalista que era, expresa preferencias por Mahoma. Poco después murió a esa edad, en junio de ese año, de una pulmonía. Cuenta  el escritor José Luis Martínez que la noche anterior, sin abrigo, después de asistir al teatro, se resistía  a retirarse porque quería concluir una discusión sobre Montaigne.

Si viviera ¿trataría de raptarse a la patria así como está, “entre los tiros de la policía”, o nos pediría que la raptáramos nosotros para salvarla? López Velarde fue un poeta modernista que transitó toda la etapa revolucionaria, uno de los grandes, al que se intentó convertir en el poeta nacional allá por 1975. No se logró, pero de hecho lo es. Y ante la Revolución que fue, que no defendimos, valdría redimirnos a él y pedirle, como él le pedía a Fuensanta en su poema Hermana hazme llorar.

Poeta:

Dame todas las lágrimas del mar.

Mis ojos están secos y yo sufro

unas inmensas ganas de llorar.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx

 

 

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