HUAJUAPAN DE LEÓN, Oaxaca, julio 1.- En la región Triqui ya no se oyen balas y mucho menos se ve la fuerte presencia de paramilitares además de policías estatales, hoy se palpa una tranquilidad que tuvo que ser realidad por el derrame de sangre inocente y el desplazamiento de cientos de personas. A escasos días de la paz, solo queda el recuerdo y la nostalgia de aquellas dos jóvenes mujeres que fueron privadas de su libertad en la búsqueda de la libertad.
Se trata de Daniela y Virginia Ortiz Ramírez de 14 y 20 años de edad, quien en 2007 al trasladarse del Rastrojo hacia San Marcos Xinicuesta, solo la selva triqui grabó quienes fueron sus secuestradores y que rumbo tomaron, ya que sus familiares que habitan en el Rastrojo Copala, a pesar de los llamados que han hecho a las autoridades han hecho caso omiso.
Para el Movimiento Unificador de Lucha Triqui (MULT), la guerra por mantener la presencia en Copala, le ha costado la muerte de líderes, tal es el caso de Heriberto Pazos Ortiz, quien fue calificado como uno de los personajes que dejó a familias desplazadas y desintegradas por la constante agresión hacia simpatizantes de la Unidad de Bienestar Social de la Región Triqui (Ubisort) y del Movimiento Unificador de Lucha Triqui Independiente (MULTI).
A nueve años de no saber nada de Daniela y Virginia, este 05 de julio en Rastrojo Copala, habrá silencio y luto, pues no sabrán si sus hermanas continúan con vida, o bien en las condiciones en las que viven. “Nuestras hermanas están sufriendo los embates de la lucha hacia la libertad, igualdad y sobre todo el respeto a los derechos humanos. A nueve años de no saber nada de ellas seguimos añorando porque llegue el día en el que la vida nos vuelva a reencontrar”, abundó Emelita Ortíz García, integrante del MULT.
Virginia era maestra de educación bilingüe y trabajaba en San Marcos Xinicuesta y Daniela, era solo una simple jovencita que veía como su familia tenía que luchar contra viento y marea para salir adelante y esquivar la violencia que preponderaba en la zona. Son dos personas que no veían en Copala una zona de conflicto, si no de desarrollo por arriba de los intereses de las organizaciones y de los partidos políticos.
Por todo lo anterior, Copala seguirá esperando el día en que sus hermanas se puedan volver a integrar a la vida humana, y retomar la lucha social que habían emprendido hacia la libertad, y de la cual hoy les ha cobrado una grande factura que es no saber que está sucediendo en su tierra natal.
