LIBROS DE AYER Y HOY

Mucho se dirá este sábado 30 de abril, sobre la floreciente niñez mexicana. La oficialidad se desgranará en adjetivos y el futuro mexicano se moverá en un columpio de poesía y ofertas. Todo sea por ese  futuro de la niñez, como señaló la Suprema Corte de Justicia, cuando avaló la reforma educativa.

Nuestros infantes recibirán dulces y juguetes y la oferta de algún programa para paliar el día. Pero al siguiente, todo seguirá igual: casi tres millones de niños que trabajan, seis millones que no van a la escuela, miles de migrantes, miles expatriados y vueltos a marcharse, niños en la trata, niños utilizados por el narco, niños en el bullying, niños en la calle, niños asistiendo a escuelas sin agua y sin baño, niños tomando refrescos endulzados porque no hay bebederos de agua, niños… Según el censo del 2010, los mexicanos encuestados éramos ciento doce millones y medio y los niños  de cero a 14 años, representaban el 28.9 por ciento, es decir, treinta y dos millones y medio.

A más de cinco años cuando nos sitúan en los 120 millones, la cifra de niños subió de acuerdo a la elevación poblacional a 40.2 millones. Aunque el propio instituto habla de una disminución de niños en el país, en esa etapa de la infancia. La pregunta es: ¿qué hacer con todos esos millones de  niños y adolescentes, en un país árido cuya única respuesta es la incertidumbre?

Este 30 de abril, la calidez vendrá de los maestros, de los padres preocupados por la situación, de parientes y amigos. Pero ante ellos se abrirá la duda terrible de que pasará con esos niños. Nuestros niños mexicanos. Los grandes escritores y cuentistas, dibujaron historias infantiles idílicas -una vez eliminados los monstruos-, que llegaban a un final feliz.

Pero algunos, Hans Christian Andersen autor de El  patito feo y La reina de las nieves, entre ellos, utilizaron su poesía para distender el traslado humano en símbolos, en metáforas  del papel que juega la infancia en las sociedades constituidas. Niños, autores y libros, es el bonito y profundo libro de la escritora cubana Alga Marina Elizagaray (Editorial gente nueva abril de 1982, Ciudad de la Habana) quien señala la tardía llegada del libro infantil a una infancia mundial que se alimentó antes de  ese tiempo del cuento oral.

Fue a fines del siglo XVII cuando aparecen los primeros cuentos escritos y es un francés, Charles Perrault, un intelectual, el que lanza sus famosos  Caperucita roja, La bella durmiente, El gato con botas, La Cenicienta, Barbazul, Pulgarcito, entre decenas. Fueron los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm los que recuperaron esos cuentos en el siglo XIX- lo que hace que la gente se los atribuya-, y escribieron y compilaron otros, centenares,  de la tradición oral, como Hansel y Gretel, Blanca Nieves. El sastrecillo valiente, etcétera.

Elizagaray profundiza en la intencionalidad del cuento infantil en sociedades cerradas en donde el niño indirectamente no solo podía adentrarse en la poesía y el arte, sino conocer lo que pasaba en su entorno. Menciona autores que habiendo escrito novelas y cuentos para adultos, terminaban siendo adoptados por los niños, como son los casos de Defoe, Verne, Swift, Hemingway, London, Stevenson, Cooper, Carrol, Twain y muchos más.

Llama la atención que se incluya a la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou y a la Premio Nobel Gabriela Mistral como cuentistas infantiles y a una pléyade de escritores cubanos los poetas Eliseo Diego y Nicolás Guillén, entre ellos,  todos de buena factura. De este país solo se incluye a una escritora Blanca Lydia Trejo, autora de Leyendas mexicanas para niños.

Actualmente, las ferias infantiles y juveniles, las editoras especializadas y el número creciente de escritores en el tema, presagia un importante desarrollo del libro infantil. Se ha dicho que el arte y la cultura son los que pueden en parte, salvar al país. Se abre pues, una esperanza para los niños.

laislaquebrillaba@yahoo.com.mx