LIBROS DE AYER Y HOY
Llegamos a casi cuatro años de gobierno, con un sabor de desaliento. Eso sí cuenta. Y mientras las discusiones acerca del informe se instalan, retomamos un tema que antecedió a esa obligación presidencial: la discusión en torno a la tesis de EPN que planteó la duda en torno a un conocimiento, plagiado o no, que no transforma.
La función del aprendizaje es precisamente transformar al ser humano. Como lo haga, depende del tipo de aprendizaje y del ser humano que lo recibe.
Los que nos han gobernado a lo largo de décadas, presumen de altos estudios, algunos en universidades de gran prestigio mundial, conocimientos adquiridos casi siempre a partir del erario público que sus ancestros han guadañado, mientras millones de niños mexicanos se quedaban sin escuelas o estudiaban en planteles precarios.
Pero los conocimientos de los que han presumido -y siguen presumiendo con títulos externos- de muy poco le han servido a un pueblo mexicano que está en las condiciones actuales. El caso más conocido es el de Carlos Salinas de Gortari, egresado de Harvard, -gracias a las ganancias de un padre funcionario-, que aprovechó su paso por la función pública para enriquecerse y de paso mostrar la más oscura intolerancia con su frase, “ni los veo ni los oigo”, destinado a sus opositores.
Lo cual quiere decir que la sapiencia puede dar instrumentos para guadañar, pero no eleva la sensibilidad ni la ética, como lo estamos viendo ahora, con funcionarios totalitarios y amenazantes, así vengan del mismísimo Londres. Del caso Calderón, refugiado en Harvard en una extraña negociación, ni vale la pena hablar.
Creo que fue Shakespeare el que dijo que cuando una idea sale a la luz pública, se convierte en patrimonio de la humanidad. Pero, claro, existe la apropiación legítima a través de la recreación y su natural consecuencia: el cambio de quien usa esas ideas.
Lo que hemos visto y sufrido en estos casi cuatro años- pobreza, encarecimiento, desempleo, agresión, impunidad y muerte- nos muestra a un poder sin capacidad para enfrentar los retos que necesita el país.
Mientras se eleva el ruido por las reformas, los maestros siguen en pie de lucha y los del gobierno sentados en su macho; el encarecimiento de los servicios y bienes de consumo se eleva cada día y lo que es peor, quedan impunes los terribles crímenes que han signado el sexenio: Ayotzinapa, Tlatlaya, Tanhuato, Nochixtlán, los periodistas asesinados, etcétera.
En el medio oficial, todo ha sido ruido. Quienes leen las traducciones de Franz Kafka han encontrado una literatura difícil, efecto, dicen sus traductores, de lo complejo del autor y del idioma alemán. Ya hemos tenido a la vista El Proceso, Carta al padre, Metamorfosis y otros más del autor que murió en 1924 a los 40 años.
Ahora, consultando sus Meditaciones (Clásicos de siempre Edimat Libros, España 1998) hemos hallado una reflexión cortísima Gran ruido, de 22 líneas, aunque lo es más La verdad sobre Sancho Panza, de 13 líneas.
En la primera, una persona que está en una habitación menciona el ruido que proviene de todos lados- ruidos de las puertas de los cuartos, del horno de la cocina, chirridos de esas puertas, pasos, silbidos, gritos, carraspeos, cantos de una mujer, gorjeos de dos canarios- y de pronto, aquel personaje se pregunta el por qué no abre la puerta y le pide a todo mundo que se calle. Ante el ruido oficial que sufrimos los mexicanos, ¿qué les parece esa decisión?.
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